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» Diario Cordoba
Fecha: 15/04/2025 21:19
El miedo de verdad, el más puro, es a lo desconocido. A los jugadores que entrena Hansi Flick podrían haberles contado mil y una historias sobre aquellos derrumbes que sufrieron sus antecesores en Roma o Liverpool, infiernos terrenales que ni el Lovecraft más delirante hubiera podido recrear mejor. Pero tiene uno que descubrir esa angustia para saber que es real. Pasó el Barça las de Caín en el Westfalenstadion para alcanzar las semifinales de la Champions seis años después. Una clasificación que, más allá de dejar como rastro la primera derrota azulgrana de 2025, desvela una fragilidad emocional peligrosa ante lo que viene. Soportó el Barça como pudo las embestidas de un Dortmund que aspiraba a levantar el 4-0 de la ida, se vio con un 2-0 y un 3-1 en contra ante los martillazos de Guirassy, y agradeció que el defensor argelino Bensebaini se marcara en propia puerta cuando el pánico ya se había propagado sin remedio. Lamine Yamal tiene 17 años. Una edad apropiada para aprender una de aquellas lecciones que pueden dejarte marca por siempre. Porque el chico maravilla del Barça quedó paralizado mientras esa pared amarilla de hinchas del Dortmund amenazaba con caerle encima. Aunque no fue él el único que se vio consumido en un primer acto en el que los futbolistas azulgrana perdían balones y marcas, una y otra vez, mientras los jugadores de Niko Kovac amontonaban ocasiones de gol. Koundé regresó a ese mundo interior que ya hacía un tiempo que no visitaba; Araujo reproducía sus tradicionales errores en la salida; Gavi le ponía ganas, pero escaso control; mientras que De Jong, valiente pero huérfano sin Pedri a su vera, se veía incapaz de ser el timonel de un equipo desorientado y desestructurado. Las suplencias del propio Pedri y del apercibido Iñigo Martínez fueron una losa para un grupo que sólo encontraba la calma, quién lo iba a decir, cuando la pelota le llegaba a Gerard Martín, excelso sustituto del lesionado Balde. Sin disparos No tiró el Barça a puerta en todo el primer tiempo. El Dortmund, en cambio, marcó uno y rozó la decena en ese mismo acto. Szczesny ponía manos y pies ante la actitud contemplativa de sus compañeros. Aunque ya no pudo evitar llevarse por delante a Gross en el área en un penalti que habilitó Koundé al no tirar la línea de fuera de juego. Guirassy marcó el primero de sus tres goles emulando a Panenka. Flick gritaba, corregía, trataba de cambiar la presión, se desesperaba, pero se resistía a mover piezas. Y eso que el Dortmund salió del descanso con la misma convicción atrapando el 2-0 otra vez al amanecer. Koundé no siguió a Guirassy y éste llevó a los hinchas amarillos al delirio. Unos gritos que quedaron ahogados cinco minutos después gracias a uno de aquellos episodios que sólo nacen cuando uno lleva un rosario en las botas. El gol en propia meta Koundé se redimía y daba color a una recuperación de De Jong. Fermín, que se había pasado la noche discutiendo el pésimo arbitraje del italiano Maurizio Mariani, centraba al área. Y Bensebaini, que en Montjuïc ya exhibió un sinfín de carencias técnicas, remató a su propia portería mientras sus compañeros caían de bruces al suelo. Aunque ni mucho menos se rindieron. Flick aprovechó para sacar al campo a Pedri, que se dispuso entonces a apagar las brasas durante un buen rato. Hubo media hora de relativa calma. Hasta que otro grave error de Araujo llevó a Guirassy al 3-1 y al Barça a un último cuarto de hora insoportable en el que Brandt vio cómo le anulaban un gol por fuera de juego. Los de Flick no despertaron de la pesadilla hasta que aquello acabó. Los viejos fantasmas, los traumas, no están tan lejos.
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