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Concordia » Diario Del Sur Digital
Fecha: 21/04/2025 01:59
El sol estaba en su esplendor este sábado en Pueblo Liebig, cuando se me ocurrió preguntar en un boliche si conocían a Oscar Perdomo que hace poco se mudó a ese pulmón verde. Un señor muy atento con un repasador en mano, esos de repasar muebles y mesas me respondió muy atento a mi requisitoria. Ese señor está a la entrada al lado del Club, me contestó de manera muy segura. Como para tomar confianza le dije; está movido el pueblo, a lo que el oyente me contestó ¡está lindo! Hay muchos turistas… Osvaldo Darío Fernández, peina canas (foto) y tiene unos largos 70 años. Contó que sus abuelos trabajaban en el Frigorífico de capitales ingleses desde principios del siglo XX. Liebig llegó a albergar unos 3.000 trabajadores en su esplendor entre la primera y segunda guerra mundial. “Desde acá se proveía a los aliados del Corned Beef”, nos cuenta don Osvaldo. Hoy, el frigorífico es un gran duende de hormigón que cerró allá por 1980, que quiere renacer de las cenizas en una especie de medio cultural y comercial. “Estamos a unos pocos kilómetros de Colón que ha crecido en forma exponencial turísticamente y creo que no falta mucho para que Liebig sea una parte importante del circuito entre Colón y San José”, nos señala Osvaldo. Liebig tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos a partir del cierre del Frigorífico, “la mano de obra desocupada supo sobrevivir y reinventarse a actividades como al desplume de aves (peladero), Las Camelias, Bonnín Hermanos y el frigorífico Noelma S.A. y los aserraderos de la zona que de alguna manera absorvió esa mano de obra”, explicó Fernández. Señalando con su dedo índice, don Osvaldo, desde su boliche de esquina frente a la Iglesia, nos describe las casas de los obreros construídas en serie y los chalets en un apartado que era por lo general usada por los empresarios. También la “Casa de Visitas”, en donde supo pernoctar hasta el mismísimo príncipe de Gales allá por el año 1925. A modo de continuar ilustrando su charla, Fernández aclaró que la materia gris la aportó Justus Von Liebig, un alemán que inventó el extracto de carne enlatado que permitía transportar sin inconvenientes el producto al nuevo mundo, pero que el capital era inglés. Paradójicamente Liebig nunca pisó estas tierras. Los minutos se tornaron muy importantes ante el interlocutor, pero yo tenía que continuar viaje. Liebig no es el pueblito de hace unos ocho años atrás. Es un ave fénix que supo resurgir de las cenizas y que promete mucho más. Liebig es un reflejo de su gente obstinada a bajar lo brazos y a querer un futuro mejor para sus hijos y para quienes lo visitan.
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