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» Diario Cordoba
Fecha: 20/04/2025 06:26
Compartimos una situación histórica común con las poblaciones del sur de Jaén, ya que tanto las Sierras Subbéticas cordobesas como las del Santo Reino fueron durante dos siglos la frontera entre la España cristiana recién conquistada y el reino nazarí de Granada. No es de extrañar, por tanto, que en el siglo XIII, poblaciones a caballo entre el reino de Córdoba y el de Jaén, como Martos, Porcuna, Bívoras, Locubín, Alcaudete, Priego, Zambra, Zagra, Algar, Carcabuey y Albendín, constituyeran lo que se ha denominado el Señorío Andaluz de la Orden de Calatrava, gracias a las donaciones hechas por el rey Fernando III a dicha orden militar para la defensa fronteriza de ese amplio territorio. Los difusos límites entre ambas provincias se ponen de manifiesto en documentos mucho más recientes, así en el Mapa Li Regni di Granata é D’Andalucia de G. Rossi, del año 1696, se sitúa a Alcaudete y Alcalá la Real dentro del reino de Córdoba. Por si fuera poco, gran parte de las aguas que recogen estos macizos calcáreos alimentan, por su vertiente occidental, al río Víboras y al río San Juan, tributarios ambos de nuestro cordobés río Guadajoz. Así que una porción de las aguas que fertilizan, por ejemplo, las huertas de Castro del Río, provienen de estas sierras de Jaén, que pillan más a mano que muchas del extremo sur de la provincia de Córdoba. Por eso me atrevo a incluir la peña de Martos dentro de los paisajes literarios cordobeses, y, además, lo hago atendiendo a un autor cordobés. La lozana andaluza es una novela en forma de diálogo publicada de forma anónima en Venecia, en 1528. Describe la vida de los bajos fondos de Roma durante el primer tercio del siglo XVI, especialmente entre la comunidad de judíos españoles que se trasladaron progresivamente a Roma tras la instauración del Santo Oficio en España en 1481. Su autor es muy probablemente Francisco Delicado, un clérigo, médico, editor y escritor español de la época del Renacimiento, huido de Roma un año antes debido al sentimiento antiespañol provocado por el saqueo de esa ciudad por las tropas del emperador Carlos V. No se sabe apenas nada sobre su origen, aparte de lo que cuenta en sus obras, publicadas la mayor parte de ellas en Roma y Venecia. Aunque se confiesa natural de Martos, sólo pasó allí su infancia y primera juventud, naciendo en Córdoba o en otro lugar de esa diócesis. Por sus conocimientos sobre las costumbres de los judíos conversos, es posible que él también lo fuera y por ello tuviera algún interés en ocultar su lugar de nacimiento. Su protagonista principal, la prostituta Aldonza, conocida como «la lozana andaluza», es también oriunda de Córdoba: «Yo doy muchas gracias a Dios porque me formó en Córdoba más que en otra tierra, y me hizo mujer sabida y no bestia, y de nación española y no de otra». La obra, dividida en capítulos llamados mamotretos, se inspira en las propias experiencias del autor en los barrios prostibularios de Roma en aquella época, y descubre todas las truhanerías y obscenidades propias del oficio más antiguo del mundo. Alusiones a Córdoba Pero volviendo a lo que nos interesa, a lo largo de la obra encontramos alusiones a pueblos cordobeses como Baena, Luque o Montoro, aunque no son comparables a los párrafos que dedica a Martos en boca de uno de sus personajes, llamado Silvano: «Es una villa cercada y cabeza de maestrazgo de Calatrava, y antiguamente fue muy gran ciudad, dedicada al dios o planeta Marte. Como dice Apuleyo, cuando el planeta Mercurio andaba en el cielo, al dios Marte aquella peña era su trono y ara, de donde tomó nombre la peña de Marte, y, al presente, de los Martos, porque cada uno de los que allí moran son un Marte en batalla, que son hombres inclinados al arte de la milicia y a la agricultura, porque remedan a los romanos, que reedificaron donde ahora se habita, al pie de la dicha peña, porque allí era sacrificado el dios de las batallas». Sobre el carácter infranqueable del risco donde se levantaba la antigua fortaleza no deja dudas: «Y la Peña de Martos nunca la pudo tomar Alejandro Magno ni su gente, porque es inexpuñábile a quien la quisiese por fuerza; ha sido siempre honra y defensión de toda Castilla. En aquella tierra hay las señales de su antigua grandeza en abundancia. Esta fortísima peña es tan alta que se ve Córdoba, que está catorce leguas de allí». Se muestra también conocedor de los acontecimientos históricos que con esta escama calcárea se relacionan: «….es una felice patria donde, siendo el rey, personalmente mandó despeñar los dos hermanos Carvajales, hombres animosísimos, acusados falsamente de tiranos». Como vemos, otra importante conexión con «lo cordobés». Juan y Pedro Alfonso de Carvajal, comendadores de la orden de Calatrava, antes de ser arrojados desde la cima de la peña de Martos, emplazaron al rey Fernando IV a comparecer ante el juicio de Dios en el plazo de treinta días por las muertes injustas a las que el monarca les condenó. Eso ocurrió el 7 de agosto de 1312. Un mes después, el 7 de septiembre del mismo año, a los 26 años de edad, el rey murió misteriosamente en la ciudad de Jaén. Un cúmulo de circunstancias que arrancan en este luctuoso suceso hicieron posible que las sepulturas de dos reyes de Castilla, Fernando IV y su hijo Alfonso XI, se encuentren actualmente en la Real Colegiata de San Hipólito en Córdoba, así como la construcción por orden del nieto de Fernando IV, el rey Enrique II de Trastámara, de una joya del arte mudéjar, como es la capilla real de la Mezquita-Catedral, destinada inicialmente a acoger los restos de sus antepasados. Un ejemplar de cabra montesa. / AUMENTE Entre retamas y cabras montesas Desde el área recreativa del paraje de Los Charcones, un zigzagueante sendero que se abre paso entre rocas calizas y matas de retama, nos permite ascender a la cima de la peña de Martos, a 1.003 metros de altitud, para revivir las palabras que Francisco Delicado puso en boca de su personaje Silvano. Sorprende la espléndida superficie que ocupaba la fortaleza, así como las inmejorables vistas que desde allí se ofrecen, comprendiendo el importante componente estratégico de este lugar. Los numerosos restos visibles actualmente, entre los que deambulan algunas cabras montesas y sobre los que vuelan una pareja de cernícalos vulgares, formaban parte de un impresionante castillo edificado por la orden de Calatrava en el siglo XIII, sobre otra fortaleza musulmana que, a su vez, reutilizaba el emplazamiento y las defensas de una primitiva fortificación íbero-romana.A lo largo del recorrido disfrutamos de hermosas vistas de la Sierra de la Grana, que debe su nombre a un insecto parásito de la coscoja (quercus coccifera), empleado antiguamente como colorante y del que deriva el color de grana o carmesí (del árabe quermezí). El personaje Silvano decía refiriéndose a Martos: «Tiene monte, donde se coge mucha grana, y grandes términos y muy buenas aguas vivas». Existen documentos que acreditan que por aquellos años el concejo de Baeza regulaba la recogida de este producto en el mes de mayo; y que, por ejemplo, en 1489, un tal Juan Sánchez Salinas lleva 100 libras de polvo de grana a la ciudad de Pisa, confirmando de este modo la existencia de relaciones comerciales entre el territorio jiennense y lo que hoy es el país italiano. Suscríbete para seguir leyendo
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