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Gualeguaychu » El Argentino
Fecha: 30/03/2025 03:11
“Un crimen de características inéditas para nuestra ciudad ha conmovido a Gualeguaychú”, publicaba EL ARGENTINO el 6 de noviembre de 1984, dos días después de conocido el homicidio de José Faué en su casa de calles Constitución y Sarmiento. Sábado, 29 de Marzo de 2025, 19:23 Redacción EL ARGENTINO Para contar la historia de José Faué hay que ir al principio. Mucho antes del hecho que terminó con su vida y por el cual fueron condenados tres hombres y una mujer. Hay que arrancar por quién era este hombre que al momento de su muerte tenía 59 años y era propietario de uno de los comercios más populares de Gualeguaychú. A principios de la década del 80, todavía existían los negocios de ramos generales. Este tipo de comercio era algo similar a lo que en la actualidad son los supermercados. Diferían en tamaño, porque no eran lo que hoy es un Carrefour, pero uno podía encontrar lo que buscara. Había de todo y para todos los gustos. Juguetería, zapatería, indumentaria, bazar, mercería, librería, y todo tipo de artículos para el campo. La particularidad de este tipo de negocio es que respondía a las necesidades de aquellas personas que vivían en la zona rural y venían cada tanto a la ciudad a abastecerse. Para tener una idea del movimiento que un negocio como este tenía: la hija de Faué, con apenas 18 años, se hizo cargo del comercio tras la muerte de su padre con la idea de vender todo y regresar a Buenos Aires para continuar con sus estudios de abogada. Estuvo durante todo 1985 vendiendo lo que había, sin reponer nada de mercadería, y sin embargo a finales de año debió regalar muchas cosas a la caridad para finalmente cerrar las puertas del local. Era mucho lo que se vendía y por consecuencia, era mucho lo que se recaudaba. Pero el brillo de un comercio exitoso también genera otras cuestiones: es el lugar óptimo para que un delincuente intente llevar adelante un robo. Y principalmente este lugar, porque se encontraba alejado de la zona céntrica, frente al Hipódromo, con calles de tierra y adoquines, y en una época donde no había tanta Policía. Las condiciones para un atraco eran las ideales. Faué era viudo desde el 74 y vivía solo, porque su hija María de los Ángeles vivía con una tía en un barrio más céntrico, para estar cerca de la escuela, y esto, también lo transformó en una víctima perfecta. El blanco perfecto Pero para remontarnos a lo que pasó durante el sábado 3 y domingo 4 de noviembre de 1984, hay que contar lo que sucedió dos años antes, el 5 de junio de 1982. Ese día fue la primera vez que este comerciante sufrió un intento de robo en su casa y terminó lesionado. El negocio ya estaba cerrado y Faué se encontraba mirando televisión en la cocina de la casa, que estaba pegada al comercio, cuando de repente dos personas aprovecharon que la puerta estaba entreabierta para que saliera la perra a la calle y se abalanzaron sobre él. Uno estaba armado, con lo que se sospechó que era una réplica de arma de fuego, porque la víctima se trenzó en una lucha con el delincuente pese a las amenazas que le hacía con dispararle. El otro lo golpeó en la cabeza con una linterna y le ocasionó una lesión en el cuero cabelludo, pero fue la resistencia que puso Faué lo que impidió que se concretara el robo. Los ladrones salieron corriendo de la casa. Era la primera vez que intentaban asaltarlo, pero no iba a ser la última. No hay crimen perfecto José Faué llevaba varias horas muerto cuando el domingo 4 de noviembre de 1984 por la mañana, un empleado pasó a buscarlo para ir al campo que el hombre tenía en la zona de “La Lata”, en Pehuajó Sur, y se encontró con un panorama terrible. La puerta del garage sobre calle Sarmiento estaba abierta y en el medio del comedor yacía el cuerpo sin vida, boca abajo, en medio de un charco de sangre por la herida de 20 centímetros que tenía en la cabeza. Inmediatamente se dio aviso a la Policía y a las pocas horas la noticia ya conmocionaba a toda la sociedad. Faué había sido golpeado reiteradamente en la cabeza con un fierro de alambrador, ocasionándole gravísimas heridas y pérdida de masa encefálica, que lo hicieron agonizar en el piso de