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Parana » AnalisisDigital
Fecha: 10/04/2025 12:54
Por Pablo Alabarces (*) Sería presuntuoso que, por meramente redactar y firmar un documento, los y las firmantes del texto que titulamos “Un llamado a las fuerzas de la tierra” nos creyéramos algo más que un montón de gente preocupada. Somos un montón de gente preocupada. También nos une una especie de comunidad laboral: todos y todas, en alguna medida, vivimos del trabajo intelectual y artístico, en sus múltiples dimensiones. Escribir, actuar, pintar, diseñar, filmar, enseñar (los y las docentes somos una abundante mayoría). Es decir, todo aquello que el libertarianismo en vigencia llama “inútiles” y rechaza al grito de “agarren la pala”, como si ser vocero, ministro o diputada exigiera algún tipo de trabajo manual. Por supuesto, los medios que están reproduciendo nuestro comunicado y los irritados comentaristas de La Nación nos identifican como “intelectuales”, lo que no está del todo mal pero tampoco del todo bien. Somos más que meramente intelectuales. Trabajamos de mil cosas distintas –trabajamos mucho, todos y todas: nos encanta reconocernos como trabajadores y trabajadoras. No somos herederos, no somos rentistas, y no creemos que nuestros trabajos, más o menos creativos, más o menos “intelectuales”, nos confieran algún privilegio. Pero sí obligaciones. Estamos obligados, por deformaciones o compromisos profesionales de todo tipo, a vivir atentos a lo que pasa, a tratar de prestar atención al conjunto y a los detalles, al mapa y al territorio, a lo micro y a lo macro; estamos obligados a producir información y a consumirla, y también a intercambiarla con los que saben cosas que nosotros y nosotras no sabemos; y por todo eso, hemos elegido ser solidarios con los que sufren, con los que son oprimidos y con los que son reprimidos, y mucho más con las que son oprimidas y son reprimidas, porque lo son dos veces. Estamos obligados, por todo eso, a darnos cuenta del abismo en el que estamos cayendo como sociedad, en el desastre al que nuestros gobernantes –y por complicidad o deliberación, nuestras clases dirigentes– nos quieren conducir. No hay accidente ni torpeza, sino propósito: están tratando de construir un país arruinado económicamente, arrasado socialmente, invivible ecológicamente, disciplinado culturalmente. Como lo dijimos en el texto: vamos hacia una autocracia inédita. Vamos hacia la supresión de las libertades democráticas que hemos gozado por cuarenta años. No fue un paraíso, lo sabemos bien, pero los que atravesamos la experiencia de la dictadura sabemos con largueza lo que significa “vivir en democracia”: es la densidad de las libertades y los derechos. Eso somos. Pero también eso fuimos. Inevitablemente, nuestro documento disparó los consabidos argumentos reaccionarios: “son kukas” y “no protestaron contra Alberto”, junto al inevitable “váyanse a Cuba”. No podemos pedir a las derechas nativas que rastreen nuestros antecedentes, porque les implicaría mucho trabajo. Los firmantes venimos de tradiciones, experiencias y militancias muy variadas, que incluyen al peronismo y también lo desbordan. Los “abajo firmantes” hemos abajofirmado más declaraciones que libros u obras de arte: siempre, coherentemente, a favor de la paz, la igualdad, la democracia, la justicia –aún cuando eso nos implicara disensos entre nosotros y nosotras–. La ventaja de trabajar de las cosas que trabajamos es que, como dijo maravillosamente Beatriz Sarlo, comenzamos por no entender, continuamos tratando de saber para entender y terminamos tratando de dudar de nuestras propias afirmaciones para así poder seguir entendiendo. Por eso entendimos que había que salir de la deliberación y pasar a la convocatoria, junto a les jubilades y a las disidencias, les estudiantes y les docentes, junto a todos aquellos que en este año y medio han venido denunciando que las “fuerzas del cielo” son en realidad las fuerzas malignas de los poderosos, los plutócratas, los exterminadores del clima y las especies, los especuladores y sus financistas, los machistas y los negacionistas de la dictadura –estamos, entonces, junto a todos aquellos que, por denunciarlos, han sido golpeados, gaseados, encarcelados–. Sabemos que es un momento horrible, porque casi todas las fuerzas políticas de oposición han alternado entre la complicidad y la cobardía, sin darse cuenta de una de las causas más notorias del desastre que estamos experimentando: justamente, el fracaso de todas las elites políticas en cumplir el viejo mandato democrático de “comer, curar, educar”. Y, a la vez, sabemos de nuestro propio fracaso como trabajadores de la cultura, el arte y la educación: tampoco supimos advertir de ese fracaso, o no supimos hacerlo de un modo eficaz y potente. Por todo eso escribimos este texto: convocando a las fuerzas de la tierra –a “los potentes y creativos movimientos en el campo de los derechos humanos, sociales, territoriales, sindicales, de género, ambientales” – para que discutamos un programa mínimo de gobierno, con consignas y acuerdos mínimos e indiscutibles. “Por la libertad, por el pluralismo, por los derechos básicos, por el reparto de la riqueza, por la igualdad, por la democracia”. Me acabo de dar cuenta de que ese programa mínimo es un programa máximo. Y está bien que así sea. Para males menores, complacencias y condescendencias está el pasado; para males peores, las fuerzas malignas y celestiales. Las fuerzas de la tierra sólo tienen futuro, y todo por hacer. (*) Escritor, publicado en elDiarioAR
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