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Gualeguaychu » El Dia
Fecha: 25/04/2025 23:22
La reciente partida del papa Francisco conmocionó al mundo como pocos sucesos logran hacerlo hoy en día. A lo largo de esta semana atípica, miles de fieles acudieron a darle el último adiós en la Basílica de San Pedro, y millones de personas –creyentes, agnósticas y ateas por igual– compartieron mensajes de profundo respeto y aprecio hacia su ejemplo y compromiso humanitario. En ese sentido, las redes sociales, los medios de comunicación y las conversaciones cotidianas recordaron los incontables momentos y gestos destacados de su papado, con los cuales renovó a la Iglesia Católica y le habló a la humanidad entera instándola a conmoverse por los pobres y los que sufren, luchar contra las injusticias y cuidar la casa común, entre otros lineamientos propios de su discurso. En este momento histórico, en que el legado de Francisco despierta tantas reflexiones y emociones colectivas, Ahora ElDía conversó con el presbítero Gregorio Agustín “Goyo” Nadal Zalazar, quien compartió su mirada sobre la influencia que tuvo en la ciudad el Papa argentino y recordó las tres ocasiones en las que tuvo la suerte de conocerlo. Aunque actualmente ocupa el lugar de párroco en la Basílica Inmaculada Concepción, durante años el Padre “Goyo” forjó –y aún mantiene– un vínculo muy fuerte con Gualeguaychú, ciudad en la que se formó como sacerdote y ejerció su actividad pastoral hasta hace relativamente poco tiempo. A su partida a la localidad vecina de Concepción del Uruguay, de donde es oriundo, dejó el recuerdo de su carisma y cercanía en nuestra comunidad. “El mensaje del papa Francisco, su estilo de conducción, su cercanía, sus formas, y su modo de ver a la Iglesia y a la humanidad sin duda se fueron encarnando en distintas actividades de nuestra Iglesia en particular, más precisamente en Gualeguaychú. He visto cómo su mensaje y estilo fue de a poco haciéndose carne en nuestras comunidades, por ejemplo, con la creación de los Hogares de Cristo. Eso es algo que viene netamente de él y que acá lo trajo y llevó adelante Monseñor Lozano. Así que, en una máxima expresión pública y social, el Hogar de Cristo fue una bajada a la realidad de lo que el Papa nos dijo. Me parece que ahí tenemos para valorar y ver cómo la personalidad y todo lo que el Papa nos mostró se concretó en actividades puntuales, tanto a nivel social como también en el lenguaje y el estilo de ser Iglesia”. Tres encuentros con Francisco “Tuve la gracia inmensa de encontrarme con el Papa Francisco en tres oportunidades distintas de mi vida, y cada una de ellas marcó mi camino de fe de un modo único y profundo. La primera fue en 1999. Yo era maestro de ceremonias en una misa celebrada en la Catedral de Buenos Aires, con motivo del centenario de la Congregación Hijas de la Inmaculada. Allí me tocó coordinar la liturgia con quien entonces era el Arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Jorge Mario Bergoglio. Me llamó la atención su carácter adusto, casi distante por momentos, pero también su profunda obediencia y respeto por todo lo que le fui indicando en la celebración. Era un hombre sobrio, silencioso, pero de una espiritualidad que se adivinaba en cada gesto”, contó el padre “Goyo”. Y siguió: “Durante mis años en el seminario, me volví lector asiduo de sus homilías, y a través de ellas comencé a conocer mejor su pensamiento, su sensibilidad y su compromiso con los más pobres. Aquella influencia se volvió aún más cercana cuando llegó a nuestra diócesis monseñor Jorge Lozano —quien había sido obispo auxiliar de Bergoglio— y que, en muchos sentidos, había mamado su espiritualidad y su sensibilidad social. Fue así como empecé a descubrir en profundidad al futuro Papa, y a sentirme profundamente interpelado por su estilo evangélico”. “Años más tarde, ya como papa Francisco, tuve la segunda gran dicha: encontrarme personalmente con él en la Plaza San Pedro, junto a los sacerdotes Mauricio Landra y Pedro Brassesco. Fue un momento de gran cercanía, sin apuro, donde pude entregarle algunos obsequios de parte de los fieles de mi parroquia y compartirle algunas cosas personales. Me alentó con fuerza a ser fiel. Aquella palabra quedó resonando dentro de mí, como una llama encendida. Fue un encuentro corto pero inmenso, donde además me bendijo con su mano sobre mi cabeza. Nunca imaginé estar tan cerca de un Papa, y mucho menos tener ese diálogo mano a mano. Salí de ese encuentro con el alma en alto, lleno de entusiasmo”. Luego, el sacerdote recordó su tercer y último encuentro con el Papa: “Ocurrió en el Palacio Apostólico, en el marco de un acto muy solemne de la Rota Romana. Al finalizar su discurso, el Papa quiso saludar a todos los participantes. En esta ocasión no llevaba ningún regalo, sólo el número de teléfono de un sacerdote amigo que estaba atravesando un momento delicado de salud. Aunque el protocolo indicaba que sólo se podía estrechar la mano y seguir, no pude evitar romper las reglas (¡bien argentino!), y comencé a contarle al Papa sobre la situación de mi amigo. En ese instante, un monseñor me hizo señas para que terminara, pero el Papa me sostuvo fuertemente las manos y me escuchó con total atención, sin soltarlas. Fueron apenas unos minutos, pero para mí fue como si el tiempo se detuviera. Me miró con compasión, recibió el número, me agradeció el gesto… y cumplió su promesa: lo llamó”. “Salí del palacio lleno de ‘chochera’, con el corazón rebosante. ¿Qué más podía pedirle a Dios? ‘¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?’, dice el salmo. Eso sentía. Unos días más tarde, el padre Pedro me acompañó a buscar las fotos de esos dos encuentros. Al verlas, no podía creerlo: sus manos entrelazadas con las mías, su cercanía, su simpleza, sus gestos tan humanos y tan cristianos. Hoy, después de todo eso, siento que el gran desafío que me queda es tratar de vivir lo que él vivió: la alegría del Evangelio”, concluyó su relato. Un llamado a seguir el camino de Francisco Consultado acerca de qué espera del próximo Papa y qué camino desearía que continúe la Iglesia Católica, el padre “Goyo” respondió: “En primer lugar, que sigamos dando pasos para acercar el Evangelio de Jesús a las personas, a las periferias, a las realidades más dolorosas que lo necesitan. En segundo lugar, lo que también espero de la Iglesia de aquí en el futuro cercano, bajo la conducción de un nuevo Papa, es la unidad entre todas las personas. No solamente entre los cristianos, sino también trabajar para que no haya más guerras; para que nos comprometamos con actividades puntuales, donde lo que creemos se encarne en acciones de cuidado de los vulnerables. Es decir, que sigamos poniendo el Evangelio en las manos, en los hechos, y en el modo de mejorar y hacer presente lo que es parte de nuestra fe, que es el Reino de los Cielos”. Y agregó: “En este nuevo tiempo de la Iglesia, con un nuevo Papa, también deseo que tengamos la continuidad de todos los avances, de todo el caminar que venimos transitando hasta este momento. Otra de las cosas que espero de un modo especial es poner el foco en lo grande, pero no olvidarnos de lo pequeño. Es decir, pensar en gigante cuidando mucho los detalles”.
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