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» Diario Cordoba
Fecha: 22/04/2025 03:11
"En las redes sociales, en Facebook, Instagram..., recibes mensajes perversos del ‘militar de alta graduación al que han violado y que al ver tu foto se ha enamorado al instante de ti’, del ‘hombre maduro con perro que al ver tu foto ha pensado que era un milagro porque tu mirada le recordaba a su mujer fallecida recientemente’, que si eres ‘su alma gemela’… Yo los cierro y los bloqueo, pero ves que es un bombardeo continuo y que si los recibe alguien con la autoestima baja, en un momento frágil o necesitado de una palabra amable, lo enganchan. Estos estafadores del amor dominan las estrategias psicológicas y detectan si te sientes solo o vulnerable por una pérdida. Es fácil que caigas y que te engañen", lamenta Rosa Ribas (El Prat de Llobregat, 1963), una de las voces más sólidas de la novela negra actual, sobre el tema vertebral de ‘Los viejos amores’ (Tusquets). Es ya la cuarta entrega de la saga de los Hernández, la compleja familia barcelonesa de detectives del barrio barcelonés de Sant Andreu, que como recuerda en el libro, excepto uno de sus miembros, "todos tienen las manos manchadas de sangre ". El hijo de una viuda, vecina del barrio, reclama sus servicios para saber quién engañó a su madre antes de su muerte. La familia lo investiga mientras los Hernández conviven con el duelo que se desató en 'Los buenos hijos'. Mateo sigue al frente de la agencia ayudado por sus hijas, Nora y Amalia, y la pareja de esta, Ayala, además de contar con las intuiciones de Lola, su mujer, que sufre transtornos mentales. Ribas se indigna al ver los diversos casos que saltan periódicamente en la prensa de estafadores del amor. "Es un negocio perverso que ataca a la gente más vulnerable, sobre todo mujeres mayores, pero también hombres. Son depredadores, como hienas que se lanzan sobre los más débiles y heridos -denuncia-. Envían miles de mensajes y correos al día y siempre alguno caerá. Es una trampa cruel. Ves los intercambios de correos con sus víctimas que se han publicado y te das cuenta de cómo les sacan información sin que se den cuenta y la usan para hacerles creer que las conocen, que comparten afinidades. Las hacen sentir jóvenes y deseables". "Cada uno lleva el duelo como puede. Ante la muerte no hay reglas. Todo es legítimo para superar ese vacío" La autora, que en 2024 publicaba el autobiográfico ‘Peces abisales’ (alterna cada año entre la novela negra y un libro al margen del género), incide en "el doble castigo de las víctimas". "Todo el mundo piensa que son idiotas y no reciben solidaridad ni compasión. Pero todos deberían ponerse en su lugar. ¿Cuántas veces nos cruzamos en la vida con personas que no eran lo que pensábamos o cuántas parejas no se dan cuenta de que viven con un monstruo? Si te engañan tienes miedo de contarlo para que no se rían de ti". Esta credulidad, añade Ribas, "la alimenta la educación romántica, de películas y novelas que abonan los grandes amores, una fantasía que te hace creer que eso dará sentido a tu vida. La canción ‘El ramito de violetas’ (de Cecilia) es perversa: ¡un maltratador te envía florecitas! Si hasta uno de los versos avisa de que es un 'demonio'!". Los Hernández aprenden a vivir con el duelo. "Cada uno lo lleva como puede. Ante la muerte no hay reglas, aunque pase el tiempo sigue ahí. Mateo necesita ir al cementerio, Lola se sienta en su habitación... Todo es legítimo para superar ese vacío". Parte del éxito de esta familia de detectives radica en la empatía que genera en el lector, asume su creadora. "Aunque puedan parecer inverosímiles, en realidad no son tan extraños y te recuerdan a tu propia familia. Las relaciones familiares siempre son complicadas. Ellos viven en un barrio y se mueven en escenarios cotidianos". Mateo y los suyos son, admite Ribas, "muy viscerales, y vengativos si tocan a uno de la familia. Entonces aplican el ojo por ojo. Son como un clan, están unidos por lazos atávicos y tienen una relación muy natural con la violencia, han sido educados en situaciones difíciles". "Mateo y Ayala -continúa- están acostumbrados a saltarse las líneas rojas y a entrar y salir de esa zona gris. Ambos tienen un pasado motero en el otro lado de la ley con una relación muy ambigua entre lo legal y lo ilegal. Creen que el fin justifica los medios. Y la nueva generación cae en eso mismo". "Mi reto está en lograr que el lector comparta sus ganas de venganza, porque la ficción te permite sacar tus impulsos más negros y pensar si en la vida real serías capaz. ¡Ojo, que no digo que la gente se tome la justicia por su mano!", sonríe. A Ribas no le interesan "las novelas morbosas y truculentas ni recurrir a la sangre ni a asesinos en serie, que son anomalías que no hablan de nosotros". Para ella, la clave está "crear personajes complejos con conflictos personales y morales. En crear tensión entre ellos y hacer que el lector quiera saber cómo los resolverán. El día a día puede ser muy emocionante si eres capaz de mantener el suspense". De ahí que la autora de ‘Un asunto demasiado familiar’ siga guardándose en la manga para una quinta entrega secretos de la familia por desvelar.
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