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» Diario Cordoba
Fecha: 30/03/2025 04:54
Con la cineasta Laura Hojman (Sevilla, 1981) ha habido un equívoco. Debutó con un documental sobre Rubén Darío, en Los días azules puso el foco en Antonio Machado, después desenterró a la escritora María Lejárraga y ahora reivindica con Un hombre libre a Agustín Gómez Arcos. El almeriense triunfó en la Francia de 1975 escribiendo en francés El cordero carnívoro mientras era repudiado en una España a la que nunca quiso renunciar y François Mitterrand pedía que le enviaran al Elíseo, y dedicadas, sus novelas. Todo esto podría hacernos pensar que Hojman es la directora de los escritores. Sin embargo, es un pequeño malentendido. Su tema, reconoce en una butaca de los Cines Embajadores de Madrid, donde atiende al suplemento ABRIL, es la memoria. La realizadora, que estudió Historia del Arte para ser arqueóloga, en lugar de quitar capas de tierra, levanta el silencio en el que incluso durante la Transición interesó tener al incómodo y rebelde Gómez Arcos. El documental contribuye, como ha hecho la editorial Cabaret Voltaire con sus novelas y recientemente su teatro completo, a devolver la palabra al autor tal y como él hizo con la España cautiva, desarmada y disidente. Hojman dirige, escribe junto a María D. Valderrama y su voz es la que narra Un hombre libre, la que cuando habla hace que las cosas existan, como la escuchamos decir en las primeras escenas de esta historia de amor por la vida, por la literatura y por una España que no pudo ser, aún. Un hombre libre es su cuarta película en torno a la literatura. ¿Qué tienen los escritores que no tengan otros creadores para que a usted le interese tanto poner el foco en ellos? Supongo que es porque he sido lectora desde niña y la literatura siempre me ha hecho conectarme con la vida, me ha hecho entenderme, me ha hecho entender el mundo, entonces es algo que sale casi natural, no es premeditado, la literatura forma parte de mí. Creo que hay algo común en estas películas además de la literatura y es la memoria. Sí, yo creo que la memoria es mi tema y quizá no de una forma consciente siempre, pero acaba saliendo. Es un tema que me interesa mucho y sobre todo me gusta fijarme en esas voces, en esas personas, en esas historias que han sido silenciadas, que han sido ocultadas, que han sido señaladas. Me parece que nos habla mucho de quiénes somos. Yo creo que nosotros somos aquellas cosas que decimos, pero también las que no decimos y aquellas cosas que no queremos mirar, que no queremos contar. Eso me interesa mucho. Fíjate que yo estudié Historia del Arte, yo quería ser arqueóloga desde que era muy pequeña, porque me gustaba buscar en el pasado esas cosas que están escondidas, que están bajo tierra y ver qué nos cuentan de quiénes somos hoy en día. Y últimamente pienso que al final sí que creo que acabé siendo arqueóloga, porque es un poco lo que hago. No me interesa mirar al pasado para quedarme ahí, sino confrontarlo con el presente y ver qué nos cuenta de nosotros hoy. En el documental vemos a Pedro Almodóvar o a Bob Pop hablando de lo que significó para ellos leer a Agustín Gómez Arcos por primera vez, ¿Y para usted?, ¿cómo lo recuerda? Lo primero que leí fue El cordero carnívoro. Y me voló la cabeza, que es curioso porque cada vez que lo comento con alguien, repite la misma frase: me voló la cabeza. Yo sentí que no había leído nunca algo así. Me pareció un libro incómodo, brutal y bellísimo al mismo tiempo. Cuando me estaba planteando hacer el documental, ya había estrenado Los días azules, estaba escribiendo María Lejárraga y pensaba: ya cambia de tema, Laura. Pero, claro, de repente ahí me encuentro que está el tema de la memoria, está el tema de esas voces que han sido expulsadas de la construcción de nuestro relato, está el tema de esas ausencias y de cómo nos construyen que a mí me parece muy interesante. Y ahí veo que hay una historia sobre el silencio y sobre nuestra propia identidad como país. Al final el cuerpo me dijo: esto te llama, esto es tuyo. No me interesa mirar al pasado para quedarme ahí, sino confrontarlo con el presente y ver qué nos cuenta de nosotros hoy El tema de Agustín Gómez Arcos también es la memoria, dar voz a los ausentes, a los disidentes, a los homosexuales, a los republicanos, él era todo eso, dársela a quienes se les ha negado. Nos invita Gómez Arcos, y creo que nos invita usted también, a tomar la palabra, no pedirla. Totalmente. A mí me parece que es una forma de rebelión y este documental lo entiendo así. De alguna forma, es rebelarse contra el silencio, es no resignarse a que te expulsen de algo que también te pertenece, no solo físicamente, porque al final estas personas tuvieron que irse de España y tuvieron que irse al exilio, pero no es solo una expulsión física, es una expulsión de nuestra identidad, como país, de nuestro relato, que me parecía aún más grave. Agustín Gómez Arcos tiene esta rebeldía que a mí me encanta, la que dice: no, no voy a permitir que me quites esto que también es mío. Él, por ejemplo, nunca quiso aceptar la nacionalidad francesa por no renunciar a su nacionalidad española. Tiene esta frase tan contundente que a mí me encanta y que yo cuando la