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  • La elefanta Pupy dejó el Ecoparque porteño y viaja rumbo al santuario de Brasil tras 30 años de cautiverio

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/04/2025 04:34

    Pupy dejó para siempre el recinto de cemento en el que vivó desde el 22 de mayo de 1993 hasta el lunes 14 de abril de 2025 (PFA) Parecía que este día no iba a llegar, pero finalmente, Pupy dejó el recinto que ocupó por tres largas décadas en el Ecoparque porteño y se dirige por tierra al Santuario de Elefantes de Brasil, un oasis de 1.110 hectáreas ubicado en medio del Mato Grosso donde vive la elefanta Mara desde el 14 mayo de 2020. Allí, se convertirá en la primera habitante del espacio destinado a las elefantas africanas, especie a la que pertenece, pero no estará sola mucho tiempo: pronto se le sumará Kenia, habitante del exzoo de Mendoza. Este traslado, celebrado hoy por miles de personas en las redes, padeció una demora burocrática en los últimos dos años, y había sido iniciado en 2017. Pero para la elefanta —llegada el 22 de mayo de 1993 al ex Jardín Zoológico, que luego vio morir a su madre, primero y a su compañera de cautiverio, después— fueron más de 30 años de espera para salir del encierro, del cemento, de los ruidos de una ciudad que nunca duerme. La nueva vida de Pupy acaba de comenzar. El viaje de traslado durará entre cuatro y cinco días, e incluirá paradas programadas para asegurar su bienestar ya que estará sujeto a factores como las condiciones climáticas, el tráfico y los tiempos de aduana en Argentina y Brasil. Durante todo el recorrido, Pupy será acompañada por personal especializado del Ecoparque y del Santuario, quienes cuentan con una vasta experiencia en traslados de elefantes, garantizando su bienestar en cada etapa del trayecto. Los cuidadores se despidieron de Pupy (Prensa GCBA) El destino es un espacio rodeado de selva, de sabana, con frutas nuevas por conocer, con pastos crecidos sobre los que caminar... Estará circundada por una naturaleza exuberante que no deja de crecer y que la ayudará a recuperar la dignidad que el cautiverio le quitó. Y aunque nunca se encontrará con Mara, porque es asiática y está en otro lugar, seguramente reconocerá sus “cornetazos”, como llama Scott Blais, director del SEB, a las vocalizaciones con las que las elefantas se comunican en el santuario. Juntas convivieron en el ex Zoológico, aunque poco tiempo: no se llevaban bien y debieron separarlas. Desde entonces, Kuky y Pupy se turnaban con Mara para estar un tiempo en la parte externa del recinto porteño. “Siempre es una felicidad enorme esperar la llegada de un nuevo miembro al santuario. Llevamos años realizando este trabajo con la máxima profesionalidad y con la colaboración de varios organismos públicos, a nivel nacional, que entienden la magnitud de la responsabilidad que supone mantener y transportar elefantes, incluso entre dos países”, asegura Daniel Moura, biólogo de la SEB. “Seguir la evolución de cada elefante tras su llegada, sólo demuestra que vamos por el buen camino y que sin la colaboración de decenas, a veces de cientos de personas, nada de esto sería posible”, asevera. Allí, 21 personas trabajan entre Kat y Scott Blais, sus fundadores; veterinarios especialistas en vida silvestre y elefantes; ingenieros, cuidadores, biólogos y personal responsable del mantenimiento y la construcción del santuario. Así dejaba Pupy el recinto de cemento en el que vivó desde el 22 de mayo de 1993 hasta el lunes 14 de abril de 2025 (prensa GCBA) Las heridas que Pupy cicatrizará No hay un registro histórico detallado sobre el inicio de la vida de los elefantes cautivos en América, pero su presencia en este continente es el resultado de la caza furtiva y el tráfico de las fauna silvestre de África y Asia. En la década del 90, las excentricidades del gobierno de turno abrieron las puertas a la colección privada y pública de cientos de animales de distintas especies, tanto asiáticas como africanas. La idea de exhibir elefantes en entornos urbanos atrajo a varios interesados y, en 1993 —durante la privatización del Zoológico de Buenos Aires bajo la gestión de Gerardo Sofovich, iniciada en 1989— ingresaron numerosas especies para renovar la colección y atraer a más visitantes. Entre ellas, llegaron Pupy y Kuky. Dos años después, en 1995, se sumó Mara. Las prácticas comunes en el tráfico de elefantes en las décadas de 1980 y 1990 hacen suponer que Pupy y su compañera fueron víctimas de cazadores que exterminaban manadas en África, una penosa costumbre en la que los adultos eran asesinados y las crías capturadas para su venta a zoológicos y circos de todo el mundo. Momento de decir adiós (Prensa GCBA) Es probable que ambas pasaran un tiempo en un centro de acopio o en un zoológico intermedio antes de ser enviadas a Argentina. En aquella época, los elefantes eran considerados una atracción exótica y varios