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  • Hugo Angerosa: el recuerdo de sus hermanos desaparecidos y del terror vivido en la Dictadura

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 23/03/2025 05:23

    El 24 de marzo de 1976, una Junta Militar tomó la suma de los poderes y dio inicio al Proceso de Reorganización Nacional en la Argentina. Su objetivo fue el exterminio de la subversión, de la cual las organizaciones políticas armadas sólo representaban una parte. Toda expresión ideológica, acción individual u organización colectiva contraria al gobierno de facto era considerada un elemento subversivo a erradicar. Para ello, se implementó una modalidad represiva -planificada y sistemática- que incluía la detención clandestina, el secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas; un modus operandi de probada intencionalidad genocida. Al momento del Golpe -orquestado con gran antelación-, el aparato de represión ilegal ya se había puesto en marcha hacía al menos dos años. En ese contexto de violencia, que se extendió hasta el retorno de la democracia en 1983, decenas de familias de Gualeguaychú vivieron en carne propia las consecuencias del terrorismo de Estado y a muchas de ellas les arrebataron para siempre a sus hijos, hermanos, padres o amigos. Mientras tanto, y durante años, convivieron con la desesperante angustia de no saber dónde estaban sus seres queridos, si seguían con vida y si volverían a verlos. La historia de la familia Angerosa-Ingold es una de ellas. En la antesala del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, Ahora ElDía conversó con Hugo Angerosa, hermano de Daniel y “Blanquita”, dos detenidos-desaparecidos de nuestra ciudad, quien compartió el relato de cómo vivieron aquella época oscura de la historia argentina y de la ciudad. “Éramos seis hermanos, cuatro varones y dos mujeres. Los que más militaban en política eran Daniel y Blanca, que era la más chica. Nuestro calvario empieza antes del Golpe, el 18 de febrero de 1976. Muy tarde a la noche, mis padres y unos vecinos estaban tomando fresco en la vereda y yo estaba cenando, cuando de repente un Fiat 128 entró a contramano a toda velocidad y bajan unos uniformados del Ejército y la Policía que agarran a todos y los meten adentro de la casa, a los gritos. Eran como forajidos. Me preguntan dónde duermo y empezaron a revisar mi cuarto, dieron vuelta todo; también se subieron a los techos. Estaban buscando cosas de Daniel”, comenzó su relato. Hugo y su familia en el casamiento de su hermana Leticia (abajo a la izquierda). En el centro, Blanquita y Daniel. Hugo explicó que uno de los oficiales presentes le dijo a Cristina, la mujer de Daniel, que el día anterior lo había detenido la policía en la ciudad de Santa Fe, a donde planeaba trasladarse con su familia -recién graduado de Medicina- para hacer la especialidad en gastroenterología. Cristina tenía en brazos a su hijo de cuatro meses, que no paró de llorar durante todo el infructuoso allanamiento. A partir de ahí, los Angerosa-Ingold, principalmente Hugo y su madre, comenzaron a recorrer regimientos, comisarías y juzgados, recurriendo a todos los contactos posibles para saber dónde estaba Daniel. La sospecha de su detención estaba fundada porque en un primer momento las autoridades militares así se lo confirmaron, pero luego -dado que no figuraba en ningún registro, por tratarse del accionar clandestino de la represión- les negaron todo. El dato del paradero de Daniel lo obtuvieron gracias a Ricardo Nicolini, un estudiante de abogacía que trabajaba en la comisaría santafesina donde estaba detenido. Nicolini compartía pensión con Roberto Corfield, de Gualeguaychú, por lo que la información pudo llegar a la familia Angerosa. “Fuimos a la comisaría y ahí mismo nos negaron todo”, recordó. Y siguió: “Como a los dos o tres meses, me encuentro con un conocido, que me dijo: ‘Hugo, ¿vos tenés un hermano desaparecido en Santa Fe? Porque hablé con