escuché dije, es que esto es el documental: "España soy yo". Otra constante suya es la España que no fue, la de María Lejárraga, la de Machado, la de Gómez Arcos. ¿Usted siente que debemos recuperar España? Yo me siento completamente heredera de esa España que representan Antonio Machado, María Lejárraga, Lorca, las misiones pedagógicas, la Institución Libre de Enseñanza, cuando hablamos del concepto de patria. Está como muy desvirtuado, parece que patriota es el que se pone la bandera más grande en la pulserita o en el balcón. Yo esto lo hablaba en Los días azules con Antonio Muñoz Molina y, como él me decía, Antonio Machado, todos los compañeros que estaban en las misiones pedagógicas, eran profundamente patriotas. Eso era España también y a través de mis documentales me gusta al menos recordar que España fue eso y que podría haber sido eso y que yo sí me siento heredera de aquello, que parece que se ha quedado como olvidado en un cajoncito y creo que lo deberíamos recordar más a menudo. Hace una cosa en el documental preciosa y valiente: en este tiempo de prisas y espectáculo, usted permanece varios minutos en un plano abierto de alguien que tiene un libro en sus manos y lee. Me encanta que me lo digas, porque es una cosa completamente consciente y militante, porque en estos tiempos en los que todo es hiperrápido, hiperestimulante, hiperconectado, hiperproductivo, algo que creo que nos está matando y que nos está enfermando, en mis documentales procuro dar un espacio de calma, un momento de reflexión, porque es de ahí de donde surge el pensamiento. Yo creo que hay que poder parar y escuchar a una persona que sostiene un libro, y lo concebí así con la actriz Marisol Membrillo, le dije: vamos a buscar un espacio que sea un salón de una casa en el que no tiene que haber ninguna otra distracción y donde tú sostienes el libro y leas. Así creamos un espacio de escucha y pensé: ya verás como nadie se va a morir porque escuche un ratito. Eso es otro acto de rebeldía. Una invitación al sosiego y también a ir a la librería. Me consta que consiguió muchos lectores para María Lejárraga y ahora pasará con Agustín Gómez Arcos, a quien publica la editorial Cabaret Voltaire. Cuando se estrenó Un hombre libre en el Festival de Cine de Sevilla, al día siguiente se agotaron los libros en las librerías de la ciudad y me pareció tan bonito y tan esperanzador... Vivimos unos tiempos ahora tan difíciles, nos invade esa desesperanza y de repente pasa esto. Esto es de lo que yo hablo, del poder que tenemos las personas que escribimos o que hacemos películas o que nos dedicamos a la narración de alguna forma de hacer que las cosas existan. Cuando las contamos, cuando les damos un nombre y les damos un relato, de repente existen en nuestra sociedad. Qué poder tan increíble y qué mágico devolverles la vida a través de la palabra y que estén entre nosotros. En la película, Pedro Almodóvar habla de lo difícil que sería adaptar El cordero carnívoro. ¿Le interesan las adaptaciones cinematográficas, puede ser su siguiente paso? Pues sí [se ríe, asombrada], precisamente estoy escribiendo el guion de una película de ficción y es la adaptación de una novela, pero no puedo contar más por ahora. Yo creo que hay que poder parar y escuchar a una persona que sostiene un libro ¿Cómo se consigue una buena película y que no decepcione al lector original, y ya no digamos al autor? Es difícil, hay adaptaciones maravillosas que incluso a veces superan al libro original y otras que son horribles. Al final, una película es una obra creativa y es una visión subjetiva y debe tener una visión personal del autor, un posicionamiento y, por lo tanto, no puedes pretender calcar la novela. A mí me gustan las adaptaciones, me parece interesante ver cómo pasa por el filtro de otra persona, que tiene su propia mirada. Esto es precioso y tiene que ver también con el arte. Al final cada uno interpreta desde su lugar. Cada película supongo que le ha cambiado, como a uno le cambia leer determinados libros. ¿Quién es Laura Hojman después de Un Hombre Libre? Creo que es una Laura más rebelde, que tenía ganas también de ejercer esa rebeldía y el derecho al resentimiento, que es un concepto que yo he aprendido con Agustín y que me gusta mucho. Las mujeres tenemos esta cosa que nos han inculcado de querer agradar, de no parecer una borde, de ser correcta. Lo hablé con Marisa Paredes, aunque al final no sale en el documental, pero me acuerdo casi a diario de esa frase: "Soy una resentida social porque me acuerdo, porque tengo memoria y me acuerdo de cuando yo era la hija de la señora que limpiaba la escalera del edificio y los reyes magos nunca llegaban al tercero. Claro que tengo resentimiento porque tengo memoria, pero lo llaman resentimiento porque suena a enfermedad". ¿Con qué libro recomienda empezar a quien aún no conoce a Agustín Gómez Arcos? Es difícil, no son libros complacientes ni cómodos, pero yo sin duda recomendaría El cordero carnívoro, que creo que es su obra más icónica, la primera novela que él escribe cuando llega a París y con la que se convierte en el gran novelista que después va a ser. A lo bestia. Sí, sí, ahí, porque eso es una bomba.
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