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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/04/2025 17:16
Mamá e hijo en Malvinas: Beatriz Páez y Félix Alberto Reynoso (Crédito: Telefé) Félix Alberto Reynoso tenía 19 años cuando pisó Malvinas. Pertenecía al Regimiento de Infantería Mecanizado 6 de Mercedes. Partió a la guerra el 12 de abril de 1982 y regresó al continente en uno de los últimos aviones antes de la rendición. Fue trasladado al Hospital de Campo de Mayo con “pie de trinchera”: principio de congelamiento. Su madre, Beatriz Páez, aferrada a la fe, lo esperaba en Hurlingham. Ambos estuvieron en el noticiero de Telefé (“De puño, letra... y voz”) leyendo las cartas que se enviaron durante aquella distancia. La primera carta que mandó Albertito, como le dice su madre, es del 16 de abril del 82. “Queridos viejos, quiero que cuando reciban estas líneas estén todos bien. La letra va a ser un poco fea, es por el frío que tengo en las manos. Volamos: Palomar, Río Gallegos, Malvinas”, empieza. Nuestras mujeres de Malvinas Por Beatriz Reynoso y Silvia Cordano eBook $ 10 USD Comprar Luego cuenta que “en cualquier momento nos llevan en helicóptero a unas montañas que hay más o menos a cuatro kilómetros”. Entonces irrumpe un recuerdo, Vieja, quiero que sepas que el 13, el día de tu cumple, me acordé de vos. Espero que la hayas pasado bien. Bueno, familia, me estoy quedando sin luz y tengo que despedirme. Alberto, que los quiere mucho. Alberto. Un caluroso beso a pesar del frío". Félix Alberto Reynoso (Foto: Gustavo Gavotti) Entre las respuestas de su madre estaba esta: “Nunca me canso de repetir que te cobijes en Dios y en la Virgen”. O esta: “Nosotros estamos bien, esperando todos los días noticias tuyas”. Y la firma final: “Tu madre, que nunca te olvida”. Alberto lee otra carta: “Mami, te voy a decir lo que pienso todas las noches: qué voy a comer el día que llegue. Tortilla, panqueques y vino. Arriba familia, que ya vuelvo”. Beatriz Páez (Foto: Gustavo Gavotti) Beatriz participó del libro Nuestras mujeres de Malvinas, de Beatriz Reynoso y Silvia Cordano, editado por Leamos. En una larga entrevista, cuenta que “era creyente de toda la vida”: la fe la sostuvo en aquel duro momento. “Todos los días nos juntábamos un grupo de mujeres acá y nos íbamos a rezar el rosario en la parroquia San José Obrero. Estuve también en el programa de Canal 7. Ayudé también monetariamente”, cuenta. “Regalé la alianza de oro y no les dieron nunca nada a los chicos. ¿Qué se hizo con todo eso? ¡Una cosa tan importante! Pero también quisiera destacar algo bueno. La Fortabat (la empresaria Amalia Lacroze de Fortabat) fue la persona más presente con los ex combatientes. Mandó a poner televisores en todas las salas donde estaban internados los soldaditos, porque era el Mundial", recuerda en el libro. "Nuestras mujeres de Malvinas" (Foto: Gustavo Gavotti) Alberto, por su parte, “escribía en el pozo, en la trinchera, donde podía”. “¡Tenía tantas cosas para contar y el papel era tan chico! Pero uno trataba de mandar tranquilidad para su casa”, cuenta en la nota de Telefé. “Cuidaba las cartas como un tesoro, más que el armamento”, confiesa. Es una historia conmovedora, a ambas orillas: él en Malvinas, ella en la casa, esperándolo todos los días, hasta que se volvieron a ver.
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