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  • Borges y Sábato, una rivalidad marcada por libros, ideología y silencio

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/04/2025 08:32

    La rivalidad entre Borges y Sábato marcó la historia cultural de Argentina El 30 de abril de 2025 se cumplen catorce años del fallecimiento de Ernesto Sabato, uno de los autores más influyentes y controvertidos de la literatura argentina del siglo XX. La efeméride vuelve a encender el interés por su vida, su obra y su figura pública, marcada por contradicciones, búsquedas éticas y filosóficas, y una profunda necesidad de comprensión espiritual. También, inevitablemente, su nombre remite a uno de los contrapuntos más emblemáticos de la historia cultural del país: la rivalidad con Jorge Luis Borges. Ambos nacieron en los albores del siglo XX, escribieron en castellano rioplatense, habitaron la ciudad de Buenos Aires y compartieron, en distintos momentos, círculos intelectuales. Pero allí terminan las coincidencias. Borges, el bibliotecario ciego que prefería los laberintos del pensamiento, defendía el arte puro, la ironía y el distanciamiento. Sabato, el físico devenido en novelista tras una serie de crisis existenciales, creía que la literatura debía ser un compromiso con el dolor humano, con la tragedia de la historia y con las preguntas más oscuras del alma. Esa diferencia no fue solamente estética: también fue política, filosófica y, en ocasiones, emocional. Se distanciaron durante dos décadas sin dirigirse la palabra. Y cuando finalmente se reencontraron, lo hicieron no para reconciliarse plenamente, sino para poner en escena una tensión que, más que antagónica, era complementaria: el escritor que cree que el arte debe abstraerse del mundo, frente al escritor que piensa que el arte solo tiene sentido si lo ilumina. Ese reencuentro —impulsado por el periodista Orlando Barone entre 1974 y 1975— quedó plasmado en el libro Diálogos Borges-Sabato. A través de esa serie de conversaciones, ambos autores dejaron testimonio de lo que los separaba y, a la vez, de la admiración mutua que nunca dejaron de sentir, pese a las diferencias. El resultado fue una obra única, donde se discute desde la música de los Beatles hasta la moralidad de los personajes de ficción, pasando por el idioma portugués, el horóscopo y la idea del tiempo. Borges y Sábato: dos gigantes de la literatura argentina con visiones opuestas Dos caminos divergentes Sabato y Borges se conocieron en los años cuarenta, cuando ambos formaban parte del ambiente literario porteño. Sus primeros encuentros sucedieron en las reuniones de la casa de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, donde se hablaba de literatura, filosofía y traducción. Pero mientras Borges cultivaba una escritura de precisión metafísica, alejada de la realidad inmediata, Sábato volcaba sus obsesiones existenciales en una narrativa sombría y comprometida. La grieta definitiva entre ambos fue política. Borges saludó con entusiasmo la caída de Perón en 1955 y no ocultó su desprecio por el populismo. Sabato, aunque no peronista, percibía que había una verdad en la devoción popular por Perón y se mostraba más comprensivo con los sectores humildes. Esa diferencia ideológica los distanció durante dos décadas. Borges fue antiperonista. Sabato, decía Orlando Barone, “no era peronista, pero no era antiperonista feroz”. El reencuentro: un diálogo suspendido en el tiempo El 7 de octubre de 1974, en la librería La Ciudad, ubicada en la Galería del Este, sobre la calle Maipú, se produjo el inesperado reencuentro. El periodista Orlando Barone, entonces de 37 años, fue testigo del saludo cordial entre dos figuras que no se hablaban desde hacía veinte años. Esa coincidencia lo llevó a proponer una serie de diálogos, idea que se concretó meses después. El reencuentro de Borges y Sábato fue impulsado por el periodista Orlando Barone Los encuentros —siete en total, entre diciembre de 1974 y marzo de 1975— se realizaron en el departamento de una amiga cercana de Borges. Pactaron no hablar de política. El resultado fue el libro Diálogos Borges-Sabato, publicado en 1976 por Emecé, una pieza única de conversación literaria argentina. En ese espacio, hablaron de todo: de la muerte, el tiempo, los adagios populares, la traducción de Proust, los horóscopos, el Martín Fierro y el sentido de la fama. Uno decía: “La vida es soportable porque ocurre en tajadas”. El otro: “Los adagios aciertan siempre, porque se contradicen”. La tragedia personal de Sabato La figura de Sabato, además, estuvo marcada por un trasfondo de drama familiar y tormentos internos. Nacido en Rojas en 1911, fue el décimo de once hermanos y recibió el nombre del hermano fallecido que lo precedía. Años más tarde recordaría ese hecho como una carga difícil: “Eso hizo más dificultosa mi existencia”. A esa sombra temprana se sumaron una infancia sombría, tres crisis existenciales, ideación suicida y un largo recorrido que lo llevó de la física nuclear en el MIT al existencialismo literario en París. Abandonó la ciencia tras una beca en el Laboratorio Curie, rompió con el comunismo —temiendo terminar en un gulag estalinista— y se volcó de lleno a la escritura. Su esposa, Matilde Kusminsky Richter, lo acompañó en cada uno de esos giros vitales, incluso convenciéndolo de publicar Sobre héroes y tumbas, que él mismo pensaba destruir. La política separó a Borges y Sábato durante dos décadas - (Revista Gente) De la literatura a la memoria colectiva Sabato escribió solo tres novelas —El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el exterminador—, pero tuvo una de las intervenciones públicas más trascendentes del país. En 1983, Raúl Alfonsín lo convocó para presidir la CONADEP. El informe Nunca más, que encabezó, permitió juzgar a las juntas militares y cimentó el proceso democrático argentino. Esa tarea selló su legado. En sus últimos años, Sabato se recluyó en su casa de Santos Lugares. Perdió a su hijo Jorge Federico en un accidente vial, enviudó, y escribió el manifiesto La resistencia, publicado en 2000. Murió el 30 de abril de 2011, a los 99 años, víctima de una neumonía. Fue enterrado en el Jardín de Paz, junto a su mujer y su hijo. Tras los encuentros de 1974-75, Borges y Sabato no volvieron a hablarse. Tampoco se atacaron en público. Como dijo Barone, “quedaron como líneas paralelas que se cruzan en otro plano”. Borges murió en 1986. La Argentina los sigue leyendo, discutiendo, resignificando. Representan dos formas de narrar el país, dos lenguajes para nombrar la incertidumbre, dos vuelos —uno más introspectivo y el otro más ético— bajo un mismo cielo de contradicciones.

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