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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 27/03/2025 03:23
Emilia Olden es finlandesa, tiene 29 años y está instalada en Buenos Aires desde hace casi una década Por octavo año consecutivo, la ONU declaró a Finlandia como “el país más feliz del mundo”. El Informe Mundial sobre la Felicidad no tiene en cuenta cómo se sienten sus habitantes sino que establece determinados factores que son importantes para que los finlandeses se sientan contentos con su vida. El informe, respaldado por las Naciones Unidas, mide aspectos como el PIB per cápita, la esperanza de vida, el apoyo social y la percepción de libertad, entre otros. El puntaje promedio obtenido en este país nórdico es 7,736 en una escala de 10. Más allá de cualidades que lo hacen un país previsible con excelentes oportunidades de realización personal, hay finlandeses que prefieren huir de esa aparente “zona de confort” y visitar otros países, bajo los parámetros del relevamiento de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de la ONU, en colaboración con Gallup y la Universidad de Oxford, no tan perfectos, donde la gente prioriza otros valores -como los culturales- capaces también de estimular los niveles de felicidad. Emilia Olden, una finlandesa de 29 años que vive desde hace casi una década en Argentina, es una prueba de ello. Emigró de su ciudad natal, Tampere, con una valija liviana y una convicción: que la felicidad podía encontrarse más allá de los márgenes conocidos. “Los valores culturales que hay acá nos lo mide ningún ranking”, dijo en alusión al ranking que ubicó a Finlandia por noveno año consecutivo como "el país más feliz del mundo" “Terminé la secundaria y no sabía qué quería hacer. Allá, si no arrancás una carrera después del colegio, ya quedás como fuera del camino. Te ponen mucha presión”, admitió sobre la crisis vocacional que experimentó en 2015. La idea de instalarse en Buenos Aires no estaba en sus planes. De hecho, apenas tenía una vaga noción del país y del idioma. Pero un intercambio de mensajes de un amigo finlandés que trabajaba en una organización humanitaria en el conurbano bonaerense terminó alterando el rumbo de su vida. Cuando Emilia aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, en enero de 2016, no hablaba ni una palabra en español, y la persona de la ONG que la esperaba tampoco hablaba inglés. “Apenas bajé del avión, me subí al auto y ya me convidó un mate. Hoy, esa chica sigue siendo una de mis mejores amigas”, recordó. Emilia se hizo fanática del mate. "Me lo inculcaron mis amigos argentinos apenas me bajé del avión", contó Esa espontaneidad, dice, marcó una diferencia clave con la cultura de su país natal: “En Finlandia puede llevar años generar una amistad profunda. Acá en Argentina, la gente te incluye desde el primer momento. Todavía estoy sorprendida de cómo la calidez logró conectarnos más que el idioma”. La organización que la recibió y le dio su primer trabajo se llama Youth With A Mission (Juventud con una misión), un movimiento cristiano evangélico internacional misionero presente en 190 países. “Hacíamos tareas de voluntariado y vivíamos en comunidad. Llegué a compartir casa con otras 80 personas de todo el mundo”, recordó. “Fue muy divertido. Estaba rodeada de culturas distintas e hice muchos amigos. Pero también me costó no tener mi espacio. En Finlandia, el valor de la privacidad es muy fuerte”, comparó. Con el tiempo, dejó la comunidad, alquiló una casa con una amiga a pocos metros de allí, y más tarde se mudó a la Ciudad de Buenos Aires, donde trabajó en la sede urbana de la misma ONG. “Allí ayudaba en comedores, hogares de niños y recorría la ciudad en actividades solidarias con personas en situación de calle. También me encargaba de la orientación cultural de voluntarios finlandeses que llegaban por temporadas cortas”, explicó sobre las labores que le habían asignado. Emilia trabajó durante 7 años en una ONG que ayudaba en comedores, hogares de niños y recorría la ciudad en actividades solidarias con personas en situación de calle Tras siete años de voluntariado, Emilia descubrió otro camino: comenzó a estudiar Diseño Multimedial y mientras cursaba, también empezó a trabajar de manera independiente en diseño gráfico. Poco después, se anotó en un taller de cerámica artesanal y en la actualidad impulsa un emprendimiento colectivo junto a dos amigas desde su casa-taller en el partido de Moreno, donde actualmente vive. Esa búsqueda de un ritmo de vida más pausado también la llevó a abandonar la Ciudad de Buenos Aires. “Viví siete años en Capital, cerca del Congreso, y me gustaba mucho, pero la ciudad tiene un ritmo rápido. Extrañaba el verde, lo tranquilo. Acá en zona oeste encontré más conexión con la naturaleza”, admitió. Para Emilia, el ranking de la ONU que mide la felicidad de los países “refleja más bien un índice de bienestar material y seguridad