zoológicos de distintas partes del mundo los adquirieron en circunstancias similares. “Su historia está marcada por la incertidumbre sobre su origen exacto, ya que en aquellos años los registros de elefantes capturados y trasladados eran deficientes. Se presume que, como muchos otros elefantes en cautiverio, su manada fue exterminada y Pupy, junto con otros elefantes jóvenes, fue vendida a zoológicos. Durante su vida en cautiverio, sufrió las consecuencias habituales de estas condiciones, como la falta de desarrollo muscular debido a la restricción de movimiento y la imposibilidad de establecer interacciones sociales naturales. A pesar de los esfuerzos de enriquecimiento ambiental en el Ecoparque, nunca tuvo las condiciones adecuadas para una vida saludable y plena”, explica Tom Sciolla, director del Santuario Equidad, de la Fundación Franz Weber. Desde su llegada al Zoológico de Buenos Aires, las elefantas africanas compartieron el mismo recinto durante 31 años. Sin embargo, su convivencia no siempre fue armoniosa: el espacio reducido y la falta de un ambiente adecuado dificultaban una interacción natural entre ellas aunque la tenían. La muerte de Kuky marcó un punto de inflexión en la vida de Pupy. Pese a que perdió a su única compañera de cautiverio, los especialistas observaron que en el último tiempo comenzó a mostrar signos de mayor tranquilidad, lo que sugiere que la convivencia en un espacio reducido limitaba una buena interacción. Ese contexto reforzó la necesidad de trasladarla al santuario de Brasil, donde podrá vivir en un entorno natural y con mayor libertad. Pupy al ser sacada del reciento donde vivió más de 30 años (Prensa GCBA) Los preparativos para el viaje Aunque Pupy se prepara para este momento desde hace más de cuatro años, las últimas semanas fueron decisivas para concretar su traslado. “El equipo del Ecoparque de Buenos Aires y la Fundación Franz Weber trabaja en su preparación desde hace años. Esa preparación incluye un entrenamiento positivo para que la elefanta se acostumbre a la caja de transporte y a los procedimientos necesarios para su bienestar durante el viaje”, explica Sciolla. Este proceso se refuerza con estímulos positivos y sin coacción. Además, se le realizaron controles veterinarios constantes para garantizar que estuviera en condiciones óptimas para soportar el viaje. Claro que lo está. Una vez que estuvo lista, Pupy inició una cuarentena internacional como parte del protocolo que exigen Argentina y Brasil para realizar este tipo de traslados. “Para cumplir con los requisitos sanitarios exigidos por el Certificado Veterinario Internacional, acordado entre las autoridades de ambos países, se realizaron diversos estudios y preparaciones. Durante este período, su rutina diaria se mantuvo sin cambios, incluyendo sesiones de entrenamiento, cuidados podológicos y actividades de enriquecimiento ambiental diseñadas para su bienestar”, detalla María José Catanzariti, médica veterinaria y gerenta de Bienestar del Ecoparque. El momento en que Pupy pisa la caja especialmente diseñada para el viaje hasta el santuario de Brasil (Prensa GCBA /Juan Manuel Llorens) Desde principios de enero, el equipo de cuidadores y especialistas en comportamiento animal llevó a cabo sesiones diarias de entrenamiento para que Pupy se familiarizara con la caja de transporte. Éstas se realizaron todos los días, incluidos fines de semana, y estuvieron supervisadas por un equipo de diez personas. “Trabajamos en conjunto para garantizar que el traslado se realice con éxito y en las mejores condiciones posibles”, señala la funcionaria. La relación entre los cuidadores y el animal fue un factor clave en este proceso. “Uno de los mayores desafíos es lograr que confíe lo suficiente como para cooperar en procedimientos como análisis de sangre y revisiones médicas. En el caso de Pupy, su colaboración resultó fundamental para avanzar con el plan de traslado”, explica Sciolla. La caja en la que viajará fue diseñada especialmente para elefantes y es similar a la utilizada en el traslado de Mara. Está reforzada, cuenta con un sistema de ventilación adecuado y será monitoreada constantemente mediante cámaras. También se realizarán paradas programadas para evaluar su estado y permitirle descansar cada vez que lo precise. “El viaje se hará respetando sus necesidades”, aclara Sciolla. "El equipo de cuidadores y especialistas trabajó durante años para preparar a Pupy para su traslado, utilizando entrenamiento positivo y refuerzo sin coacción", explica Tom Sciolla (Prensa GCBA /Juan Manuel Llorens) Grito de libertad El destino de estos animales que padecieron la cautividad en Argentina comenzó a cambiar definitivamente con el traslado de Mara, en 2020. Cinco años antes, en 2015, se realizó el primer abrazo simbólico al entonces zoológico, para pedir por la liberación de los cautivos. Actividad encabezada por activistas de la agrupación SinZoo que, sin dudas, marcó