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  • “La presión social por ser productivo genera un agotamiento emocional”

    » Elterritorio

    Fecha: 27/04/2025 07:59

    La psicóloga Karina Moreira sostuvo que el cambio cultural está en marcha, pero aún se requiere más espacios de escucha y políticas públicas para la salud mental domingo 27 de abril de 2025 | 6:05hs. En la actualidad la terapia comienza a verse como un acto de cuidado personal. En una sociedad atravesada por la hiperproductividad, la exposición constante y la urgencia por cumplir con estándares impuestos, la ansiedad se volvió una expresión recurrente del malestar psíquico. Especialmente entre jóvenes, la exigencia de tener todo resuelto antes de los 30, alcanzar logros visibles y sostener vínculos ideales genera frustración, agotamiento y síntomas que muchas veces son invisibilizados. En diálogo con El Territorio, la psicóloga Karina Moreira analizó las raíces contemporáneas de la ansiedad y el modo en que afecta al deseo, al cuerpo y a los lazos. “La ansiedad es un trastorno muy común en la sociedad actual. Estamos viviendo una época en la cual se presenta como síntoma de esa demanda constante de hiperproducción, en la que el sujeto no encuentra un lugar donde alojarse”, expresó al referirse al aumento de consultas clínicas por este tipo de malestar. A su vez, la profesional explicó que no se trata de una mayor visibilidad ni de un aumento en la conciencia sobre el tema, sino de una estructura social que empuja a los sujetos a rendir sin pausa. Esto genera un entorno donde la ansiedad se instala como una respuesta frecuente, muchas veces tolerada hasta que interfiere de manera directa con la vida cotidiana. “La preocupación por el futuro se transforma en ansiedad patológica cuando deja de estar vinculada a una situación concreta y se vuelve excesiva, persistente y desproporcionada. En ese punto, empieza a interferir con el funcionamiento cotidiano del sujeto”, señaló la psicóloga, en relación al límite entre el pensamiento anticipatorio y el padecimiento clínico. En la misma línea, Moreira indicó que la ansiedad no viene acompañada de otros síntomas, sino que éstos forman parte de una misma estructura. “Los síntomas como insomnio, irritabilidad o dificultades de concentración no acompañan a la ansiedad, sino que forman parte de la sintomatología de una estructura ansiosa, como tantos otros. Hay diversos niveles de ansiedad, algunos con síntomas más marcados y otros más tolerables”. Además, hizo referencia a cómo el trabajo incide en la estabilidad emocional, retomando una definición clásica. “Freud decía que la salud mental consistía en la capacidad de amar y trabajar. El trabajo representa la capacidad de sublimar pulsiones, es decir, canalizar la energía hacia fines creativos, productivos y aceptados socialmente. Por lo tanto, un exceso o una escasez de actividad laboral desestabiliza al sujeto, ya que el trabajo deja de cumplir su finalidad”, afirmó. En esa línea, remarcó que muchas veces el exceso de ocupación funciona como defensa frente al vacío, la angustia o el deseo. Al estar sobreocupado, el sujeto evita enfrentarse con esos puntos de conflicto. “La presión constante por ser productivo o exitoso desborda al yo y genera un agotamiento emocional que también es simbólico: pérdida de sentido, dificultad para desear, empobrecimiento del lazo social. El psicoanálisis no propone simplemente descansar, sino interrogar el deseo: ¿para quién trabajo?, ¿qué me obliga?, ¿qué estoy intentando demostrar?, ¿qué vacío intento llenar?”, planteó. Asimismo detalló, aunque el descanso sea posible, muchas veces se encuentra regulado por exigencias externas. “Considero que sí hay espacios para el ocio, pero aparece la presión de: ‘tenés que aprovechar, disfrutar, relajarte al máximo’. Es un superyó que ordena gozar. Incluso en el descanso, el sujeto puede sentirse culpable por no hacerlo bien”, advirtió. El ideal de tenerlo todo resuelto a una edad temprana fue otro de los puntos abordados. “Ese ideal puede convertirse en una fuente de malestar, porque más que un objetivo realista, funciona como un mandato inalcanzable, con el cual el yo se compara constantemente”. Mandatos En sintonía, la psicóloga añadió que muchas decisiones personales y profesionales están condicionadas por mandatos familiares y sociales. Según indicó, estos influyen de manera profunda en la constitución subjetiva, marcando elecciones que muchas veces se creen propias, pero responden a expectativas heredadas o a formas inconscientes de búsqueda de amor y validación. “Hoy, las redes sociales funcionan como un ‘ideal’ en el que la sobreexigencia ya no sólo viene de la familia o la cultura, sino que se multiplica. Vemos constantemente vidas aparentemente resueltas, trayectorias exitosas, relaciones perfectas. Eso genera la falsa creencia de que los otros sí lo lograron, mientras uno se siente en falta”, apuntó. En tanto, aclaró que esta lógica se vincula con el concepto de “falta en ser” del psicoanalista Jacques Lacan, estructural en el sujeto, pero negada por la cultura del rendimiento. Esa negación, según explicó, genera alienación. “En las redes, el otro está idealizado, entonces yo deseo lo que desea el otro. Ese mecanismo borra muchas veces el deseo propio y coloca al sujeto en una posición de alienación, en la que vive para ser mirado, aprobado, validado. Cuando no se logra esa validación, aparecen síntomas de baja autoestima, ansiedad, trastornos alimenticios o depresión”, sostuvo. Por otra parte, la especialista en salud mental abordó la diferencia entre un bajón emocional pasajero y un problema que requiere atención clínica. Desde el psicoanálisis no se trata de etiquetar, sino de escuchar el malestar como un mensaje del inconsciente. Si ese bajón se repite o se intensifica, puede marcar un conflicto estructural o una crisis que necesita ser elaborada. En cuanto a las señales de alerta, puntualizó: “Las señales físicas más importantes son el trastorno del sueño, cambios en el apetito o peso, somatizaciones o dolencias recurrentes sin causa médica clara. En el plano psíquico, debemos observar los cambios bruscos en el estado de ánimo, pérdida de interés, aislamiento social, discurso negativo, dificultades cotidianas, pensamientos de muerte o autolesiones”. En ese marco, reflexionó sobre los cambios sociales en torno al acceso a terapia. “En la actualidad, la terapia empieza a verse como un acto de cuidado personal. Cada vez más personas hablan de su proceso terapéutico, y muchas instituciones incorporan la salud mental en sus políticas. Sin embargo, el estigma persiste, sobre todo en ámbitos conservadores o en quienes fueron criados en contextos de represión emocional”. Por último, Moreira recalcó que el cambio cultural está en marcha, pero aún se requiere más educación emocional, más espacios de escucha y políticas públicas que integren la salud mental como parte esencial del bienestar. Compartí esta nota:

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