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» Elterritorio
Fecha: 27/04/2025 08:00
Aunque muchas veces se asocia únicamente con el estrés cotidiano, la ansiedad puede transformarse en un trastorno serio que deteriora el bienestar físico y mental domingo 27 de abril de 2025 | 6:05hs. Fernández sostiene que la salud mental necesita ser abordada como cualquier dimensión de la vida. Preocuparse, sentir nervios ante un evento importante o experimentar tensión en momentos de incertidumbre son respuestas naturales del cuerpo humano. La ansiedad cumple una función protectora, mantiene al organismo en estado de alerta y ayuda a afrontar desafíos. Sin embargo, cuando ese estado de alerta se prolonga en el tiempo, se intensifica sin razón y afecta el funcionamiento cotidiano, puede convertirse en un trastorno que requiere atención especializada. “La ansiedad normal es transitoria, proporcionada al estímulo que la genera y no interfiere con la vida diaria. Puede incluso mejorar el rendimiento”, explicó el psiquiatra Joel Fernández. No obstante, cuando aparece de forma desmedida, persiste sin un motivo claro o no se desvanece una vez pasada la situación estresante, se considera patológica. “El trastorno de ansiedad genera malestar constante, afecta el trabajo, las relaciones, los estudios, y modifica la rutina de manera negativa”, señaló el especialista. Entre los diagnósticos más frecuentes se encuentran el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico, las fobias específicas y el trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Estos cuadros no sólo comprometen la esfera emocional, también perjudican el funcionamiento mental y físico. La atención temprana permite evitar complicaciones mayores, y muchas veces el tratamiento incluye medicación específica que actúa directamente sobre los sistemas neurológicos involucrados. Uno de los aspectos centrales en el tratamiento médico de la ansiedad es el uso de fármacos. Lejos de estigmas o falsas creencias, la medicación cumple un rol clave en el control de síntomas y en la recuperación del equilibrio neuroquímico. “Los medicamentos más utilizados en la actualidad pertenecen a dos grandes grupos: los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) y los IRSN (inhibidores de la recaptación de serotonina y noradrenalina)”, detalló Fernández. Estos fármacos, desarrollados originalmente como antidepresivos, presentan eficacia comprobada para distintos tipos de trastornos de ansiedad. Los ISRS y los IRSN actúan sobre neurotransmisores relacionados con el estado de ánimo, la respuesta al estrés y la regulación emocional. No generan dependencia y pueden administrarse de forma prolongada con buenos resultados clínicos. Su uso, sin embargo, debe realizarse bajo supervisión médica, con controles regulares y evaluaciones personalizadas. Las benzodiazepinas Otro grupo de medicamentos que todavía se indica en ciertos casos son las benzodiazepinas. “Se utilizan por su efecto rápido sobre los síntomas agudos de ansiedad, como crisis de pánico o estados de angustia intensa”, señaló. A diferencia de los ISRS e IRSN, las benzodiazepinas sí generan tolerancia y pueden producir dependencia si se usan durante períodos prolongados. Por esta razón, su prescripción se limita a situaciones puntuales y de corta duración. “En ningún caso deben utilizarse como tratamiento principal a largo plazo”, advirtió el psiquiatra. La indicación debe surgir de una evaluación médica seria, que contemple los beneficios y los riesgos para cada paciente en particular. Cómo se elige el más adecuado El proceso para definir el tratamiento farmacológico no responde a una fórmula única. Fernández indicó que el psiquiatra toma en cuenta múltiples factores antes de iniciar la medicación: el diagnóstico específico, la intensidad de los síntomas, el historial médico del paciente, la tolerancia a otros tratamientos, las posibles interacciones con otros fármacos y, algo fundamental, las preferencias personales del paciente. “No todos los organismos responden igual a un mismo fármaco. Lo que funciona para una persona puede no dar resultado en otra. Por eso se trabaja caso por caso”, subrayó. Además, la medicación puede requerir ajustes durante el proceso, tanto en dosis como en tipo de principio activo. Psicoterapia y otras herramientas Aunque la medicación cumple un rol central, no alcanza por sí sola para resolver un trastorno de ansiedad de forma duradera. Por eso, Fernández destacó la importancia del enfoque integral, donde las terapias no farmacológicas ocupan un lugar igual de importante. “La psicoterapia ofrece estrategias para manejar la ansiedad, entender sus causas y prevenir recaídas. La medicación reduce los síntomas, pero la terapia trabaja sobre el fondo del problema”, explicó. Entre las opciones terapéuticas más utilizadas se encuentra la terapia cognitivo-conductual, que permite modificar pensamientos y conductas que alimentan el malestar. Otras intervenciones, como la psicoeducación, el mindfulness y las técnicas de relajación, también se suman al abordaje. “El tratamiento más efectivo combina recursos, no se limita a una sola herramienta. La integración entre medicamentos y terapia permite avanzar de forma más sólida”, reaafirmó. La ansiedad no tiene por qué convertirse en una condena. Con el tratamiento adecuado, supervisión profesional y un enfoque interdisciplinario, muchas personas logran recuperar su calidad de vida. La medicación, lejos de ser una solución mágica, se presenta como un apoyo clave dentro de un plan de tratamiento completo. “La salud mental necesita el mismo nivel de atención que cualquier otra dimensión del bienestar humano. El uso responsable de psicofármacos forma parte de esa atención. No se trata de medicar para tapar síntomas, sino de crear condiciones para que la persona pueda vivir mejor”, concluyó el psiquiatra. Frente a síntomas persistentes, malestar emocional que interfiere con la vida diaria, o simplemente dudas sobre lo que se está sintiendo, la consulta con un profesional de salud mental no sólo resulta recomendable, puede marcar la diferencia entre padecer en silencio o comenzar un camino de recuperación. Compartí esta nota:
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