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Parana » APF
Fecha: 31/03/2025 00:30
Este lunes 31 de marzo se cumple un nuevo aniversario de la desaparición física de Raúl Alfonsín, el primer presidente de la restauración democrática. Los principios que representó aún siguen vigentes, a pesar del cambio de época y del estado de crisis permanente de la sociedad argentina. lunes 31 de marzo de 2025 | 0:18hs. Raúl Alfonsìn Alfonsín asumió la presidencia el 10 de diciembre de 1983. Tenía 56 años. Junto a él llegaba una camada de dirigentes radicales que lo habían acompañado a forjar “Renovación y Cambio”, la línea interna que buscaba remozar un partido que, desde el surgimiento del peronismo, no había sabido acomodarse a los nuevos tiempos. Casi todos los que estuvieron con él en lugares de decisión también han partido. La juventud que lo votó con esperanza e ilusión un domingo 30 de octubre ha entrado en la última etapa de su viaje por este mundo. Muchos se han retirado de la vida activa o están por hacerlo. Algunos cuidan nietos a los que le cuentan historias de aquel abogado de Chascomús que dio vuelta la página de la historia nacional. La edad promedio de la población argentina es 32 años. Esto quiere decir que la mitad de la sociedad vino al mundo cuando Alfonsín ya había entrado en el ocaso político y era una figura de referencia, pero un candidato imposible, algo trágico para un político. Él, sin embargo, lo soportó con hidalguía, supo entender su lugar y tejió y destejió la política nacional hasta sus últimos días. En las elecciones legislativas de octubre tendrá la posibilidad de votar por primera vez una generación que nació cuando Alfonsín ya había dejado este mundo. Son los jóvenes centennials, nativos digitales para los cuales internet es algo natural y dado, gran parte de su relacionamiento social es través de las redes y están cómodos con la inteligencia artificial y sus aplicaciones. Esos chicos y chicas irán a las urnas a elegir en función de su futuro y no de un pasado que le resuena remoto, tanto como las fotos en sepia y la TV en blanco negro, registro en el que está gran parte de la vida de Alfonsín. La clave para saltar esta brecha la dejó el propio ex presidente. “Hay que seguir a las ideas y no a los hombres”, solía repetir. De allí que el concepto Alfonsín debe sobrevivir a la persona que está enterrada en el cementerio de La Recoleta. Alfonsín significa la prevalencia de la democracia sobre el autoritarismo, es diálogo y convivencia para evitar la violencia, es acuerdo por sobre y a pesar de las discrepancias personales y sectoriales. Es, en definitiva, la libertad real del hombre por sobre las pasiones que lo arrastran de nuevo a la era de las cavernas. El espíritu de época que vivimos va en sentido contrario. La insatisfacción social por las promesas incumplidas o pendientes de la democracia reinstalada en 1983 han puesto en jaque los pactos sociales implícitos de los últimos 40 años. Hoy la política es agresión, denigración y anulación del otro. Es un esquema tan autoritario que hay que hacer un esfuerzo intelectual importante para no caer en la metáfora fácil del fascismo. Rescatar el ideario de Alfonsín, más allá de la polémica histórica que genera su figura, cargada de luces y sombras como la de toda persona cuya existencia no pasó desapercibida, es la tarea de los sectores sociales que conocen los riesgos de la construcción política sobre el eje de la violencia y quieren evitarlos. La UCR, el partido que formó y llevó al poder a Alfonsín, tiene una rol central. Habrá que ver si sus dirigentes deciden acometerla o les resulta más fácil llevar una vez por año una ofrenda floral a una tumba en Recoleta.
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