un coronel del Ejército, que es amigo y me dijo ‘decile a la familia que no lo busquen, porque no va a aparecer nunca más’. Nos dio su contacto, pero cuando mi madre habló con él, negó los dichos”. El 30 de septiembre, mientras la búsqueda continuaba, Hugo fue detenido y torturado durante un par de días. Pasado el tiempo, un militar subordinado que fue parte del hecho le confesó: “Hugo, a vos te secuestraron solamente por las dudas”. “Tenía 24 años, hacía poco trabajaba en una veterinaria en la calle Rocamora. En militancia política, no había estado casi nada, tenía contactos nada más. Ese día, tarde en la noche, me detuvieron en mi casa. Me llevaron primero al Regimiento y después me vendaron, me esposaron y me tiraron al piso del asiento trasero de un Falcon. Me dijeron: ‘Hablá y quedate tranquilo porque te pego un sopapo. Vas a tener que hablar porque si no te va a pasar lo mismo que le pasó a tu hermanito en Santa Fe, ese montonero que no va a aparecer nunca’”, contó. También aclaró que Daniel no formaba parte de Montoneros. Lejos de la opción por la violencia armada, su compromiso estaba en prestar atención médica y ayuda a los barrios vulnerables, concientizando a los más desfavorecidos sobre su derecho a una vida digna. A Hugo lo llevaron, junto con otro joven, a la sede de la Policía Federal en Concepción del Uruguay, donde operaba un centro clandestino de detención -hoy marcado como sitio de la memoria-. “Desde ese jueves a la noche hasta el lunes estuvimos sin comer, recién ahí nos dieron una galleta con mate cocido. Estaba vendado y esposado. Estuvieron cuatro días torturándome, pegándome, durante la noche me pegaban con un palito para que no me durmiera; me preguntaban por gente que estuvo presa en Gualeguaychú, otros de Paraná, y yo no tenía ni idea de quiénes eran. Al otro muchacho lo torturaron en una bañera con picana eléctrica, lo golpearon, terminó destruido. Después nos llevaron al Regimiento de Gualeguaychú para que nos recuperemos antes de largarnos, donde nos curaron y nos dieron bien de comer. Estuve ahí siete días”, relató, y agregó que durante prácticamente un año continuaron vigilándolo de cerca policías y militares de civil. Pero la pesadilla de los Angerosa no terminó con estos dos episodios, sino que siguió con la desaparición de “Blanquita”, la menor de la familia. Tenía 19 años y al momento de su detención estaba embarazada. Así lo recordó Hugo: “En enero de 1977, mi hermana se fue a vivir a Buenos Aires, a seguir militando, aunque nosotros no queríamos que lo hiciera. Un año después, en febrero, la secuestraron y la llevaron al Regimiento de La Tablada. Luego supimos que después de unos días la trasladaron al centro clandestino “El Vesubio”, en La Matanza. Sabemos que tuvo familia gracias al testimonio de cuatro chicas que estuvieron detenidas con ella y después fueron llevadas a la cárcel de Devoto. Cuando declararon en los juicios a los militares, dijeron que a mi hermana la llevaron en agosto del 78 al hospital militar de Campo de Mayo, donde dio a luz un varón al que llamó Pedro; volvió al centro clandestino con el nene, pero se lo quitaron, ni se lo dejaron amamantar, y nunca más apareció ni ella ni el bebé. Hasta hoy lo estamos buscando”. Hugo y su familia, actualmente, continúan luchando por la Memoria, la Verdad y la Justicia de sus hermanos y de los miles de desaparecidos que aún no han sido encontrados, como así también por los más de 400 niños apropiados, de los cuales 139 ya fueron restituidos. “Seguimos buscando a Pedro”, expresó con ánimos, y dijo que también tienen esperanzas de encontrar los restos de Daniel y Blanca. Sobre su hermano, contó que al día de hoy el equipo de Antropología Forense investiga un campo del ejército en el que se hallaron e identificaron ocho cuerpos, y donde estiman que habría alrededor de 90 más. “Es probable que uno de ellos sea Daniel, no perdemos la esperanza”, concluyó.

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