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  • Eli Sharabi, ex rehén israelí: “¿Dónde estaba la ONU? Fueron 491 días de hambre y torturas, encadenado bajo tierra en Gaza, y nadie vino”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 21/03/2025 08:34

    El ex rehén siraelí Eli Sharabi habló ante el Consejo de Seguridad de la ONU “Mi nombre es Eli Sharabi. Tengo 53 años. Volví del infierno. Volví para contar mi historia”, se presentó el último jueves el ex rehén israelí ante el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York. Sereno, vestido con un traje que le quedaba grande y haciendo equilibro con la voz para poder cumplir con su objetivo: contar el horror de 491 días de cautiverio en las profundidades de los túneles de Gaza. Sharabi vivía en el Kibutz Be’eri, una comunidad pacífica cerca de la frontera con la Franja junto a su esposa británica Lianne y sus dos hijas, Noiya, de 16 años, y Yael, de 13. Pero el 7 de octubre de 2023, la tranquilidad desapareció en minutos. Terroristas de Hamas irrumpieron en el kibutz, asesinaron civiles y secuestraron a decenas de personas. Sharabi fue uno de los arrastrados a Gaza. Lo separaron de su esposa e hijas sin saber que nunca volvería a verlas. “Me llevaron a Gaza encadenado, golpeado, humillado. Me encerraron en túneles a 50 metros bajo tierra. Pasé hambre. Perdí 30 kilos”, contó. Durante más de un año, sufrió torturas físicas y psicológicas, aislado del mundo, sin saber si alguien luchaba por su liberación. “¿Dónde estaban las Naciones Unidas? Fueron 491 días de hambre. De estar encadenados bajo tierra. Y nadie vino. Nadie en Gaza me ayudó”, denunció. El 8 de febrero Eli Sharabi fue liberado en un despliegue propagandístico de Hamas. Había perdido 30 kilos en cautverio (AP) “Antes del 7 de octubre de 2023 nos conocíamos todos, trabajábamos juntos por el bienestar de nuestros hijos y nuestros vecinos”... Sin embargo, esa mañana, su mundo se desmoronó. A las 6:29 las alarmas antiaéreas comenzaron a sonar. “Le dije a Lianne que no se preocupara, que pasaría rápido”, relató. Minutos después, recibieron la noticia de que terroristas de Hamas se habían infiltrado en el kibutz. “Escuchamos disparos, gritos, explosiones. Y luego, los pasos en nuestra puerta”. Sin armas, sin forma de defenderse, tomaron una decisión: no resistirse. “Pensamos que si no los provocábamos, quizás nos dejarían con vida”. Pero la realidad fue otra. “Entraron diez terroristas. Se llevaron nuestros celulares. Me agarraron a la fuerza y me separaron de mi familia. Vi cómo llevaban a Lianne y a mis hijas a la cocina. No podía ver lo que pasaba, pero las oía gritar mi nombre. Yo gritaba el suyo. Les dije que no tuvieran miedo. Pero el miedo que yo sentí en ese momento jamás lo había sentido” Esa fue la última vez que las vio. Mientras lo arrastraban fuera de su casa, les prometió: “Voy a volver” No sabía que era una despedida definitiva. Eli Sharabi y su familia en una foto de archivo. Felices, antes de la masacre de Hamas. Fuera, el kibutz era un campo de batalla. Terroristas celebraban, filmaban la masacre, incendiaban casas y asesinaban a vecinos y amigos. Sharabi fue golpeado y arrastrado hasta Gaza, donde comenzó el calvario del largo cautiverio. 491 días de cautiverio Encadenado, con el rostro ensangrentado por los golpes, llegó a Gaza. “Me convirtieron en su trofeo. Ni bien llegamos, una multitud intentó lincharme. Me sacaron del vehículo y me golpearon. Los terroristas me protegieron, pero no por compasión: me querían vivo para exhibirme como un botín de guerra”. Durante los primeros 52 días, estuvo encerrado en un departamento. Le ataron las manos y los pies con cuerdas tan apretadas que le perforaban la piel. “No podía moverme, apenas respiraba. No me daban comida ni agua suficiente. El dolor era insoportable. Me desmayaba del dolor y cuando me despertaba, todo volvía a empezar”. El 27 de noviembre de 2023, lo trasladaron a los túneles subterráneos de Hamas, a 