19/04/2025 02:39
19/04/2025 02:39
19/04/2025 02:37
19/04/2025 02:37
19/04/2025 02:36
19/04/2025 02:36
19/04/2025 02:36
19/04/2025 02:34
19/04/2025 02:33
19/04/2025 02:32
» Diario Cordoba
Fecha: 17/04/2025 03:44
Latas de legumbre, linterna, radio a pilas, medicamentos... Todo esto se recomendó por la Unión Europea hace unas semanas como parte de un kit básico de supervivencia para 72 horas. Este consejo ya descansa en los trasteros de los ciudadanos más proclives a la prevención. Muchos otros, sin embargo, hemos hecho caso omiso a la recomendación, confiando en que la despensa española suele estar bien abastecida, que el armario de los medicamentos no escaseará, y esperando que no sea necesario usar una radio de onda corta que, por otro lado, no sabríamos sintonizar si no es a través de nuestros dispositivos móviles. Mientras tanto, en el telediario, asistimos atónitos a la imposición floral del presidente Pedro Sánchez en honor al fallecido presidente vietnamita Ho Chi Minh durante su visita oficial a Vietnam. Todo ello vinculado, además, con la visita oficial del presidente español a China. Pero antes de llevarnos las manos a la cabeza merece la pena recordar que éste es el tercer viaje oficial al gigante asiático. Además, hace un año, el propio Gobierno de Aragón se reunió con el gobierno chino para explorar nuevas vías económicas para nuestra tierra. Sin embargo, hoy todo tiene una doble lectura. Los viajes o reuniones oficiales que antes pasaban prácticamente sin pena ni gloria, como una obligación más para fomentar el desarrollo económico de España, hoy se leen en clave geopolítica. Así, hay quien dice que la visita del presidente Pedro Sánchez a China no solo trata de explorar nuevas vías de mercado para España, sino que es un aviso de toda Europa a los Estados Unidos en plena guerra arancelaria; y que la visita a Vietnam no tiene tanto que ver con apoyar a las empresas españolas para que obtengan el contrato de construcción del AVE entre Hanoi y la ciudad de Ho Chi Minh, sino con hacer un guiño al único país que ha conseguido que Estados Unidos perdiera una guerra. Y es que la realidad ha cambiado mucho en muy poco tiempo, y el presente que vivíamos hace unos meses, de tranquilidad internacional, ya no es tal. También es cierto que me permito usar la palabra tranquilidad porque esto no es Ucrania, invadida por Rusia desde hace ya tres años; ni Gaza, donde las bombas llevan cayendo sobre niños y civiles, en un claro intento de limpieza étnica por parte de Israel, durante ya demasiado tiempo. Y todo mientras hacemos caso omiso a la masacre, y sólo por nombrar dos conflictos que no nos resultan tan lejanos. Pero lo cierto es que esta tranquilidad internacional –nada tranquila– era nuestra realidad, y de repente se ha visto interrumpida por un loco multimillonario que vive en la Casa Blanca y que ha ganado unas elecciones esgrimiendo el miedo a la falta de oportunidades económicas y al diferente como arma de batalla, prometiendo a sus ciudadanos volver a la autarquía social, económica e industrial, como si eso generase estabilidad a la ciudadanía en un mundo globalizado como el actual, en vez de justo lo contrario. Y aun así, hay quien, bien porque no le han afectado las caídas de las bolsas de todo el mundo, o porque ha decidido obviar la realidad, se mantiene impertérrito ante la preocupación. Como si el llamamiento a las latas de alubias, las pilas y la radio de onda corta no fuera con ellos. Como si el Plan de Rearme Europeo, los aranceles americanos o la decadencia de la OTAN ahora que Estados Unidos ve a Europa como un competidor en vez de como un aliado, fueran cuestiones sin relevancia alguna para la gente normal. Pero siento decir que no lo veo así y que yo sí que estoy asustada; que no son meras anécdotas de geopolítica sin incidencia en nuestra vida cotidiana. Ya sea por el aumento del presupuesto de Defensa, que tendrá que financiarse con recortes en otros ámbitos, o por el regreso del debate sobre la necesidad de un servicio militar obligatorio, pronto veremos cómo esto impacta directamente en nuestras vidas. Así que sí, no me avergüenza decir que yo sí tengo miedo al devenir de los tiempos, porque ahora mismo me viene fatal la Tercera Guerra Mundial -permítanme el humor para sobrellevar el temor- y sólo espero que Europa avance hacia la unión real bajo sus principios fundacionales de libertad, democracia, igualdad y Estado de Derecho, y fomento de la paz y la estabilidad para hacerse valer y reunir fuerzas ante los sátrapas que gobiernan a un lado y al otro de la frontera europea.
Ver noticia original