07/04/2025 13:08
07/04/2025 13:03
07/04/2025 13:02
07/04/2025 13:01
07/04/2025 13:01
07/04/2025 13:00
07/04/2025 13:00
07/04/2025 13:00
07/04/2025 13:00
07/04/2025 13:00
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 07/04/2025 02:38
A Solas, Sebastián Soldano con Jorgelina Aruzzi En la peluquería de Díaz Vélez se abrían mundos. Porque, en definitiva, mamá no hacía más que peinar “musas” para esa chiquita silente pero tan perspicaz que sabía leer cabezas aún por debajo de los secadores. Desde entonces, “las señoras resultaron objeto de toda mi atención”, refiere Jorgelina Alicia Aruzzi entusiasmada en dar cuenta de cómo la observación definiría tal vez mucho más que su “ser actriz”. Un ejercicio en el que tejió “el humor, que tantas veces salvó nuestra vida familiar” y, más luego, cierta conciencia social que la llevó a inyectar en cada creación la pregunta: ‘¿Qué podría cambiar yo con esta historia?’ Jorgelina Aruzzi en “Animal humano”, pieza de su autoría con dirección de Guillermo Cacace que se reestrenará el 7 de abril sobre el escenario del teatro Picadero Y ese “escribir sobre lo que me moviliza”, tal cual dice, es el espíritu de su dramaturgia que componen piezas como La mujer del vestido verde, Pasado carnal, La madre impalpable (que le valió un premio ACE), Pura sangre (que además dirigió) y la aclamada Animal humano, que reestrenará el próximo 7 de abril sobre el escenario del Picadero. Bocanadas, estas, “tan necesarias”. Porque en esos momentos en los que ‘siento que estoy estancada y soy convocada siempre para lo mismo’, explica, ‘mis creaciones me rescatan’. Aruzzi prefiere “el humor oscuro que cuenta algo” y, por supuesto, la exposición de “la contradicción humana que tanto me interesa”. En esta pieza, con dirección de Guillermo Cacace y bases en hechos reales surgidos de una noticia, plantea, por un lado, el tormento de ‘una mujer sola y permeable a las opiniones víctima de la gran desinformación que proponen las redes sociales. Esto de creer que estamos acompañados por contar con un teléfono’; y, por otro, la relación con los animales. “Esos a los que adoptamos como hijos y a los tantos que no queremos ver más que como un buen bife a la hora de encender una parrilla”, señala esta vegetariana “por convicción” desde hace poco más de seis años. Jorgelina Aruzzi en “Animal humano”, obra que escribió y protagoniza en su vuelta desde el 7 de abril en el Picadero Dice haber descubierto su vocación recién a los diecisiete y en un taller de pintura. Pero, de camino a esas aulas, hay un ‘antes’ que contar. Está convencida: ‘el sentido del humor es un don que se entrena’. Y la dinámica familiar tuvo que ver con ese concepto. En aquella casa de Caballito, “había mucho de tragedia, pero no faltaba el chiste inmediato para exorcizar lo que fuera”, recuerda Aruzzi. “Las historias más ordinarias sabían contarse con tantos detalles que hasta parecían especiales y siempre se encontraba a quien imitar con gracia e ironía, en definitiva, con inteligencia”, describe. “Sin dudas, algo de lo teatral sobrevolaba el ambiente sin que tuviésemos demasiada noción de ese mundo tan maravilloso”. Jorgelina Alicia Aruzzi entre sus hermanos, Marcelo (hoy músico y actor) y Cecilia (hoy psicóloga), junto a su madre Blanca (80) y su abuela Teresa El humor, asegura, “fue gran salvador en una infancia enmarcada por la hiperinflación de Raúl Alfonsín que instaló una crisis inmensa y varias restricciones. Entonces se convirtió en un gran recurso para transitarlas”. Aún así, ‘si había algo que sobraba era amor, presencias y una vida familiar muy para nosotros’, cuenta respecto de una diaria timoneada por Blanca, peluquera de oficio, y