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» Elterritorio
Fecha: 30/04/2025 02:14
Muchas especies son forzadas a la domesticación como si fuera una forma de afecto, cuando en realidad es todo lo contrario martes 29 de abril de 2025 | 19:28hs. Hay miradas que deberían quedarse en el monte. Garras que no pisan pisos de cerámica. Alas que no entienden una jaula, aunque tenga flores. Sin embargo, monos, loros, tucanes, tortugas coatíes y hasta felinos salvajes son forzados a aprender la domesticación como si fuera una forma de afecto. En Misiones, esa práctica tiene nombre y consecuencias: mascotismo ilegal. Y aunque pueda parecer un gesto inocente —”lo salvé”, “lo encontré solo”, “lo cuido mejor que la selva”— es, en realidad, una amenaza silenciosa a la salud animal, humana y ambiental. Daniela Marchesi es veterinaria. Habla con la paciencia de quien ve repetirse el daño y la urgencia. “Considero que el tráfico ilegal de fauna silvestre se refiere a aquellas personas que obtienen animales a través de la compra ilegal, animales que no deberían ser mascotas en casa”, explicó. Esos animales, subrayó, no fueron entregados bajo autorización legal, y aunque algunos tengan permisos, la gran mayoría no. Y entonces, son ilegales. Pero más allá de lo legal, Marchesi apunta al fondo de la cuestión: el sufrimiento. “Estamos sacando a los animales de su ecosistema, predisponiéndolos a un estilo de vida y a influencias ambientales que pueden ser riesgosos para ellos”, dijo a El Territorio. La palabra riesgo no es retórica: muchos animales silvestres no tienen acceso a atención veterinaria adecuada porque no existen profesionales especializados para cada especie en todos los rincones de la provincia, los hay, pero en zonas clave. Aunque Posadas mejoró en la atención de animales rescatados, lo cierto es que, muchas veces, ya es tarde. “Algunos de estos animales llegan con problemas de piel, de peso, cardíacos, articulares…”, detalló Marchesi. “Y en lo comportamental, presentan agresividad, ansiedad, movimientos repetitivos, sobre todo las aves. Están sufriendo”. Pero no sólo sufren ellos. El mascotismo ilegal trae, además, consecuencias graves para los humanos. “Traer animales silvestres a nuestros hogares es traer el riesgo de enfermedades, incluso mortales, como la rabia”, advirtió la veterinaria. Es un boomerang biológico: los sacamos de su entorno y, en ese proceso, también nos exponemos. Hay otra víctima silenciosa: la biodiversidad. Cada animal silvestre que no regresa a su ambiente natural es una pieza menos en un equilibrio complejo. “Estamos alterando la genética de la población silvestre. Y aunque luego sean rescatados, muchas veces no pueden volver a la selva porque pierden sus hábitos de alimentación, de defensa, de caza”, lamentó la veterinaria. Las razones detrás de este fenómeno suelen esconderse detrás de una palabra peligrosa: exotismo. “Existe conciencia, pero hay un porcentaje de la población que sigue priorizando la curiosidad y el deseo de tener algo distinto por sobre el respeto a la vida”, dijo. Y agregó: “Lo que realmente frenaría esto serían sanciones económicas más severas. Las tareas comunitarias no generan respuestas positivas”. Marchesi también reconoció que el rol del veterinario es clave, pero que muchas veces intervienen tarde. “La mayoría de los animales que atendemos son los que ya fueron decomisados. Algunos llegan en estado terminal porque fueron escondidos durante meses”. Aun así, no todo es desamparo. Hay fundaciones que rescatan, hay profesionales que luchan contra reloj, hay un Ministerio de Ecología con un equipo que intenta revertir lo irreparable. Pero mientras haya alguien que compre, capture o “adopte” animales silvestres como si fueran perros o gatos, el daño seguirá. En este Día del Animal, la advertencia no es sentimental: es ética, sanitaria y ecológica. Porque cuidar no es poseer, y amar no debería implicar encerrar.
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