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  • El legado de una Iglesia nueva

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 21/04/2025 06:45

    Velas decoradas, flores y fotografías del Papa Francisco en la base de la estatua deJuan Pablo II afuera del Hospital Gemelli. REUTERS/Ciro De Luca Hace varios años, Aldo Carreras, con la confianza de quien habla de un amigo a quien conoce desde siempre, me dijo: “Este loco se propuso dos objetivos: cambiar la Iglesia y cambiar el mundo”. Para quienes no lo conocen, el profesor Aldo Carreras es un hombre vinculado a la Iglesia, la educación y el peronismo, y fue una de las personas más cercanas a Francisco, pero siempre mantuvo un perfil muy bajo. Y cuando dice “este loco”, me estaba diciendo “Francisco no se anda con chiquitas, apuesta muy fuerte, tal vez demasiado fuerte para sus posibilidades reales”. Yo suelo comparar la edad de Francisco cuando inicia su papado, con la edad de Perón cuando asume su presidencia en 1973. Muchos críticos dicen “Perón sabía que le quedaba poco tiempo de vida, no debió ser presidente”. Cuando Francisco inició su papado se escuchaba lo mismo: “Le falta un pulmón”, “tiene muchos problemas de salud”, “no va a durar demasiado”. Soy un convencido de que aquellos hombres que son convocados por la historia no miden riesgos y se sienten más cerca de la eternidad que de la finitud humana. Aunque la biología no entiende mucho de demandas históricas y juega malas pasadas. Claro que con Francisco además de la biología tuvo otras ayudas. Cuando le preguntaban: “¿Tenemos Francisco por muchos años más?”, respondía: “Que lo diga El de arriba”. Traducido: tengo una misión que cumplir y la seguiré cumpliendo hasta que Dios decida. Hoy “El de arriba” decidió. Y quienes aprendimos a quererlo estamos sufriendo el dolor y la tristeza por su partida. Pero Dios fue generoso y le dio a Francisco doce años de una lucidez y vitalidad envidiables en una persona de su edad. Arrancaba su día a las 4 o 5 de la mañana para rezar. Leía, escribía, llamaba por teléfono a mucha gente sencilla, tenía un maratón de audiencias todos los días, viajaba. Solía aclarar: “Eso sí, siempre duermo una hora de siesta...”. Como si fuese una vacación reparadora. Una fotografía del papa Francisco proyectada en el Obelisco de Buenos Aires. (Foto AP/Natacha Pisarenko) El tiempo es superior al espacio El pensamiento y la acción del Papa Francisco se basan en cuatro principios que lo guían desde su juventud: “El tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea; el todo es superior a la parte”. En su Encíclica Evangelii Gaudium desarrolla estos cuatro principios. “El tiempo es superior al espacio”. “Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad (...). Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos.” “Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo, es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios”. “Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.” Cuando Francisco se puso al hombro la tarea de impulsar profundos cambios en la Iglesia Católica, lo que hizo fue justamente aplicar este principio. Un retrato enmarcado del Papa Francisco se exhibe en la Basílica de San José de Flores, donde una vez sirvió el pontífice, entonces cardenal Jorge Bergoglio, en Buenos Aires, Argentina. REUTERS/Tomas Cuesta Otro amigo, Julio Baraibar, ayer escribía que Francisco ha logrado “deseuropeizar” a la Iglesia Católica, al convertirla en la iglesia de las periferias, una Iglesia que se proyecta hacia Oriente, África y América Latina. Justamente de eso se trata lo de “iniciar procesos”, Francisco ha dado un giro y nueva orientación a la Iglesia que no descansa solo sobre su persona, sino que ha generado “nuevos dinamismos que van a fructificar en importantes acontecimientos históricos”. La última vez que lo vi en 2019, le comenté: “Usted está nombrando cardenales de distintos países”. Su respuesta fue: “Sí, antes se ocupaba el Cardenal Bertone y nombraba mayoría de cardenales europeos, ahora yo estoy cambiando un poco eso…”. Al día de hoy, el Colegio cardenalicio está formado por 252 cardenales; 138 son electores y participarían en el próximo cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco. Cuatro de cada cinco cardenales que votarán en el futuro cónclave han sido elegidos por el pontífice argentino. En la última década, el Colegio cardenalicio se ha hecho más universal y más joven: hay 94 países representados y la edad media de los electores es de 69 años. El tiempo es superior al espacio y el proceso de cambio en la Iglesia Católica está en marcha indetenible. Nos queda el dolor de no haberlo recibido en su tierra Entre tantas macanas que se mandó el progresismo que cooptó al peronismo en los últimos años, está el haber despreciado y estigmatizado a Jorge Bergoglio, el primer Papa de las periferias. Un periodista con enorme poder sobre el aparato cultural del kirchnerismo inventó una historia falsa sobre el papel de Jorge Bergoglio durante la dictadura. Historia falsa repetida miles de veces por toda la prensa seguidora del catecismo progresista. A la vez, los sectores conservadores de la Iglesia Católica y de la derecha liberal le colgaron el sayo de Papa “peronista”. En lo que sí coincidían todos -hasta el presidente actual que lo había insultado públicamente– es que era bueno y necesario ir a Roma a sacarse una foto con un líder de enorme prestigio mundial. Cada lado de la grieta lo tironeaba para su lado. Y cuando se le preguntaba por qué no venía, respondía que no estaban dadas las condiciones. Su fundado temor era que su visita a la Argentina no sirviera para tender puentes como él deseaba sino para ser un motivo más de desencuentros. Hoy ya no lo tenemos con nosotros. Tengo profunda fe en que las nuevas generaciones, descontaminadas de tanto fuego de artificio, descubrirán al Papa Francisco que sus contemporáneos no supimos ver. Querido Francisco, hoy somos muchos los que estamos rezando por Usted.

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