Jorge Aruzzi, electricista, “dos laburantes que supieron pelearla económicamente”. Jorgelina creció como la segunda de tres hermanos. Y si bien, Cecilia (hoy psicóloga) y Marcelo (músico y actor), compartieron con ella la fascinación por Niní Marshall, El superagente 86 (“teniendo como personaje inspiracional a ‘la 99’”) y “todas y cada una” de las telenovelas de Canal 9 como Libertad condicionada a la cabeza, “ser ‘la del medio’, me empujó a buscar un foco, atención, un escenario. Porque, de un modo u otro, sentía la suerte de ‘la desapercibida’”, reflexiona. Jorgelina Aruzzi a sus 4 años Fue una niña por demás “introvertida” que transcurría por ahí al acecho de “mis propios rinconcitos de solitud. Un aspecto muy propio que logré aceptar con el paso de los años”, admite. ‘De repente hoy puedo irme de viaje con amigas, pasarlo espectacular pero también necesitar regresar luego, recluirme y no ver a nadie por un tiempo’, señala. La secundaria traería consigo una “gran transformación”, señala. ‘Imitaba a los profesores y notaba que divertía. Pasaba a dar lección y sentía una chispa… La chispa de la transgresión’, contextualizando la génesis de un mood que la define. ‘La provocación me encaminó y ya nadie me detuvo’, dice. ‘Siempre me motivó el hecho de imprimir esa ‘toma de partido’ por algo en cada uno de mis textos o de mis personajes… No imagino otra forma de actuar’. Jorgelina Aruzzi (50) entre amigas (extremo inferior derecho), a sus 11 años El despertar de la vocación comenzó a las pinceladas. “La descubrí recién a los dieciséis cuando, por haberme inscripto en un curso de Plástica, comencé a frecuentar el Labardén (Instituto Vocacional de Arte Manuel José de Labardén, municipal y gratuito), puerta de acceso a ese universo tal vez inalcanzable para una chica de familia trabajadora que había crecido creyendo que los actores de las novelas se cambiaban el vestuario durante las tandas publicitarias”. De aquellas aulas pasaría a las de Alejandro Casavalle, Héctor Bidonde, Agustín Alezo, Ricardo Bartis, Graciela Pafundi en la escuela de clown y a la de Pérez Aralla en taller de máscara, entre otras en las que ha tomado, además, clases de liberación de voz. “Actuar era, en definitiva, otro modo de seguir jugando”, argumenta. De camino a los 18 la decisión ya estaba tomada y el mayor de los desafíos sería, entonces, enfrentar a papá. “Él se enojó mucho”, recuerda Aruzzi. “Era otra época. Otra televisión. Realmente se sorprendió de que yo eligiese ese camino como modo de vida”. Jorge era “un tipo con gracia, pero muy exigente consigo mismo y con quienes lo rodearan. Y como parte de toda una generación para la cual no fue fácil el acceso al estudio, le daba demasiado valor a un título universitario. Seguramente él pretendía que yo me casara con un buen señor, que fuese médica o algo por el estilo y con obra social”, relata. Al verse vencido en la contienda, se hizo a la idea de una negociación. “Entonces me dijo: ‘Vas a estudiar teatro solo si aprendés a tocar un instrumento’. Y como en casa se escuchaba y hasta se bailaba Troilo, Pugliese y Goyeneche en sobremesas de living, elegí el bandoneón. ¡Claro, sin saber lo complicado que se sería!”, comparte. Jorgelina Aruzzi (50) como Vale en “La niñera” (Telefe, 2008), protagonizada por Florencia Peña (50) Jorgelina Aruzzi (50) como Lilí Garcés en el protagónico de “Chiquititas” (Telefe, 2006) Su primera paga laboral fue en la peluquería donde trabajaba su madre. Aquella “setentosa” sobre la calle Díaz Vélez, ¿recuerdan? Y no tuvo que tocar un pelo. “Solo me pidieron que estuviese ahí, como extra de una filmación de Lucho Bender (Publicitario y director de cine, 1956 -2004)”, cuenta. La experiencia, que la sorprendió a finales de la secundaria, no haría más que reconfirmar su elección. Jorgelina Aruzzi (50) como Yanina Valverde (médica con capacidades diferentes) junto a Guillermo Francella (70) en “El hombre de tu vida” (Telefe, 2011), que le valió un Martín Fierro a la Actuación Especial Jorgelina Aruzzi (50) fue Daniela Rossi, secretaria del personaje de Mirtha Legrand (98) en “La dueña” (Telefe, 2012) Jorgelina Aruzzi también fue “repositora de trapos de piso”. Emplearla en la metier fue idea de una amiga, hija de un fabricante de insumos de limpieza. “Vivía en un colectivo”, dispara con gracia. Jorgelina Aruzzi (50) interpretando a la inolvidable Susana Contreras junto a Griselda Siciliani (47) en “Educando a Nina” (Telefe, 2016), que le valió un premio Tato como actriz de reparto Jorgelina Aruzzi (50) como Inés Sosa entre el gran elenco de “100 días para enamorarse” (Telefe, 2018) El plan era presentarse frente al equipo de Marcelo Tinelli (65) “junto a Leticia Gaspari que es una actriz muy, pero muy alta”, describe. “Habíamos preparado una rutina en la que ella cantaba mientras yo intentaba sacar algún sonido digno de mi bandoneón. Pero a la tercera cuadra de cola, ella se cansó y se fue. Pensé: ‘Me quedo… ¡Si no tengo más que hacer! Y se ve que les llamé la atención, porque me tomaron para trabajar en la sección de las ‘cámaras ocultas’”, recuerda. No está segura de afirmar que odió el paso por ese ciclo, pero sí de señalar que “me hicieron renegar”. Porque “vi cosas que no estaban bien. Que yo jamás compartiría. Ahí me di cuenta de las atrocidades del machismo en el manejo del humor y del tratamiento a las mujeres”. Pero a fin de cuentas, y como “único saldo positivo” de aquella experiencia, se hizo de afectos que se llevaría para siempre: Mariana Briski (1964-2014); Eugenia Guerty (50), junto a quien escribiría Pasado carnal (2020); y Pablo García, por entonces productor y, tiempo después, padre de su hija. El matrimonio entre Jorgelina y Pablo sobrevivió dieciocho años. Y digo ‘sobrevivió’ por la concepción que la actriz tiene sobre el amor y la pareja. Pero ese será tema de algún otro párrafo siguiente. Hoy Alma García Aruzzi tiene quince años, un paso fugaz por la danza y “varias herramientas para saber cuidarse sola”, indica como parte de la lista de prioridades en la educación que se propone. Otra, sin duda alguna, es la comunicación. “La clave es estar al tanto de qué siente, de qué piensa, en qué anda. Porque en la adolescencia uno empieza a transitar el mundo adulto y hoy ese mundo adulto está en un celular”, reflexiona sobre un aspecto que, a esta confesa “controladora”, la “asusta” sobremanera. Jorgelina Aruzzi (50) y su hija Alma García Aruzzi, hoy de 15 años “Ella sabe hacerme de espejo con sus miradas y opiniones. E intentamos adaptarnos, la una a la otra sin juicios. Por ejemplo, ya aprendí a no juzgar la música que escucha…”, suelta en serio, pero con gracia e ironía. “Siempre intento procurar un momento de charla para contarnos cómo vamos en la vida y, principalmente, para entregarnos al disfrute”, enumera. “Porque lo nuestro es de ‘casa abierta’: Entran y salen amigos todo el tiempo”. Claro, sin contar la irrefrenable pasión que ambas tienen por Brasil, “a donde nos escapamos cada vez que podemos”, dice. Y tan “cómoda” la hace sentir ese país “que aún fantaseo con el hecho de radicarme ahí por algún tiempo”. Jorgelina Aruzzi (50) y su amiga, la actriz Gloria Carrá (53), de vacaciones en Brasil, país en el que fantasea radicarse alguna vez Aruzzi creció observando. Y la suerte de esa lupa nunca la esquivó. Hoy se reconoce como el objetivo principal en su