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» Diario Cordoba
Fecha: 25/04/2025 18:25
Un día después de la noticia bomba de la muerte de Francisco, el pasado lunes, un cardenal hongkonés tradicionalista se puso en contacto desde su país con una periodista estadounidense en Roma y manifestó su rabia. "¿Por qué comienzan tan temprano las Congregaciones Generales? ¿Cómo hacemos nosotros, los cardenales de las periferias, para llegar a Roma a tiempo?", le dijo, molesto, Joseph Zen, sugiriendo maliciosamente que la decisión del cardenal decano, Giovanni Battista Re, de convocar para el martes las congregaciones generales (las reuniones pre-cónclave), podría formar parte de un estratagema para influir en el proceso de sucesión, incluso antes de los funerales de este sábado. "La carrera hacia el cónclave comienza coja", concluyó la web ultratradicionalista Silere Non Possum (Callar no puedo). El incidente subrayó hasta qué punto ha sido frágil —y tensa— la relación entre la Iglesia de Francisco y el ala conservadora en estos años, pese a los esfuerzos del pontífice argentino por evitar rupturas definitivas. Zen, un cardenal (hoy no elector) que criticó abiertamente a Francisco por haber aceptado en 2018 un acuerdo con Pekín sobre los nombramientos de obispos católicos en China, ya en el pasado había acusado al Papa de traicionar a los católicos clandestinos de China, en una larguísima disputa con Pekín sobre la presencia de la Iglesia católica en ese país. Otra intervención fue en sentido contrario. Desde Brasil, donde tanta fuerza tuvo la Teología de la Liberación y las famosas comunidades cristianas de base, el teólogo Leonardo Boff, rehabilitado por Francisco tras una difícil relación con Juan Pablo II, calificó a Francisco "no como un nombre, sino como un proyecto de Iglesia". El difunto Papa no creía "en una Iglesia cerrada como un castillo, imaginándola rodeada de enemigos por todos lados [...] A esta Iglesia cerrada, él contrapuso una Iglesia en camino hacia las necesidades existenciales, una Iglesia como un hospital de campaña que acoge a todos los heridos, sin preguntarles cuál es su orientación sexual, su religión o ideología: basta con que sean seres humanos necesitados", opinó Boff. Lucía Feijoo Viera Mundos enfrentados Zen y Boff reflejaron así, en la misma semana de la muerte del pontífice, algunos de los tantos mundos enfrentados que se encontrarán este sábado, antes de que el fallecido Papa sea sepultado en la iglesia romana de Santa María la Mayor, en la ceremonia fúnebre en la basílica de San Pedro. Se verán allí, prácticamente codo a codo, enclaustrados en la misma explanada; sin haber resuelto sus asuntos pendientes, a poca distancia de líderes políticos también muy distantes entre sí, como Volodímir Zelenski y Donald Trump, quien además -junto a Javier Milei y Giorgia Meloni- formarán parte del significativo contigente de la derecha mundial presente en el acto. Todo esto en vísperas de un cónclave que, además, presenta altísimas incógnitas debido a la mayor presencia de purpurados procedentes de zonas remotas, que no se conocen entre sí y probablemente tendrán dificultades para hacer frente común. Las cuestiones aún abiertas no son pocas. Desde el rol de la mujer y los laicos dentro de la jerarquía de la Iglesia católica hasta la relación con las personas del mismo sexo, pasando por la cuestión de los diáconos y sacerdotes casados, e incluso la propia relación con China y el diálogo con países tan conflictivos como Rusia o Israel. Han sido muchos los temas abiertos en estos años, en clave aperturista, por Francisco, sin que se haya llegado a una solución definitiva debido a los enfrentamientos dentro del clero. Todo ello, además, con una cuestión de fondo quizá aún más divisiva y trascendental: el proceso sinodal, que ha comenzado a sentar las bases de una Iglesia más democrática (en la que no solo las jerarquías, sino también laicos y mujeres tengan voz y voto) en la toma de decisiones, resquebrajando la vieja cultura centralista de la institución. Paradojas eclesiásticas La descentralización de la Iglesia, su democratización y el mayor peso de las iglesias periféricas —tan solicitadas por el sector progresista cuando murió Juan Pablo II y rechazadas durante el papado de Francisco por muchos conservadores— han puesto en evidencia, además, algunas paradojas. Una de las más evidentes es quizá que, en el grupo de cardenales con derecho a elegir al próximo Papa —de momento 133, debido a dos bajas por problemas de salud—, aunque la gran novedad es que en el futuro cónclave el sector progresista podría ser mayoritario, también dentro de ese bloque "nuevo" hay cardenales —además de la vieja guardia conservadora— que se resisten a las reformas de Francisco. Y este grupo es, en los últimos años, el que ha hecho más ruido, junto con la Iglesia alemana, de tendencia ultraprogresista. DIRECTO | Miles de personas continúan despidiéndose del Papa Francisco en su último día antes de su funeral / Sara Fernández Por eso, una gran pregunta que esta semana circulaba entre los vaticanistas, conscientes de todas las variables que existen en el proceso de sucesión papal y del hecho de que el Vaticano sigue siendo una institución bastante hábil en mantener sus secretos, era: ¿querrán los cardenales avanzar, frenar o dar marcha atrás en lo conseguido hasta ahora? "Ese es un punto clave y la gran incógnita, dado que la geometría es muy variada. Hay, por ejemplo, cardenales abiertos en temas de inmigración, pero cerrados en cuestiones de moral; y también unos sesenta que han participado en el Sínodo de la Sinodalidad (la gran reunión en la que Francisco empezó a poner en marcha su reforma, en 2023 y 2024), que son conservadores y que inicialmente eran reacios a las aperturas, pero que poco a poco han empezado a apreciar el poder hablar abiertamente", contaba a este diario una fuente vaticana. El trabajo del diablo Otro aspecto son los envites desde fuera. En este grupo se encuentran los del poder político internacional —que, por supuesto, en estos días está pujando por un Papa afín—, cuya cara visible son a menudo los más radicales. En el caso de los conservadores, está, por ejemplo, el entramado de esa especie de internacional de la derecha católica, cuyos rostros visibles son actualmente personajes como Steve Bannon, exjefe de estrategia de Trump y hoy parte del movimiento MAGA (Make America Great Again), y su hombre en Italia, Benjamin Harnwell. "El Papa Francisco nombró a obispos que están radicalmente fuera de sintonía con los católicos practicantes. Eso ilustra el grado de desprecio que tenía por los fieles", decía Harnwell el jueves en conexión con Bannon desde la plaza de San Pedro. El asunto puede parecer una anécdota, pero no lo es. Fuentes internas contaban esta semana incluso sobre dosieres con información sensible de cada cardenal, preparados por grupos de extrema derecha y enviados a Roma para influir en unos y otros. Una forma más sutil —y oculta— de intentar marcar el destino de la Iglesia católica, además de los medios de comunicación que han ejercido en estos años como altavoz de ese sector. Como la emisora ETWN (Red de Televisión Palabra Eterna, en español), la cadena de televisión católica más grande del mundo, que el propio Francisco, sin citarla, criticó hablando del "trabajo del diablo", como escribió la revista jesuita America.
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