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  • La brújula se rompió: negocios en tiempos de incertidumbre

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 28/03/2025 04:51

    El regreso de Donald Trump a la presidencia hizo que varias empresas se replantearan sus políticas de sustentabilidad (Foto: Reuters/Carlos Barria) El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha traído una ola de cambios que impactan de lleno en la agenda ambiental, social y de gobernanza corporativa (ESG). Empresas que antes promovían con orgullo su compromiso con los grandes desafíos sociales y ambientales están ahora desmantelando esas políticas. La pregunta no es si la sustentabilidad sigue siendo relevante, sino cómo evolucionará en este nuevo contexto de volatilidad política y económica. En el centro del debate está la polarización extrema entre lo “woke” y lo “anti-woke”, que ha convertido la sustentabilidad, y sobre todo algunos de sus componentes, en un campo de batalla ideológico. Este fenómeno ha impactado especialmente en políticas de Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI). Empresas como Google, Amazon y Walmart han reducido sus objetivos de contratación de grupos subrepresentados y eliminado programas de capacitación en equidad. Este repliegue no responde solo a posicionamientos políticos, sino que, en mercados divididos, algunas empresas buscan evitar controversias que puedan afectar su acceso a clientes, inversores y reguladores. Otro claro ejemplo es el éxodo de bancos estadounidenses de la Net Zero Banking Alliance, una iniciativa climática respaldada por la ONU. JP Morgan se sumó recientemente a la lista de instituciones que abandonaron la alianza, siguiendo los pasos de Citigroup, Bank of America, Morgan Stanley, Wells Fargo y Goldman Sachs. Pero, ¿es solo una cuestión ideológica? También hay factores estructurales en juego. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, la relocalización productiva y los conflictos armados han generado una inestabilidad que lleva a muchas empresas a priorizar su resiliencia operativa. En ese contexto, se percibe un repliegue y una tendencia a “volver a las bases”, poniendo el foco en la eficiencia y la reducción de costos. En Europa, región considerada líder en sustentabilidad, también se observan modificaciones: Alemania y Francia han presionado a la Comisión Europea para retrasar normativas clave, argumentando que la carga administrativa afecta la competitividad de las empresas y logrando la presentación del reciente “paquete ómnibus”, que impacta en las regulaciones sociales, ambientales y comerciales del continente. Las empresas saben, hace mucho tiempo, que ignorar los impactos ambientales y sociales genera riesgos económicos, financieros y reputacionales. Sin embargo, lo que está cambiando en forma más profunda es la manera en que estas iniciativas son abordadas y comunicadas. En un mundo donde la eficiencia, la productividad y la competitividad retoman el dominio casi en forma exclusiva de la agenda empresarial, la sustentabilidad debe demostrar su aporte tangible en términos de reducción de costos, mitigación de riesgos y fortalecimiento de la reputación corporativa. Muchas grandes empresas parecen adoptar un enfoque más pragmático y limitado en su abordaje de cuestiones sociales y ambientales, priorizando iniciativas con impacto directo e inmediato en la operación y el crecimiento del negocio. Pero esta nueva lógica no implica que las empresas enfrenten solas el desafío de la sustentabilidad. Cada vez más, las empresas encuentran en la acción colectiva una forma de no dejar de lado grandes ambiciones, reducir costos, compartir aprendizajes y maximizar su impacto. Alianzas estratégicas y multiactorales permiten abordar estos desafíos de manera conjunta, disminuyendo la carga para cada organización individualmente y potenciando sus capacidades en el proceso. Así, el desafío para las compañías no es solo mantener sus compromisos, sino integrarlos de manera estratégica en su modelo de negocio. La sustentabilidad no solo minimiza potenciales fuentes de conflicto, sino que optimiza procesos y mejora la rentabilidad: eficiencia energética, gestión de residuos, recuperación de materiales, licencia social y uso inteligente de recursos naturales no son solo buenas prácticas, sino herramientas clave para operar con menos desperdicio y mayor resiliencia en un entorno económico desafiante. La sustentabilidad crea valor. Quienes lo vean y sigan apostando, harán la diferencia. En este escenario, la autenticidad y la coherencia son aún más valiosas. Se argumenta que una de las causas de la crisis ESG es que se cometieron excesos. Si los hubo, estuvieron más ligados al greenwashing y al socialwashing que a un cuestionamiento real de que las empresas asuman un rol activo en la solución de los grandes desafíos globales. “No debemos intentar ser algo que no somos y lo que comunicamos debe estar alineado a lo que hacemos” se constituye como una regla de oro que estuvo siempre, que más que nunca debe ser atendida. Las empresas que mantengan un compromiso genuino, con acciones concretas y resultados verificables, serán las que logren construir confianza en un mundo donde la transparencia luce innegociable. Esa coherencia las hará destacar y se convertirá en una herramienta de competitividad. Los vientos políticos cambian, pero la urgencia de construir un futuro más sostenible y equitativo sigue siendo imprescindible. El camino hacia la sustentabilidad es una oportunidad para innovar, impulsar la productividad y generar un impacto positivo en el mundo. También es una invitación a la colaboración: las empresas que comprendan que los desafíos actuales son demasiado grandes para afrontarlos solas, y que apuesten por la acción colectiva, no solo sostendrán sus estrategias de manera más efectiva, sino que serán las que definan el futuro de los negocios.

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