el inicio del camino que luego logró la reconversión del espacio y las consecuentes derivaciones de varios animales. La llegada de Mara al santuario de Brasil fue seguida en vivo por miles de personas en todo el mundo y ver el inmenso espacio, con vastas extensiones de terreno y un entorno diseñado para replicar su hábitat natural, lo convirtió en un símbolo de esperanza para aquellos que se ocupan de liberar otros elefantes condenados al encierro. Luego del éxito conseguido con Mara, llegó el turno de Pocha y Guillermina, madre e hija que habían pasado toda su vida en el zoológico de Mendoza. En mayo de 2022, tras un arduo proceso de preparación y logística, juntas emprendieron un viaje de 3.600 kilómetros hasta el santuario brasileño. Pocha murió el 6 de octubre de 2022, a los 56 años, tras cinco meses de libertad. Los 54 años en cautividad, además de las pésimas condiciones de confinamiento (escasa ventilación y la humedad) fueron determinantes en su salud. Cuando todo parecía que llegaba el turno para que las elefantas del Ecoparque de Buenos Aires, la burocracia y los retrasos administrativos cobraron una víctima inesperada: Kuky, murió el 22 de octubre de 2024 aguardando su traslado. Falleció delante de los ojos de Pupy, quien por segunda vez vio morir a su única compañera. Para las personas que trabajan con ellas, esa muerte fue una señal inequívoca de que los traslados de elefantes deben hacerse con celeridad. Kuky, de frente, al lado de Pupy El espacio para las elefantas africanas que estrenará Pupy abarca un total de 15 hectáreas. Además, hay dos sectores de 30 hectáreas nuevas, que se están acondicionando. Y en el futuro esos espacios se expandirán. Ahora, Pupy viaja. Por primera vez en sus 35 años (edad estimada), conocerá otros aromas. Otros suelos. Podrá mojarse con la lluvia, hacerse baños de barro. Podrá tener la vida que le arrebataron y, como dicen los especialistas, “podrá ser una elefanta”. Quizás también camine por allí los pasos que a Kuky le quedaron pendientes. La tarea silenciosa para lograrlo “Habiendo trabajado yo en el Gobierno de la Ciudad, no puedo dejar de destacar el rol que tienen organizaciones sin fines de lucro, como la Fundación Franz Weber, en este logro, porque desde el día cero están en el detrás de escena, tirando de los hilos y empujando en los momentos correctos para intentar lograr en el corto plazo que Argentina sea uno de los pocos países libres de de elefantes en cautiverio”, reconoce Sciolla, también asesor de Conservación y Transformación de Zoológicos de la fundación que antes fue gerente de Derivaciones del Ecoparque porteño. Su tarea fue encargarse solamente de los traslados de los animales para llevarlos a santuarios. Más tarde fue gerente de Conservación y de Derivaciones. Fue en medio de su gestión que conoció el trabajo de la fundación y cruzó de vereda para dedicarse de lleno al traslado de elefantes. “Este trabajo implicó reuniones con embajadores y tocar muchas, demasiadas, puertas. Esto que hoy sucede no se hubiera logrado sin el trabajo de la Fundación Franz Weber porque realizó un trabajo clave tanto en este como en los otros traslados de elefantes en Argentina. Desde hace años está trabajando en el país, por medio de Proyecto ELE, para lograr el objetivo. Yo me uní hace casi tres años. Hasta el momento, logró los exitosos traslados de las elefantas Mara, Guillermina y Pocha”, agregó. Una postal del SEB, en la zona de las elefantas asiáticas: Rana comiendo pasto, con Mara (centro) y Bambi (izquierda) al fondo (Santuario de Elefantes Brasil) Además, gracias a las constantes trasmisiones en vivo del SEB, seguidas por miles de personas, la sociedad admite hoy la importancia de liberar a los elefantes cautivos en zoológicos y trasladarlos a santuarios. Como también asume que un espacio con animales en exhibición no es educativo. Es por eso que el santuario busca replicar esos avances en otros países, especialmente en Europa, donde todavía hay muchos elefantes cautivos. Ese santuario es el primer refugio de este tipo en América Latina y está gestionado por la organización Global Sanctuary for Elephants (GSF) en conjunto con Elephant Voices. Su misión es brindar un ambiente natural y seguro a elefantes que padecieron el cautiverio, permitiéndoles recuperar comportamientos propios de su especie y relacionarse con otros elefantes en condiciones óptimas. Actualmente, en el santuario allí conviven cinco elefantas asiáticas: Mara, Guillermina, Rana, Maia y Bambi. Pupy, estará en otro espacio debido a las diferencias naturales entre ambas especies. El santuario está diseñado para mantener a los grupos separados, respetando sus necesidades biológicas y de comportamiento. La zona está protegida por un sistema de doble vallado y una cerca perimetral de seguridad para evitar el acceso de personas y garantizar el bienestar de los animales.

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