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  • La toma de rehenes en la embajada de Irán en Londres que mantuvo en vilo al mundo durante seis días: el disparo que cambió todo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/04/2025 02:32

    Comandos del SAS ingresan a la embajada iraní durante el operativo de rescate del 5 de mayo de 1980 (Combined Military Services Museum, Maldon, Essex) Londres disfrutaba la primavera de 1980. En las calles de South Kensington —un rincón acomodado de la ciudad donde la rutina transcurría con normalidad—, la rutina diplomática se presentaba normal entre edificios de estilo victoriano y los clásicos jardines ordenados. Entonces, el Reino Unido atravesaba un momento de ajuste profundo bajo el reciente gobierno de Margaret Thatcher, quien llevaba menos de un año en el poder. La inflación, el desempleo y los primeros signos de recesión empezaban a definir el rumbo de su gestión, mientras resonaban las huelgas y tensiones sociales de la década anterior. En los medios británicos, aún se hablaba del saldo de la crisis de los rehenes en Teherán, no resueltos tras la toma de la embajada de Estados Unidos en Irán en noviembre de 1979. Washington y Teherán seguían enfrentados, y el nuevo régimen islámico del ayatolá Ruhollah Jomeini —líder de la Revolución Islámica iraní— se endurecía interna y externamente. Pese a las críticas, Reino Unido mantenía relaciones diplomáticas con el nuevo poder iraní. Pero todo cambió el 30 de abril de 1980 cuando seis hombres fuertemente armados irrumpieron en la embajada de Irán en Londres, tomaron 26 rehenes y desataron el pánico durante más de una semana. Los ojos del mundo giraron a ese escenario donde un grupo militar realizó acciones cinematográficas, la Operación Nimrod. La embajada de Irán, visiblemente afectada por el incendio posterior al operativo de rescate La peor mañana en South Kensington El 30 de abril de 1980, Londres amanecía con su acostumbrado ajetreo diplomático y personas de paso apurado yendo y viniendo. En el barrio de South Kensington, donde las embajadas sobresalen sobre las avenidas elegantes, nada parecía alterar la rutina. Hasta que, unos treinta minutos después de las 11 de la mañana, seis hombres armados irrumpieron en la embajada de Irán. Vestidos de civil y portando fusiles automáticos, los atacantes —liderados por Oan Ali Mohammed, también conocido como Salim— sometieron a quienes encontraron a su paso: un total de 26 personas, entre diplomáticos, empleados, periodistas y visitantes fueron tomadas como rehenes. Actuaron de forma rápida y coordinada. En apenas unos minutos, las puertas del edificio se cerraron con los secuestrados dentro. Los perpetradores pertenecían al Frente Democrático Revolucionario por la Liberación de Arabistán, un grupo separatista que denunciaba la represión del nuevo régimen de Ruhollah Jomeini en Irán. Su tierra natal, la provincia de Juzestán, rica en petróleo y habitada por una minoría árabe, había sido blanco de detenciones masivas y violaciones a los derechos humanos tras la Revolución Islámica de 1979. El Servicio Aéreo Especial preparándose para ingresar e la Embajada de Irán (Combined Military Services Museum, Maldon, Essex) En su reclamo, el interior de la embajada exigieron que el Reino Unido mediara para liberar a 91 presos políticos encarcelados en Irán y que les garantizara a ellos una salida segura hacia un país árabe. De no hacerlo, amenazaron con comenzar a comenzar a ejecutar rehenes. A modo de protección, exigieron también que todo lo que sucediera fuera televisado por los canales, especialmente la BBC, para instalar su causa en el mundo. Mientras eso pedían desde adentro, afuera, la policía británica montaba un cerco sobre la avenida Prince’s Gate, los medios copaban todo el frente para capturar el drama en vivo. No fueron horas sino días los que esa toma duró: hubo liberación de cinco rehenes como gesto de buena voluntad, pero el paso del tiempo aumentó hasta lo inimaginable la tensión y el pánico que siempre estuvo presente. Los días previos al pánico Al día siguiente, 1 de mayo, el gobierno británico estaba en alerta máxima y desplazó a comandos del Special Air Service (SAS) a Londres para preparar un posible operativo. Mientras tanto, los secuestradores liberaron a dos rehenes por motivos humanitarios. Uno de ellos brindó información clave a las autoridades del operativo y detalló las condiciones internas del edificio. El 2 de mayo, sin avances en las negociaciones, las tensiones aumentaron: los captores amenazaron con asesinar a un funcionario iraní si no accedía a sus demandas. Comenzaron a presionar para que sus reclamos fueran transmitidos por televisión, pero no solo estuvieron disconformes con la cobertura sino que