Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Sede vacante

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/04/2025 14:05

    La muerte de un papa no es un mero acontecimiento eclesiástico ni un suceso digno de breve noticiario; es, en rigor, una convulsión telúrica del espíritu. Al quedar vacante la sede de Pedro -ese peñasco erigido en mitad de los siglos como bastión contra la intemperie del error y la disolución-, se abre también, en el corazón mismo de la historia, una sima de silencio, de desconcierto, de súplica muda. Como si el alma de la humanidad, desprovista de su última brújula, comenzara a errar en los páramos del sinsentido. Francisco, con sus luces y sombras -como todos los que han llevado sobre los hombros el peso del mundo-, fue un papa de gestos antes que de tratados, un pastor que descendió a las periferias sin abjurar del centro, un pontífice que entendió, como el viejo Newman, que hay más verdad en una lágrima recogida que en cien manifiestos doctrinales. Su pontificado, en muchos aspectos escarpado, fue también un grito de misericordia frente a la sordera de una época que ya no sabe distinguir entre compasión y permisividad, entre firmeza y rigidez. Pero hoy no es él quien nos interpela desde la muerte, sino el abismo que su ausencia deja al descubierto: ese hueco hondo que se abre cuando un símbolo viviente se apaga. Porque en un mundo en el que todo se relativiza, el papa era -aun para los descreídos- la última roca, el último testimonio de que hay algo que no se negocia ni se adapta ni se compra: la verdad que salva. Su sotana blanca era, en medio de las tinieblas, una epifanía de resistencia, un vestigio del Logos que aún pugna por encarnarse en la historia. Ahora que la cátedra está vacía y las campanas doblan no solo por un hombre, sino por el orden del sentido, comienza un tiempo de prueba que no se resolverá en el cónclave, sino en el juicio de nuestras almas. ¿Somos aún capaces de reconocer una voz que no grita, pero convoca? ¿Una mano que no apresa, pero sostiene? ¿Un rostro que no seduce, pero redime? Porque no se trata solo de elegir a otro papa. Se trata de si el mundo moderno -hastiado, pero aún altivo- desea todavía ser salvado. Y es ahora, precisamente ahora, cuando el humo de la confusión amenaza con entrar por todas las rendijas, cuando más urge recordar que la fe no es un consuelo privado, sino una forma de combate. Un combate contra la desesperanza blanda, contra el cinismo sonriente, contra esa idolatría laica que adora al hombre mientras lo vacía de alma. En el temblor de esta hora se decide más que una sucesión: se juega la posibilidad de que aún haya una voz que diga non praevalebunt, esto es: que las fuerzas del mal, por más que embistan, no prevalecerán sobre la roca viva del Espíritu. *Mediador y escritor

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por