su casa hasta que finalmente murió durante la madrugada. Los delincuentes habían revisado cada lugar de la vivienda y el negocio. La Policía, como es común en este tipo de casos, realizó todo el peritaje criminalístico, levantando rastros en ventanas, botellas, y todo vidrio que había en los distintos lugares del inmueble. Todo objeto fue peritado y esta labor dio sus frutos cuando en el informe criminalístico del 21 de noviembre, es decir dos semanas después del crimen, apareció el nombre de José Francisco “Pepe” Gaboardi. Los crímenes no son perfectos. Siempre hay alguien que observa o que brinda un dato que puede ser la punta del iceberg. Eso fue lo que ocurrió con el testimonio que brindó una joven de 25 años que pasó circunstancialmente por el frente de la casa de Faué, junto a su marido en un camión, y observó el momento en que una camioneta blanca con dos o tres personas salía “apresuradamente”. Esa camioneta pertenecía a Gaboardi y ya para el 18 de enero, los investigadores tenían pistas firmes sobre al menos uno de los involucrados. Ese día se le tomó declaración a Antonio Aguirre, un muchacho de 26 años que trabajaba en una tapicería, de la cual el dueño tenía vínculos con Gaboardi. Y fue su declaración la que ubicó al principal sospechoso en Gualeguaychú. Primero, el 20 de octubre de 1984, en el día de las carrozas, como parte de un plan premeditado, y luego en los primeros días de noviembre, para consumar lo planeado. La viuda negra Ya para mediados de febrero de 1985, la Policía tenía a todos los involucrados declarando en Gualeguaychú ante el juez de Instrucción Celestino Toller. Ya se tenía claro el móvil del crimen y por sobre todo, cómo había ocurrido, cuál era el papel que tomó cada uno de los protagonistas, y sobre todo, quién había sido el autor intelectual y material del homicidio. Gaboardi era un santafesino que había nacido en la misma ciudad que el ex campeón mundial de boxeo e ídolo argentino, Carlos Monzón. Tenía 41 años, casi la misma edad del pugilista, y cada vez que podía sacaba chapa de la relación que tenía con el hombre que cuatro años después pasaría a ser conocido como el femicida de Alicia Muñiz. Este sospechoso ya tenía antecedentes, e incluso alternaba su vida delictiva entre Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, y fue gracias a su pasado que rápidamente lo ubicaron en la escena del crimen por los rastros que dejó. Gaboardi reunió a su equipo en San Nicolás, en la provincia de Buenos Aires, de donde eran todos oriundos, con el pretexto de que tenía que hacer un “laburito” en Gualeguaychú, con un “viejo” que le debía dinero. Sus cómplices fueron Miguel Ángel Boulán, de 28 años, Oscar Antonio Torres de 26 años, y su esposa Florentina Alfonso, de 24 años, que jugaría un rol clave en la planificación del crimen. Torres y Alfonso vivían el día a día. Era un matrimonio joven, con tres hijos, desempleados ambos, por lo cual toda promesa de trabajo era bien recibida sin importar la naturaleza. Boulán era un transportista que conocía a Gaboardi desde hacía un tiempo, y también banquineaba entre lo bueno y lo malo. El 20 de febrero de 1985, Torres decidió abrir la boca y contarle todo al juez Toller. Le contó que había conocido a Gaboardi en agosto del año anterior en San Nicolás y que lo tuvo un tiempo durmiendo en su casa porque no tenía donde parar, hasta que finalmente se metió a trabajar con un hombre que tenía vínculos con la noche y la prostitución. Luego de esa primeraindagatoria de Torres surgieron datos que se contradecían con su relato y ante esa situación, este joven decidió ampliar su declaración al día siguiente para contar la verdadera historia. Allí confesó que Gaboardi le había dicho que iban a “apretar” a un viejo y que era necesario contar con una mujer para que la víctima les diera entrada. Faué tenía 59 años y hacía una década que había enviudado. Por ello, Gaboardi sabía que una mujer sería clave para lograr entrar en la casa. La elegida fue la mujer de Torres: Florentina Alfonso, una morocha de 24 años que sería el caballo de Troya para lograr el robo. Torres fue claro en su declaración: Gaboardi nunca dijo que iba a matar a Faué y en esto coincidieron todos los imputados cuando declararon