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» Primerochaco
Fecha: 24/04/2025 00:20
Por Pablo Aiken | Especialista en Seguridad Vial Durante años, los polarizados se instalaron en el imaginario popular como una solución efectiva contra el calor dentro del habitáculo del vehículo. Sin embargo, la evidencia técnica y científica nos muestra que esta creencia responde más a una cuestión de costumbre que a una realidad medible. Diversos estudios, entre ellos uno realizado por el Instituto de Seguridad Vial SESVI Argentina, probaron que los polarizados convencionales apenas disminuyen un grado la temperatura interna del auto. En condiciones de calor extremo, esa diferencia es insignificante. ¿Vale la pena perder visibilidad por una sensación térmica casi imperceptible? La respuesta es no, sobre todo si entendemos que ver y ser vistos es uno de los pilares fundamentales para evitar accidentes. La climatización del vehículo no es un lujo: es un sistema de seguridad activo. Conducir bajo temperaturas extremas afecta la capacidad de concentración y el tiempo de reacción del conductor. Pero esto no significa que cualquier medida para “bajar la temperatura” sea adecuada o segura. El error está en confundir oscurecer con proteger. La verdadera barrera contra el calor no es el tono oscuro del polarizado, sino su capacidad para filtrar los rayos infrarrojos (IR) y ultravioletas (UV), responsables del efecto invernadero dentro del vehículo. Los polarizados estándar no filtran estos rayos; simplemente oscurecen. Por eso hoy, las tecnologías más avanzadas —como los polarizados de nanocerámica o nanocarbono— representan una alternativa segura, transparente y eficaz. Estos sistemas permiten reducir hasta un 99% los rayos IR y UV sin perder visibilidad. Son translúcidos, es decir, cumplen con la ley de tránsito que exige una transmisión luminosa no menor al 75%. No sólo protegen del calor, sino que también cuidan nuestra salud ocular, reducen el deslumbramiento y ayudan a conservar los materiales del interior del auto. La mayoría de los siniestros viales ocurren por una mala percepción del entorno. Los polarizados oscuros —por costumbre, moda o mal asesoramiento— reducen profundidad de campo, entorpecen la visión nocturna y anulan puntos de referencia en días nublados o de lluvia. Lo peor es que dificultan ver hacia afuera y también hacia adentro: no ver al conductor complica la interacción vial, en especial para peatones, ciclistas o motociclistas. Y quien no es visto, no existe en la lógica del tránsito. Las nuevas generaciones de vehículos ya incorporan vidrios con tratamientos selectivos de fábrica. Algunos incluso incorporan tecnología de oscurecimiento gradual según la intensidad lumínica. Todo esto apunta a lo mismo: maximizar la seguridad sin comprometer la visibilidad. Como especialista en seguridad vial, y como ciudadano, mi recomendación es clara: polarizados, sólo si cumplen con la normativa y ofrecen filtrado real de rayos dañinos. Lo demás es una falsa sensación de confort que pone en riesgo la vida propia y ajena. La buena noticia es que hoy existen alternativas. La mala, es que seguimos creyendo que un vidrio oscuro protege más. Es tiempo de cambiar la forma de ver —literalmente— la seguridad vial.
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