dijeron desconfiar de ella y las negociaciones. Ese mismo día, un custodio de la embajada les informó a los agentes británicos que las puertas y ventanas tenían vidrios reforzados, lo que obligó al SAS a diseñar rutas alternativas para el asalto. Soldados del SAS asaltando el edificio fueron transmitidas en vivo a toda la nación (Crown) Durante el 3 de mayo, hubo un intento de nuevas gestiones diplomáticas: el Ministerio de Relaciones Exteriores británico pidió la mediación de embajadores árabes, pero las gestiones fracasaron porque no les dieron a los secuestradores ninguna garantía de una salida segura. En paralelo, los comandos del SAS inspeccionaron el techo del edificio y prepararon puntos de entrada que no hicieran tanto ruido. El disparo que cambió todo Durante cinco días, las negociaciones con los secuestradores no ofrecieron resultados concretos. Dentro del edificio, el encierro, la incertidumbre y el miedo comenzaban a descomponer el ánimo de los rehenes. Del otro lado, el aislamiento y la presión intensificaban el nerviosismo de los captores, que oscilaban entre amenazas y gestos de aparente conciliación. El equilibrio era frágil y se rompió definitivamente el 5 de mayo. Ese día, a las 19 horas, los secuestradores cumplieron su amenaza: arrojaron por una ventana el cuerpo de Abbas Lavasani, responsable de prensa de la embajada iraní, a quien habían ejecutado minutos antes. La imagen del cadáver en la vereda marcó el punto de quiebre y fue también la muestra del fracaso de una estrategia que durante cinco días había llevado el gobierno de Thatcher, quien había priorizado las gestiones diplomáticas. Pero esa prolongada espera no impidió la tragedia. El SAS entró en acción después de seis días de negociaciones Con el asesinato consumado y la vida del resto de los rehenes en peligro, la táctica cambió y optaron por actuar de inmediato. La coordinación quedó en manos de un equipo tripartito encabezado por el subcomisario adjunto de la Policía Metropolitana, John Dellow; el subsecretario del Ministerio del Interior, Hayden Phillips; y el teniente coronel Michael Rose, comandante del Special Air Service (SAS), la unidad de élite del Ejército británico especializada en contraterrorismo. A las 19:07, se inició la Operación Nimrod. Desde los techos adyacentes, los comandos del SAS descendieron por sogas e ingresaron al edificio por ventanas y una claraboya previamente desbloqueada. Utilizaron explosivos para abrir puertas internas y avanzaron con precisión quirúrgica, despejando habitación por habitación. Estaban equipados con máscaras antigás, armamento liviano y la orden de poner fin al secuestro. La operación duró 17 minutos. Cinco de los seis secuestradores fueron abatidos durante el asalto. Fowzi Nejad, el único sobreviviente, fue capturado en el lugar, juzgado y condenado a cadena perpetua en el Reino Unido. Además de Lavasani, un segundo rehén murió durante el tiroteo. El operativo fue registrado en vivo por las cámaras de la BBC y transmitido al mundo entero. Fue la primera vez que una operación militar de rescate de rehenes se vio en tiempo real. Su dramatismo, seguido por millones de espectadores, consolidó la reputación del SAS como una fuerza de élite y redefinió para siempre los protocolos de respuesta ante situaciones de terrorismo internacional. La Operación Nimrod tuvo amplia cobertura periodística: millones de personas siguieron por televisión y en vivo el desarrollo de la noticia (Medios de comunicación de PA) Después del rescate Minutos después del ingreso del SAS, los rehenes comenzaron a ser evacuados uno por uno a través de la fachada principal del edificio. Algunos salieron corriendo entre el humo y los vidrios rotos, mientras otros eran asistidos por los comandos. La mayoría estaba aturdida, con signos de estrés extremo, pero viva. Nejad fue juzgado por asesinato y toma de rehenes, y condenado a cadena perpetua en el Reino Unido. Cumplió más de veinte años de prisión antes de ser liberado bajo libertad condicional en 2008, lo que generó críticas y controversia en medios británicos e iraníes. Tras el lamentable episodio, las relaciones diplomáticas entre Reino Unido e Irán, ya tensas por la crisis de los rehenes en Teherán, se deterioraron aún más. Aunque Londres dejó claro que los atacantes eran enemigos del régimen iraní, Teherán protestó por la actuación militar británica y por la cobertura mediática del operativo. Recién en los años 90 ambas naciones restablecieron plenamente sus lazos diplomáticos. El ataque también expuso la vulnerabilidad de las embajadas y obligó a repensar los protocolos de seguridad diplomática en todo el mundo. Este hecho hizo comprender que ningún territorio era intocable.

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