mira. Comenzará riéndose de sus fobias “que crecen y se multiplican con el correr de los años”, anticipa. “No sé, tengo algo fuerte con la saliva… Después chapamos sin problemas, pero no me agregues la tuya a la comida”, explica, hasta con ritmo de stand-up. Jorgelina Aruzzi celebró sus 50 años el pasado 30 de septiembre Dice que los cincuenta le llegaron con certezas. Una de ellas es que “el matrimonio (algo tan anormal), y la convivencia, ya no son para mí… ¿Eh? ¡¿Compartir casa con alguien?! Me muero. Ya no resisto nada tan definitivo”, sentencia. “Si hay algo que no me cierra de un hombre, no insisto ni me encapricho. Salir de ahí de inmediato es algo que hoy me permito. Ya no tengo contemplaciones. Soy demasiado selectiva. Tal vez porque en este tramo de la vida la pareja no está ni siquiera cerca de resultarme una meta u objetivo. Porque la pareja ‘te empareja’ con el otro y yo no quiero emparejarme. Ya no voy a renunciar a mi singularidad”, enfatiza. Jorgelina Aruzzi (50) junto a sus compañeros de Le Prénom (2013), Federico D’Elía (58), Mercedes Funes (46), Carlos Belloso (62) y Peto Menahem (55), dirigidos por Arturo Puig (80) Otra de las certezas de estas cinco décadas es que “el Botox no me pega bien”, dispara. Entonces recrea la vez en la que sobre el escenario de Le Prénom (2013), intentó hacer el gesto que daba el pie al texto de Mercedes Funes (46). “Yo le ponía garra para conseguirlo, pero estaba tan dura que ella no lo notaba”. Jorgelina Aruzzi (50) y su amiga, la actriz Griselda Siciliani (47) “Yo me propuse laburar para salir de todo eso”, comenta. “Hoy podré estar más o menos hecha mierda, pero muy compasiva. Finalmente asimilé el valor de estar consciente del presente”, expone. “Una sonrisa garpa mucho más que cualquier aspecto”. Jorgelina Aruzzi y Mariano Torre en una escena de Niní en el aire, de su dramaturgia y sobre textos de Niní Marshall en el Liceo Comedy, 2018 Jorgelina está contenta con su devenir profesional. E insiste: “De no haber contado con un espacio estatal, gratuito, abridor de un mundo y tan contenedor como ha sido el Labardén, quizás hoy no estaría aquí sentada. Y lo subrayo en tiempos en los que la cultura pareciera importar poco o subestimada en su poder para impactar en nuestras vidas. Brindo por los aquellos espacios en los que lo jóvenes puedan descubrirse, tengan la posibilidad de autoconocimiento y solidaridad”. Sí, Aruzzi celebra lo alcanzado, aún más tras haber vestido a la Marshall (su ídola y referente) en Niní en el aire, “la obra más sublime que pudiera interpretar”. No obstante de la gratitud, desfunda dos anhelos claros: “Hacer más películas, porque tengo menos cines que Glew”, dispara con gracia y un haber de seis films; “Y, por otro lado, siento enormes ganas de volver a una tira tradicional que devuelva las historias a la tele, que plantee debates de problemáticas actuales y que reaviva en la gente esa empatía que tantas veces nos ha salvado. Porque de todo eso se ha tratado siempre la ficción televisiva”. (Candela Teicheira) Se proclama “militante de la sonrisa y del buen trato, sobre todo en estas épocas tan tristes”. Porque tal cual reflexiona, “el mundo está muy oscuro, ¿no? Llegamos a un punto en el que hay que tomar partido. Es momento de sumarse a defender las cosas en las que todos estamos de acuerdo más allá del partido con el que se simpatice: la democracia, el altruismo, la no violencia”. Tenemos que poder hablar y, principalmente, “distinguir entre el bien y el mal”, argumenta. “Pongamos buena cara. Seamos solidarios. Frenemos tanto enojo. Conservar un poquito de alegría y no perdernos de vista, hoy puede resultarnos muy urgente”.
Ver noticia original