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Colon » El Entre Rios
Fecha: 09/03/2025 09:30
Hacer política supone tener la capacidad para transmitir mensajes que lleguen a la mayor parte de la población de manera comprensible. De poco sirven dar clases magistrales que nadie comprenda. El discurso del presidente Milei tiene, por lo general, referencias a pensadores que elaboraron hermosas teorías sobre la economía y otras ciencias, pero nunca se quedan ahí, sino que van acompañadas de lo que queda en la memoria popular: “dolarización”, “quemar el Banco Central”, “el ajuste lo va a pagar la casta”, “el que las hace las paga”, o “viva la libertad, carajo”. Esas son las partes que se entienden y se retienen. La vida real no es tan sencilla ni unidireccional como para poder abarcarla con unas pocas sentencias. Pero eso no es un obstáculo para que no solo las masas, sino también los expertos, elaboren ese tipo de visiones simplificadas de la realidad. Es entendible: no se puede explicar un tema a través de un laberinto de problemas entrelazados. Un ejemplo concreto del problema de construir una narrativa sencilla para un problema complejo está en nuestra relación con los EE.UU. Construida sobre la idea de que la conexión ideológica entre los presidentes Trump y Milei redundaría en grandes beneficios para la Argentina, choca con una guerra comercial de Trump con aliados y competidores que despierta temores a una desaceleración de la economía global, que afecta nuestros precios de exportación (granos y petróleo), y que presagia tasas de interés superiores a las de la última década durante un período prolongado. La bella narrativa de la amistad choca con la cruda realidad de los intereses económicos y geopolíticos contrapuestos. Es cierto que Trump parece habernos jugado a favor en el FMI. Luce inminente el anuncio de un acuerdo que ponga fin a nuestra eterna novela de amor-odio con el organismo. Ese acuerdo debería ayudar a despejar las dudas respecto de los vencimientos futuros de nuestra deuda… con el propio Fondo. Si llegara a darnos algo de dinero fresco, probablemente lo haría a cambio de un uso específico o de un cambio de política económica. El mercado financiero ha construido otra bella historia alrededor del acuerdo: que los miles de millones que nos dará el organismo serán un disparador para que el Banco Central comience a acumular reservas de manera estructural, y que eso hará que los precios de los bonos argentinos suban de precio hasta valores en los cuales ya no necesitaríamos al FMI, porque podríamos refinanciar nuestros vencimientos en el mercado voluntario de bonos. Las acciones volverían a subir, aunque desde que asumió Trump hayan caído más de 20% en dólares. Pero el asunto es más complejo, y que la mayor parte del mercado espere una solución así no es un buen augurio, porque podría suponer que el mercado no está preparado para que las cosas no sean así. Podría ser que el acuerdo sea buenísimo para Argentina, pues, en efecto, despeja el horizonte de los pagos y nos da dinero extra. Pero, ¿y si no es suficiente para que el BCRA empiece en serio a acumular reservas y para que los bonos suban de precio hasta donde necesitan subir? Volveremos a ser los “rehenes del FMI”, como reza la narrativa de la centroizquierda. No sabemos en qué terminará el asunto, pero difícilmente sea como lo plantean las narrativas. La realidad tiene una pérfida tendencia a ser más compleja que las narrativas. A veces parece tener, en Argentina, una tendencia innata a desilusionar. Fuente: El Entre Ríos
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