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Fecha: 21/04/2025 01:01
Murió este domingo 20 de abril a los 80 Años. Otra pena infinita, otro gol en contra que no pudo evitarse y que le duele a todo aquel que ame una pelota de fútbol. Pena enorme. Irreparable. “Osvaldo, qué problema va a tener ahora… ¿cómo hace para sacarme del equipo después de este partidazo?”, le contó el propio Gatti al periodista Osvaldo Pepe en su biografía, “Yo el único”. El 5 de agosto de 1962, Zubeldía lo había hecho debutar en el 2-0 de Atlanta a Gimnasia, en el Bosque. Hugo estaba por cumplir 18 años y mostró credenciales en el primer centro que bajó. “Con una mano, la traje al pecho, la besé y saqué”, relató. Con una mano, como Amadeo, como Néstor Errea. La estadística puede contar la vida de Gatti, pero es apenas un documento. Hay historias, vivencias, anécdotas, detalles, jugadas, goles impedidos, goles sufridos que lo retratan mejor. Fue “un gaucho” de Carlos Tejedor que aterrizó en Atlanta en 1962. Dos años después pasó a River hasta el 68 cuando se fue a Gimnasia. En el 75 se instaló en Unión y desde el 76 hasta el retiro forzado en 1988, en Boca. Intocable para los hinchas de esos equipos, aún en los de River, donde tuvo que convivir con la idolatría sin límites que la gente sentía por Amadeo. Tres títulos locales y tres internacionales con Boca (el Metro y Nacional 76, el Metro 81 cuando llegó Maradona, junto a las dos primeras Copas Libertadores xeneizes en 1977 y 1978, y la Intercontinental ante el Borussia). Junto a Fillol, tienen el récord en atajar penales: 26. Y listo. Luis Artime y Carlos Timoteo Griguol fueron sus tutores en el Atlanta de los claveles. Hugo fue titular cuando vendieron a Errea a Boca. “Yo, inconscientemente, asimilé cosas de los grandes como Amadeo, Errea o Yashin, que fueron los que me impactaron. Néstor fue un adelantado, el arquero más fino que vi en mi vida”, declaró. Si en Atlanta aprendió de Errea, en River hizo el posgrado con Amadeo con quien, además, tuvo la osadía juvenil de competirle el puesto. A River lo llevó Juan Carlos Lorenzo, con el que tuvo una larga y estrecha relación. El Toto, más adelante, lo sacó de Gimnasia para llevarlo a Unión y después a Boca. También lo incluyó como tercer arquero en la Selección Argentina en el Mundial de Inglaterra, donde compartió plantel con José Omar Pastoriza. Vueltas de la vida, el Pato lo retiró en Boca después de “comerse” un gol ante Deportivo Armenio. Se comía goles Hugo, sí. Como Amadeo, como Errea. ¿Y? Medio siglo antes a lo que quieren Guardiola, Klopp y otros entrenadores de sus arqueros, ellos lo hacían acá. Lo inventó Amadeo, lo siguieron Errea y Hugo. Se comían goles y evitaban muchos. Y ayudaban a hacerlos. Por el manejo de los espacios y las distancias, por anticipar al adversario, por la salida rápida y precisa con los pies. De los “goles de biógrafo” a los “goles de campeonato”. ¿Cómo olvidar aquel corte de Hugo en la Bombonera ante Estudiantes en el 81, su carrera hasta la mitad de cancha y el pase a Perotti para que el Mono encarara y se fuera a hacer el gol definitivo de un partido clave por el título que Boca peleaba con Ferro? El primer penal se lo atajó a San Lorenzo. El más recordado, al brasileño Vanderley en el Centenario, que significó la primera Copa Libertadores para la historia de Boca, el que conducía el Toto Lorenzo. Y de tantos, hay uno especial por las circunstancias. Fue en el 75 en Vélez. Unión había “vendido” la localía a River para tener una recaudación mayor. El Amalfitani reventaba de gente y el paso del River de Labruna hacia el primer título en 18 años tuvo un freno ante el Unión del Toto, donde atajaba Gatti y que ganó 2-0 (goles de Mastrángelo y Luque). Gatti le paró un penal al Beto Alonso. No era poco. Por lo que se jugaba y porque era el Beto. Llamaba la atención Hugo, no solo por su forma de jugar. En los 60 era el Beatle y se vestía de forma estrafalaria cuando la sobriedad era el sello de los arqueros. Se lo ha visto con tela escocesa, remera, pantalón y medias. Un Loco. Tenía otras excentricidades. Había sellado las puertas de su 404 y salía por el techo. Aquel Peugeot sacudía el mercado con el techo corredizo y Gatti le encontraba la vuelta a cualquier cosa para llamar la atención. Un adelantado, como su ídolo Muhammad Ali. Su hijo Lucas lleva Cassius de segundo nombre. Una osadía. El romance con Boca empezó con la escoba que alguna vez le tiraron en la Bombonera, en un Superclásico. Hugo se puso a barrer el área y se metió a todos en el bolsillo. Con el tiempo, la 12 no le perdonó que hiciera campaña por Raúl Alfonsín. Fue primer actor de la grieta del arco. El en su estilo, el inmenso Ubaldo Fillol, en el de los “atajadores”. Argentina iba a ser campeón mundial de 1978 con Hugo Gatti de arquero. Fue el “Oso de Kiev” en aquel mítico amistoso bajo la nieve ante la URSS que se ganó 1-0 con gol de Kempes en el 76. Fue titular en la serie internacional del año siguiente que se disputó en la Bombonera hasta el 1-3 con Alemania. Pero estaba lesionado de una rodilla y debió operarse. Fillol fue el relevo en el equipo de Menotti. Se fue a vivir a España, de vez en cuando volvía al país. Aquí eludía a los medios. Allá soltaba la lengua, fuerte. “Al lado de los jugadores que yo vi, Messi no existe”, aseguró en El Chiringuito. Provocador, vaya uno a saber si lo dijo convencido. En todo caso, un mal cálculo, una salida apresurada del arco. “El fútbol es alegría y yo le doy alegría a la gente” afirmaba. No era un slogan. Era cierto. Fue así, fue un gusto que Gatti haya pasado por estos lugares todo este tiempo. Gracias, Loco. Fuente: Clarin
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