ante el Juez Toller y la fiscal Graciela Pross Laporte. Todos hablaron de que habían sido convocados para robar la casa y que la “apretada” era solo pegarle para reducirlo, pero no matarlo. Pero Gaboardi tenía un motivo para acabar con la vida del comerciante. O por lo menos eso creía. Este delincuente había sido uno de los dos que participaron del intento de robo dos años antes, que el propio Faué logró resistir. Sabía que si lo dejaba vivo lo iba a reconocer y lo iba a vincular con el atraco anterior, y por ello lo mató a golpes. Todo fue premeditado El plan fue el siguiente: llegaron a Gualeguaychú por la mañana del sábado 3 de noviembre luego de haber salido de San Nicolás durante la tarde del día anterior, pero una serie de problemas mecánicos en la camioneta Dodge los obligaron a pasar la noche en la ruta hasta que los solucionaron con la salida del sol. Llegaron hasta un prostíbulo ubicado frente al Regimiento, sobre Urquiza al oeste, porque Gaboardi conocía a la regente y allí organizó a su tropa, con los roles que tendría cada uno. Esa misma mañana partieron rumbo al centro, dieron unas vueltas por la ciudad y luego de ello se dirigieron hacia el comercio de Faué que estaba abierto hasta el mediodía de ese sábado. Estacionaron unas cuadras antes, en el mismo lugar donde Gaboardi había estacionado el 20 de octubre cuando había llegado a la ciudad en una noche de carrozas, para estudiar el lugar. Allí hizo bajar de la camioneta a Florentina Alfonso y le dijo que fuera al negocio, que pidiera por ropa interior y le advirtió que el dueño mismo la iba a atender. No se equivocó. Faué la atendió y concertó para que la joven fuera a su casa a las 20.15. Los cuatro salieron rumbo al prostíbulo que utilizaron como cuartel en Gualeguaychú y con la bajada del sol regresaron para consumar el atraco. Torres y Boulán bajaron unas cuadras antes y Gaboardi y Alfonso estacionaron más adelante, pero los cuatro se reunieron a pocos metros del comercio. Ella era la primera en la fila, y detrás la siguieron Gaboardi, Boulán y Torres. La puerta del garaje estaba entreabierta. La orden de Gaboardi para la mujer fue que abrazara a Faué cuando la atendiera, pero Florentina Alfonso tocó a la puerta y se metió a la casa; y cuando Faué fue a cerrar el garaje, Gaboardi apareció y lo empujó hacia adentro. Atrás se metieron los otros dos cómplices, que vieron cuando el cabecilla sacó de su pantalón el fierro tipo grinfo de 12 mm de espesor y le asestó un primer golpe en la base del cráneo y la parte alta de la espalda. Faué quedó muy golpeado, tropezó pero no cayó. Se apoyó en el paragolpe del Ford Falcon estacionado en el garaje y siguió trastabillándose hacia el comedor, pero fue allí donde Gaboardi le aplicó un segundo golpe en la cabeza que fue determinante para que no volviera a levantarse. La víctima quedó tendido boca abajo, con los brazos extendidos, clamando por ayuda, pero sus ruegos se perdían en la música a todo volumen que salía del tocadiscos. Mientras Gaboardi tenía su atención en Faué, el resto revisaba y cargaba todo lo que podía. Torres y su esposa sacaban la ropa que luego iban a vender en San Nicolás, tal como les había prometido el líder de la banda, y Boulán andaba por la planta alta buscando dinero y joyas en los cajones. Estuvieron algo más de una hora dentro de la casa mientras la víctima agonizaba en el piso de mosaicos. Luego, Gaboardi y Boulán salieron a buscar la camioneta, en tanto Torres y su esposa esperaron en el domicilio a que pasaran a buscarlos para cargar las tres valijas repletas con mercadería. Todos a bordo, rumbearon hacia la salida de Gualeguaychú. Juntos llegaron hasta la Ruta 14, donde el matrimonio bajó y se tomó un colectivo, mientras los otros dos los siguieron detrás, hasta la rotonda de Zárate. Allí volvieron a encontrarse y repartieron parte del botín que Boulán había encontrado y entregado a Gaboardi. El amigo del campeón La declaración más importante que esperaba el juez Celestino Toller fue la de José Francisco Gaboardi. Esa indagatoria se produjo el 23 de febrero de 1985 y en ella negó totalmente los hechos que le fueron imputados. Lejos de abstenerse de declarar, le relató al magistrado que el día de los hechos no estuvo