50 metros bajo tierra. Allí, el infierno adquirió una nueva dimensión. “Me encadenaron. No me quitaban las cadenas ni por un segundo. Las heridas de mi piel nunca pudieron sanar. Cada paso que daba era de apenas 10 centímetros. Llegar al baño podía tomarme una eternidad.” La comida era escasa y todo era humillante. “Nos daban un pedazo de pan pita viejo y a veces un poco de té. El hambre consumía todo. A veces, si rogábamos lo suficiente, nos daban algo extra. Nos hacían elegir: un trozo de pita o una taza de té. Era la decisión más importante del día.” En su cautiverio, Sharabi compartió sufrimiento con otros rehenes, como Alon Ohel, un joven de 24 años con talento para la música. “Alon tocaba un piano imaginario en su propio cuerpo para mantenerse cuerdo. Un día, cuando un terrorista me golpeó tan fuerte que me rompió las costillas, me dio la única pastilla para el dolor que había logrado esconder. Fue un acto de humanidad en medio del infierno” Alon Ohel siue scuestrado en Gaza (Reuters) No había respiros, solo tortura psicológica constante. “Nos decían que el mundo nos había olvidado, que nadie venía por nosotros. Perdí la noción del tiempo. Cada día era igual: miedo, hambre, golpes, desesperanza.” Pero lo peor llegaría cuando los captores le mostraron una imagen de su hermano Yossi. “Me dijeron que lo habían matado. Fue como si me rompieran el alma en mil pedazos. Mi hermano había sido el pilar de nuestra familia. En cautiverio, me contaron que él daba su comida a otros. Murió con el corazón lleno de bondad, pero en manos de asesinos sin piedad”. Eli Sharabi, a former Israeli hostage released by Hamas in Gaza last month, holds of a photograph of his late brother Yosi, killed by Hamas as he addresses a meeting of the United Nations Security Council at U.N. headquarters in New York York City, U.S, March 20, 2025. REUTERS/Mike Segar Con furia, criticó a los organismos internacionales por su doble discurso. “Ustedes hablan de la crisis humanitaria en Gaza. Yo la vi con mis propios ojos. Vi a terroristas bien alimentados con ayuda internacional mientras los rehenes éramos tratados peor que animales”. “No recibí ni una visita de la Cruz Roja. No me dieron atención médica. Nadie verificó si aún estaba vivo. Nadie vino a ver en qué condiciones nos tenían. Nos dejaron solos”. “No acepto excusas. No acepto justificaciones. Si de verdad creen en los derechos humanos, entonces tráiganlos a todos de vuelta”, exigió. El 8 de febrero de 2025, tras 491 días de tortura y hambre, Eli Sharabi fue finalmente liberado. Su cuerpo era una sombra de lo que fue: “Pesaba solo 44 kilos, menos que mi hija menor, Yael. Me miré en un espejo y no me reconocí”. Su entrega fue un espectáculo macabro. “Hamas organizó un ‘acto de despedida’. Me rodearon de terroristas armados y de una multitud que nos veía como entretenimiento. Era su gran ceremonia de ‘liberación’. Y en medio de ese circo, una representante de la Cruz Roja me dijo: ‘No te preocupes, ahora estás a salvo’... ¿Dónde había estado en estos 491 días?” Cuando finalmente llegó a Israel, lo primero que pidió fue ver a su esposa e hijas. Nadie se atrevía a contarle. “Me dijeron que mi madre y mi hermana me esperaban. Insistí: ‘¿Dónde están Lianne, Noiya y Yael?’ Y en ese instante, lo supe. Me las habían arrebatado para siempre”. Hamas las había asesinado el 7 de octubre. Eli Sharabi mostró la foto de su familia, Lianne, Noiya y Yahel?, asesinadas por Hamas el 7 de octubre de 2023 “Había sobrevivido a un infierno con la esperanza de volver a verlas. Había resistido cada día pensando en abrazarlas. Y ahora, mi hogar estaba vacío. Mi vida había sido destruida”. Él, que había soñado durante 491 días con reconstruir su vida, se encontró con que no quedaba nada por reconstruir. En el silencio de la sala, terminó su discurso: “Mi nombre es Eli Sharabi. No soy un diplomático. Soy un sobreviviente. Que vuelvan todos a casa. Gracias”.

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