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» Impactocorrientes
Fecha: 09/04/2025 03:01
Cuatro de cada diez argentinos de clase media sin auto ni casa El organismo estatal dio a conocer el esquema social del país según el nivel de ingresos por mes. Esta semana se conocerá el dato de la inflación durante marzo, y el acumulado del primer trimestre. Compartir en Facebook Compartir en Twitter En un contexto económico cada vez más complejo, la clase media argentina atraviesa una etapa de profunda incertidumbre. Los últimos datos revelan una situación que pone en jaque el estilo de vida tradicionalmente asociado a este estrato social: el 40% de las personas que integran la clase media no posee un automóvil, y una proporción significativa considera prácticamente inalcanzable la posibilidad de adquirir una vivienda propia. Este panorama, lejos de ser una simple fotografía coyuntural, refleja una transformación estructural en las aspiraciones, capacidades de consumo y movilidad social de una porción importante de la población argentina. El deterioro del poder adquisitivo, la inflación persistente y el aumento del endeudamiento familiar han desdibujado los pilares que históricamente definían a la clase media en el país. ¿Qué significa hoy ser clase media en Argentina? Durante décadas, ser parte de la clase media argentina implicaba, entre otras cosas, acceso a ciertos bienes y servicios: educación, salud, vacaciones anuales, un vehículo familiar y, en muchos casos, la posibilidad de planificar la compra de una vivienda. Sin embargo, esa imagen se ha ido resquebrajando progresivamente. Hoy, pertenecer a la clase media no garantiza el acceso a esos estándares de vida, y en muchos casos, se ha vuelto sinónimo de vulnerabilidad económica. Los datos que indican que 4 de cada 10 personas de clase media no tienen automóvil no sólo evidencian una contracción en el consumo, sino también una señal preocupante sobre las condiciones materiales para la movilidad social y geográfica. Tener un auto no es sólo una cuestión de comodidad: para muchos, significa poder acceder a oportunidades laborales o educativas que no están disponibles en su entorno inmediato. A esto se suma el escepticismo generalizado en relación con la posibilidad de ser propietarios de una vivienda. El sueño de la casa propia, tradicional emblema del progreso personal y familiar, ha dejado de ser una meta alcanzable para millones de personas. La combinación de salarios deteriorados y precios inmobiliarios dolarizados ha transformado esa aspiración en un objetivo lejano o incluso imposible. El poder adquisitivo bajo presión Uno de los factores centrales que explican esta crisis silenciosa en la clase media es la pérdida sostenida del poder adquisitivo. La inflación, que en Argentina se mantiene en niveles elevados desde hace más de una década, erosiona constantemente los ingresos. Esto se traduce en una disminución real del consumo, la necesidad de recurrir al crédito para gastos básicos y la postergación indefinida de inversiones personales como la compra de un vehículo o una vivienda. La incertidumbre económica se ha convertido en una constante, lo que impide la planificación a mediano o largo plazo. Muchas familias viven al día, ajustando sus presupuestos mensualmente y renunciando a proyectos que hace unos años eran parte del horizonte común. Además, la falta de acceso al crédito hipotecario a tasas razonables ha sido otro obstáculo para quienes aún conservan el deseo de comprar una casa. Los préstamos disponibles, cuando existen, suelen tener condiciones poco accesibles para quienes no cuentan con ingresos en dólares o garantías significativas. La consecuencia es una frustración acumulada que golpea no solo el bolsillo, sino también la autoestima y la sensación de estabilidad. El debilitamiento económico de la clase media no sólo afecta a quienes la integran directamente. También tiene implicancias profundas para el tejido social en su conjunto. Una clase media robusta suele ser garantía de estabilidad democrática, dinamismo económico y cohesión social. Cuando este segmento comienza a tambalearse, se abren las puertas a la polarización, el desencanto y, en muchos casos, la radicalización política. Además, la caída del consumo por parte de la clase media impacta en otros sectores económicos. El comercio, la industria automotriz, el mercado inmobiliario y hasta el turismo interno dependen en gran medida del gasto de este grupo poblacional. Si esta masa de consumidores reduce sus compras o directamente las suspende, la economía en su conjunto se resiente. Desde el punto de vista emocional, esta situación genera un desgaste silencioso. La imposibilidad de proyectar un futuro con ciertas seguridades o de brindar mejores condiciones a las nuevas generaciones afecta la salud mental de muchas personas. La angustia, el estrés y la sensación de fracaso personal se vuelven moneda corriente en muchos hogares. ¿Hay salida para esta situación? La reversión de esta tendencia no será sencilla ni rápida, pero no es imposible. Existen herramientas y políticas públicas que podrían contribuir a mejorar la situación de la clase media, siempre y cuando exista la voluntad política para implementarlas. Entre ellas se destacan: Estabilización macroeconómica: Controlar la inflación es una condición sine qua non para recuperar el poder adquisitivo. Esto implica políticas fiscales responsables, coordinación con el sector productivo y una estrategia monetaria coherente. Acceso al crédito accesible: Facilitar el acceso a préstamos hipotecarios y personales en condiciones razonables permitiría reactivar la demanda y dar impulso al mercado inmobiliario y automotor. Apoyo a la generación de empleo formal: La creación de empleos estables y bien remunerados es clave para que las familias puedan planificar su futuro con mayor previsibilidad. Fomento del ahorro y protección del salario: Crear instrumentos que protejan el valor del salario y promuevan el ahorro a largo plazo es vital para reconstruir la confianza en el sistema económico. Inversión en transporte público: Dado que muchas familias no pueden acceder a un vehículo, fortalecer el sistema de transporte público puede mitigar algunos de los efectos negativos de esta situación. En este contexto de incertidumbre, también es necesario revisar qué significa ser clase media en la Argentina actual. Quizás sea momento de dejar atrás ciertos símbolos tradicionales y comenzar a construir una nueva narrativa, más adaptada a las realidades del siglo XXI. Esto no implica resignarse a la pérdida de derechos o calidad de vida, sino repensar cómo puede organizarse socialmente una clase media que siga siendo motor del desarrollo. Con políticas adecuadas, incentivos reales y participación ciudadana, todavía es posible revertir el deterioro y volver a imaginar un futuro en el que tener casa y auto no sea un privilegio, sino una posibilidad concreta para millones de argentinos.
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