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  • Trump y el dilema del prisionero

    » Comercio y Justicia

    Fecha: 08/04/2025 14:23

    Por Gisela Veritier (*) La teoría de los juegos de John Nash postula principalmente el concepto de equilibrio de Nash. Esta teoría revolucionaria, por la cual Nash recibió el premio Nobel de Economía en el año 1994, describe cómo en una situación estratégica cada jugador toma decisiones óptimas considerando las decisiones del otro. Cuando ninguno tiene incentivos para cambiar su estrategia unilateralmente se alcanza el equilibrio. Sin embargo, en muchos casos, como en el famoso dilema del prisionero, ese equilibrio no es el más beneficioso para todos. Este modelo se aplica perfectamente a lo sucedido el jueves pasado, el Día de la Liberación, en EEUU, cuando Donald Trump anunció una suba generalizada de aranceles a productos importados para todos los países y en especial los de origen chino. Con un discurso enfocado en proteger la industria nacional y apelar al votante interno, Trump relanzó una guerra comercial que ya había comenzado durante su presidencia anterior. Esta vez, sin embargo, el contexto es aún más tenso. La economía global muestra signos de desaceleración y el multilateralismo está debilitado. En este escenario, el paralelismo con el dilema del prisionero es evidente. Si todos cooperaran, es decir, mantuvieran bajos aranceles y promovieran un comercio libre, el beneficio sería colectivo, crecimiento, estabilidad e inversión global. Pero la tentación de traicionar, subir aranceles para favorecer la producción local, es alta. Y el resultado, como anticipa la teoría de los juegos, es que todos terminan traicionando y el mundo cae en un equilibrio subóptimo. Más barreras, menos comercio, menos crecimiento. Estados Unidos, al tomar la iniciativa, espera una ganancia política y económica inmediata. Pero al disparar la primera bala, activa una cadena de represalias que también perjudica su propia economía. Sectores como la agricultura, el automotor, la tecnología pueden terminar pagando el costo de medidas adoptadas en su nombre y, además, los consumidores enfrentan mayores precios debido al encarecimiento de los productos importados. China y Europa, al responder con aranceles propios, buscaron defenderse, pero también contribuyen a agravar la situación. La desconfianza mutua impide la cooperación y el sistema de arbitraje global, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), ya no tiene la fuerza suficiente para encauzar el conflicto. La paradoja es clara. Todos actúan de manera racional, desde su interés individual, pero el resultado colectivo es perjudicial. Tal como advertía Nash, sin reglas claras y compromiso, la lógica estratégica lleva a todos a perder. Trump encendió nuevamente una guerra comercial, pero más que una estrategia económica parece un movimiento con fines para responder a su electorado y de alto riesgo que podría dejar al comercio global atrapado otra vez en su peor dilema. (*) Directora General del ICDA de la UCC

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