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» Diario Cordoba
Fecha: 17/04/2025 03:44
Estoy frente a la cruz. Esto no va de ser creyente o no creyente, sino de algo más universal, que nos identifica como seres humanos: el asumir el sufrimiento que nos han ocasionado, y en vez de potenciarlo y transmitirlo, poner nuestra vida para neutralizarlo y restañar el daño, y que se convierta en paz y en alegría, porque estamos hechos y vivimos para la alegría interminable, total, que dan el amor y la reconciliación. Esto es un misterio que si no nos lanzamos a experimentarlo no lo podemos disfrutar. Esto atañe a cada persona, sin distinción de raza, religión ni ideología, porque esa paz es la que nos define como humanos. Ésta es la semilla de luz que pone ese hombre-Dios en cada alma y en la historia de la Humanidad, asumiendo en sí mismo todo el sufrimiento humano, para explicarnos dónde está la salida al absurdo de sufrir. Pobres de nosotros los humanos, si Jesús no nos hubiera marcado esa solución frente al sufrimiento, la única posible. ¿Os podéis imaginar la completa oscuridad en la que viviríamos si sufriésemos sin la esperanza, sin el sentido que el amor le da al dolor? Seguiríamos eligiendo el único camino conocido: el de la violencia y la venganza, y entonces caeríamos en el laberinto: seguiríamos sufriendo y seguiríamos prolongando en el mundo esa oscuridad. El mecanismo del dolor nos lo enseña Jesucristo en la cruz. A todos, cuando somos inocentes, nos llega la violencia de otros. Y vivimos con ese sufrimiento. Pero viene un día en que la vida pone en nuestras manos el neutralizar ese dolor y redimirlo y redimirnos o, por el contrario, potenciarlo y transmitirlo, porque consideramos, con una lógica elemental, que tenemos la justificación de la venganza, y morir así, sin sentido, comidos de violencia. ¿Os podéis imaginar, en los momentos de más hondura, un mundo así, una solución así, un destino así? Mirar hacia atrás y hacia delante, y a nuestro alrededor, en nuestra vida y en la de los demás, y ver sólo sufrimientos, angustias, miedos, zozobras, el dolor del absurdo, del sinsentido, y no poder huir, ni tan siquiera quitándonos la vida o quitándosela a otros. Y así, sólo ver dolor, construir dolor, transmitir dolor, sufrimiento, sin más horizonte que el dolor de vivir cercados, prisioneros en ese universo de desamor, de desolación, de soledad, de desesperación. Tomar conciencia de que la vida es un puro sufrimiento continuo en una terrible continua oscuridad. ¿Os podéis imaginar qué sería de cada uno de nosotros si Cristo no nos hubiese marcado la salida, la única salida frente a las otras falsas que sólo nos llevan a sufrir más y a extraviarnos más, a hundirnos más en ese abismo de tiniebla?
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