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  • HOMILÍA! Obispo habló de "Una Iglesia hospitalaria que recibe al extraño en la condición que viene"

    » Corrienteshoy

    Fecha: 18/04/2025 15:01

    HOMILÍA! Obispo habló de "Una Iglesia hospitalaria que recibe al extraño en la condición que viene" Homilía de monseñor José Adolfo de la Misa Crismal La misa crismal es expresión e imagen de la sinodalidad en la comunión sacerdotal. En ella se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos que se utilizaran a lo largo del año. En este día, los sacerdotes renovamos las promesas que un día realizamos, recordando la fidelidad de Dios y el compromiso con el servicio a la Iglesia. Sinodalidad, como sabemos, significa caminar juntos, esta nota se refiere a un estilo de vida y de trabajo en la Iglesia que enfatiza la participación de todos sus miembros en la toma de decisiones y en la misión de la Iglesia. Esta celebración nos recuerda la unidad del sacerdocio y la implicación, intervención, colaboración, aportación, contribución, cooperación de todos sus integrantes. Una Iglesia sinodal impacta en todas las áreas, su influencia es muy fuerte y decisiva –especialmente en lo social, político, económico, etc.-. Comienza “ad intra” de la Iglesia y se proyecta como en círculos concéntricos “ad extra” con impactos de transformación y de profecía mostrando que se puede trabajar en modo colectivo, respetar la diversidad permaneciendo profundamente unidos, proyectar desde el bien común, superar conflictos, modificar realidades, etc. El pasaje de san Lucas que acabamos de proclamar nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret. Es un momento crucial, un punto de inflexión en su ministerio público. Podemos decir que es la presentación de su plan pastoral para el trienio. Contemplamos a Jesús leyendo el rollo del profeta Isaías, proclamado con voz firme y segura. Es una declaración de intenciones, un manifiesto de su misión. No sólo se limita a recitar las palabras del profeta, sino que las hace suyas, las asume como propias, las vive y las encarna. Se identifica plenamente con la misión mesiánica anunciada que está dirigida a los marginados, a los que sufren, a los que han perdido la esperanza. La Buena Nueva que Jesús anuncia no es una promesa vaga o lejana, sino una realidad tangible, presente en su persona y en su obra. Es la liberación de la opresión, la sanación de las heridas, la restauración de la dignidad humana desde lo más profundo e interior. Es la experiencia de la gracia divina, la posibilidad de un nuevo comienzo, la esperanza de una vida plena y justa. Nos aporta criterios y acentos que pueden sernos útiles a estos tiempos, a nuestro aquí y ahora: una “Iglesia en salida” que es enviada y se enfoca en la misión de evangelizar, flexibilizando sus estructuras para conectar con la gente y sus necesidades; una “Iglesia hospitalaria”, que recibe al extraño en la condición que viene, cuida la vida y genera esperanza siendo lugar de acogida, sanación y compasión; una Iglesia que anuncia el “Año de gracia del Señor”, que no se reduce a un periodo de tiempo limitado, sino a una actitud permanente, una disposición a la misericordia y al perdón. Es la invitación a experimentar la compasión de Dios, a dejarse transformar por su amor, a vivir en la justicia y en la paz, ser anuncio de salvación con nuestras vidas, siendo portadores de su mensaje en un mundo a menudo marcado por antivalores y oscuridad. Una Iglesia, con todos sus miembros “Juglares de Dios” que no pierden la oportunidad de ser protagonistas transformadores en estos tiempos. El sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles se complementan y enriquecen mutuamente. Aunque distintos en su naturaleza, convergen en la misión y en la participación activa de todos los miembros en la construcción del Reino de Dios. Algunos puntos de encuentro como para tener en cuenta: en primer lugar, tanto el ministerio sacerdotal como el sacerdocio común de los fieles derivan del único sacerdocio de Cristo. Ambos sacerdocios, aunque difieren en grado y función, se ordenan el uno al otro, participando a su manera del único sacerdocio. En segundo lugar, ambos sacerdocios se basan en el servicio a la comunidad. Los sacerdotes, por su ministerio, sirven a la Iglesia guiando, enseñando y celebrando los sacramentos, mientras que por el sacerdocio del bautismo se contribuye a la construcción del Reino de Dios a través del testimonio de vida, oración y caridad. En tercer lugar, la sinodalidad, como estilo de la Iglesia busca fomentar la participación activa de todos los miembros en la vida y misión de la Iglesia. Esto implica diálogo y discernimiento permanente donde ambos sacerdocios se complementan y colaboran en la toma de decisiones y en la construcción –ejecución- de una Iglesia cada día más sinodal y misionera. “Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó […]Entonces comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír»”. Que a través de nuestro compromiso el “hoy” teólogico de Jesús se actualice y sea realidad en el “hoy de la vida” de muchas personas y de nuestro pueblo correntino.

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