social, que no alcanzan para definir la felicidad por completo”. Y así lo explicó: “En Finlandia, si estás desempleado, el Estado te ayuda. Si estudiás, el gobierno te apoya. Pero también hay una presión muy fuerte por rendir, avanzar rápido en tu carrera, tener éxito. Hay una especie de mandato silencioso que te apura. A mí me hacía mal”. Emilia se mostró en contra de la idea de que exista un modelo único de felicidad basado en el “elitismo del bienestar” Aunque aclaró que la crítica no es contra Finlandia, ya que lo sigue considerando un país con enormes fortalezas, dijo estar en contra de la idea de que exista un modelo único de felicidad basado en el “elitismo del bienestar”. “No nos olvidemos que también es cierto de que en Finlandia hay una alta tasa de depresión estacional. El invierno es largo, oscuro y frío. No te dan ganas de salir, y eso hace que mucha gente se aísle. Noviembre, antes de que llegue la nieve, es un mes muy difícil”, advirtió. “El verano, en cambio, es hermoso. Ahí se ve la alegría de la gente”, agregó. En Argentina, Emilia no solo comprobó que el invierno es más benévolo, sino también que el calor está en otro lado: en los abrazos largos, en la sobremesa, en las juntadas con amigos o en las tardes de mates. “En Finlandia tengo mis raíces. Pero en Argentina florecí”, describió. Emilia de paseo por la Ciudad de Buenos Aires junto a sus amigos argentinos en Costanera Sur Para ella, Argentina ofreció otra cara de la felicidad: la que surge de los vínculos humanos: “Los argentinos brillan por su espontaneidad. Son cálidos, curiosos, te integran enseguida. Para alguien que viene de un lugar más reservado, como Finlandia, eso es muy fuerte. Te cambia”. No todo fue fácil en estos años. Emilia enfrentó largos trámites burocráticos para obtener la residencia permanente. “Todavía, después de casi diez años, no la tengo”, confió. La frustración se agudizó al encontrarse con respuestas dispares según el organismo o la persona con la que hablara: “En Finlandia todo está escrito, se respeta lo que dice la página. Acá cambia según quién te atienda. Me costó mucho entender esa lógica”. Sin embargo, encontró contención en su red de amigos. “Nunca estuve sola. Siempre tuve gente que me ayudó, me hizo la gamba. Eso me sostuvo en los momentos difíciles”. En pandemia, Emilia visitó por primera vez el Teatro Colón Ahora Emilia se prepara para una nueva etapa: volverá a Finlandia para capacitarse en cerámica. Encontró una escuela que le interesó y cree que, después de una década en el exterior, es momento de pasar un tiempo cerca de su familia. Aún no sabe si será un regreso definitivo. “Estoy abierta. Puede ser que me quede, que vuelva o que termine en otro país. No me lo planteo en términos cerrados”, admitió. Tampoco siente que pertenezca por completo a un lugar u otro. “Hoy extraño cosas de Finlandia, como la organización, la puntualidad, lo claro que es todo. Pero también sé que allá hay una presión cultural que no extraño. Y en Argentina encontré un estilo de vida que me hizo muy feliz”. Al pensar en su historia, Emilia subrayó que no busca contraponer culturas. “Todas las culturas tienen algo para dar. Viajar sirve para entender que nadie tiene la receta perfecta. Por eso no me interesa tanto ver edificios lindos como conocer cómo vive la gente, cómo se vincula”, remarcó. Emilia festejó en el Obelisco la consagración de Argentina como campeón del mundo: "Creo, definitivamente, que el fútbol es lo que más hace felices a los argentinos" Su paso por la Argentina no solo le permitió redescubrirse, sino también repensar su origen. “Siento que los finlandeses podrían brillar más si vivieran afuera un tiempo. Hay mucho conocimiento, sí, pero también se aprende al recibir. Y acá, en Argentina, recibí mucho”, enfatizó. Su experiencia, dice, la ayudó a profundizar el sentido de lo que llama felicidad real: aquella que no depende exclusivamente del confort o de los logros, sino de saberse acompañada, contenida y conectada con los demás. “La felicidad, para mí, es entender lo que uno tiene, lo que uno puede dar, y poder vivirlo con otros. Y en ese sentido, estos diez años en Argentina me transformaron”, dijo Emilia al entender que la felicidad no es un lugar fijo, ni un ranking, ni un manual; sino una mezcla donde la cultura juega un papel preponderante. Y puso como ejemplo la victoria de la Selección Argentina en la Copa Mundial de la FIFA Catar 2022 que desató una explosión de júbilo en todo el país. “Nunca vi tan felices a los argentinos como ese día. Fue algo que nunca había experimentado en mi vida. La alegría llegó en un momento clave, donde la situación económica no era la mejor y eso sirvió para que la sociedad se olvidara por un rato y saliera a festejar. Creo, definitivamente, que el fútbol es lo que más hace felices a los argentinos, y eso no lo mide ningún ranking”, concluyó.
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