en Gualeguaychú, pero que sí estuvo el 20 de octubre. Incluso contó que en los primeros días de febrero venía de visita a la ciudad, pero llegando a un “boliche” en la zona de perdices se encontró con un hombre históricamente vinculado a los prostíbulos en Gualeguaychú y Pueblo Belgrano, que lo alertó sobre lo que había sucedido con Faué y que lo estaban buscando. “Yo no he hecho nada, pero me buscan en todas partes a partir del hecho por el cual lo detienen a Monzón por unas armas y me echa el fardo a mí diciendo que esas armas eran mías, ya que yo vivía en el departamento de Monzón porque éramos amigos desde la infancia. Desde entonces cualquier hecho que sucede o mujer que desaparece me lo achacan a mí por mi apellido, por mis antecedentes”, fue lo que dijo Gaboardi en su declaración. Este hombre ya había sido condenado a 17 años de prisión efectiva en 1963 cuando tenía 20 años. Gaboardi fue detenido por el crimen de Faué cuando transitaba por una ruta correntina, en Curuzú Cuatiá, luego de estar evadiendo a la Policía por cada una de las ciudades que frecuentaba para sus negocios. “Yo me entregué y acepté venir porque sabía que tenía garantías con este juzgado, sino no hubiese venido”, le dijo a Toller creyendo que por esa adulación iba a ser condescendiente. Para Toller no fue difícil procesar a todos los involucrados, ya que Torres, su esposa y Boulán confesaron ser parte del hecho, pero tomaron distancia del crimen. Los tres, en sus respectivas declaraciones, coincidieron en que desconocían las verdaderas intenciones de Gaboardi, e incluso uno de ellos lo confrontó en el momento en que lo golpeaba con la barra de hierro. “Hay que matarlo a este hijo de puta”, fue lo que le contó Boulán a Toller sobre la respuesta de Gaboardi en el momento del crimen. El 13 de marzo de 1985, el magistrado resolvió el procesamiento y prisión preventiva de José Gaboardi por los delitos de homicidio calificado y robo calificado. Lo mismo se decidió para Torres y Boulán, pero fueron imputados como partícipes de robo calificado. En tanto, a Florentina Alfonso también se la procesó y se le dictó la prisión preventiva, pero se la imputó de robo simple. La muerte de Gaboardi La reforma procesal penal en Entre Ríos como se aplica actualmente se introdujo en la jurisdicción de Gualeguaychú el 5 de febrero de 2013. Hasta ese momento los juicios por delitos graves se desarrollaban en la Cámara del Crimen de Gualeguay. Así era conocido por aquellos años el Tribunal de Juicios en el que se trataban los hechos más graves que ocurrían en los departamentos del sur entrerriano. Hasta ese lugar viajó la causa de José Faué, con los procesados cumpliendo prisión preventiva. En los primeros meses de 1986, poco antes de que Argentina saliera campeón del mundo en México, el Tribunal integrado por Carlos Pabón Ezpeleta, Eclio Dumón y Carlos Chiara Díaz, resolvió la condena para los cuatro implicados. Gaboardi fue condenado a 24 años, mientras que los otros tres recibieron 12 años de prisión. Florentina Alfonso fue trasladada a la cárcel de mujeres de Paraná, en tanto los otros tres condenados fueron llevados a la Unidad Penal de Gualeguay. Pero fue durante esos primeros meses de su estadía que Gaboardi burló la seguridad penitenciaria y escapó. Los relatos sobre las formas en que sucedió difieren según quién lo cuente. Hay una historia que afirma que salió caminando por la puerta principal del penal disfrazado de mujer, con la complicidad de algunos guardias, y existe otro relato, quizás menos cinematográfico, que certifica que se evadió saltando el tapial del contrafrente por calle Misiones y que a raíz de ese hecho se colocaron los alambres de púas que permanecen hasta ahora. La fuga generó una gran conmoción, no sólo en Gualeguay, sino en toda la provincia y principalmente en Gualeguaychú, porque no había pasado mucho tiempo desde que había sucedido el crimen y el principal condenado ya se había escapado. Tiempo después trascendió que Gaboardi estaba en Salta y que desde allí contrabandeaba mercadería por el norte del país y que en esa actividad había tenido un enfrentamiento armado con Gendarmería Nacional que le había costado la vida.
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