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» Diario Cordoba
Fecha: 06/03/2025 12:08
'Camino a la Meca' nos presenta la historia real de Helen Martins, una escultora que decidió determinar su vida pero que fue tachada de loca por intentar escapar de las normas sociales. También de Elsa Barrow, una profesora que inspiró a Helen a dictar su destino. En una lucha por la justicia social y el fin del apartheid, surge una amistad intergeneracional de inspiración mutua y necesidad. Natalia Dicenta, Elsa Barrow, y Lola Herrera, Helen Martins, madre e hija, se reencuentran en los escenarios junto a Carlos Olalla, en esta historia de Athol Fugard llevada al teatro por Claudio Tolcachir. En 'Camino a La Meca' su madre interpreta a Helen Martins, a la que en vida la llamaban La Loca. Cuántas mujeres que decidieron determinar su vida tuvieron que soportar calificativos como ésos, ¿verdad? Hay un tema fundamental en la obra, la libertad de elección; n solamente la libertad de elección en cuanto a tu vida, cómo quieres vivirla, incluso cómo quieres dejar de vivirla, sino la libertad de elección artística. Tengamos en cuenta que ese personaje, Helen Martins, es una escultora, es una mujer creativa, entonces la libertad creativa es muy, muy importante. La idiosincrasia que eso nos trae, hace que como el personaje de Helen vive en un pueblo pequeño, pacato, religioso y tradicional, haga que la gente la censure, quiera cambiar su vida o decirle cómo tiene que vivirla. Ahí llega el personaje de Elsa, el mío, para decirle: «Usted viva su vida plenamente, ellos no tienen ningún derecho a decirle lo que tiene que hacer usted con su vida. Usted elige, ¿no?». Por lo tanto, me parece muy, muy importante y reivindicativo. ¿También ha tenido que luchar mucho contra algo así en su vida y en su carrera? Todas las mujeres, en un momento dado, hemos tenido que enfrentarnos con una sociedad mayoritariamente patriarcal. Y entonces hemos tenido cortapisas, hemos tenido piedras en el camino que hemos tenido que soslayar para seguir adelante de manera auténtica, de la manera auténtica que nosotros deseamos y queremos. Se define como una mujer muy reivindicativa y comprometida con la justicia social. ¿Ha encontrado en este papel puntos en común en ese sentido? Sí, tenemos ese 'punch' dentro, ese impulso. Yo tengo también como Elsa un agudo sentido de la justicia, de lo que está bien y lo que está mal y lo que no debe ser y lo que debe ser a nivel social. Y sí, siempre he sido una mujer muy comprometida y que me lanzo a por todas. Bueno, es que no se puede ser de otra manera siendo mujer en la sociedad, yo creo. Uno de los grandes atractivos de 'Camino a la Meca' es el reencuentro sobre las tablas entre usted y su madre, Lola Herrera, veinte años después. ¿Cómo ha sido? Pues bonito. Efectivamente han pasado 20 años, que no es moco de pavo, y llevábamos un tiempito buscando un texto que nos pudiera poner a las dos en el escenario, y mira tú por donde apareció 'Camino a la Meca' de la mano de nuestro maravilloso, y no me cansaré de decirlo, director, Claudio Tolcachir, es quien propuso la obra. Cuando la leí y vi el personaje de Elsa, dije: "Me postulo para este personaje. Hago prueba, hago lo que haga falta". Pero Claudio ya me conocía a mí: cuando abrió en Madrid su escuela de teatro, Timbre 4, enseguida me apunté como alumna porque admiraba su trabajo, que es el de un hombre integral del teatro, Dios mío, un hombre con un talento que sabe tanto de teatro. Y hemos tenido un un viaje maravilloso con esta obra, con unos ensayos que eran clases magistrales. Es un sueño hecho realidad. En el escenario mi madre y yo somos Lola y Natalia, compañeras, no madre e hija Helen y Elsa tienen una relación intergeneracional de dos amigas que se necesitan mutuamente, ¿se han inspirado en su relación madre e hija? Somos madre e hija, pero en el escenario somos compañeras. Cada una realiza su personaje, cada una ayuda a la otra, somos, eso sí, generosas, pero ya tenemos recursos para estar ahí arriba haciendo lo que hacemos ya con los años que tenemos. Realmente en el escenario somos compañeras, somos Lola y Natalia y la filiación familiar queda fuera. Reivindica el estudio, la disciplina y la concentración como ingredientes básicos para la interpretación. ¿Se está perdiendo esa exigencia entre los actores más jóvenes? Al contrario. Yo creo que ha habido un cambio generacional muy grande. Creo que hay gente con muchísimo talento, muy, muy preparados. Toman clases de absolutamente todo, de interpretación, de verso, de danza, de canto, de música… Me apasiona. Me apasiona que además siga siendo el estudio y la disciplina y la búsqueda y la curiosidad por la vida lo que les empuje a seguir adelante, ¿no? Y que sea su motor de acción, su gasolina para tirar para adelante. Ir al Teatro de Antonio Banderas nos vuelve locas de alegría. Está haciendo una labor cultural en Málaga, y por ende en todo nuestro país, absolutamente admirable y maravillosa ¿Qué es lo que encuentra en el teatro que no se encuentre en otros formatos? A mí me apasionan todos los formatos pero es que el teatro es el directo, nunca una función va a ser igual de un día para otro, es el encuentro con el público, es el aquí y ahora, notando la energía que llega desde el patio de butacas, intercambiándose con la energía que nosotros lanzamos desde el escenario... Me parece un acto absolutamente apasionante, porque estás aquí y ahora, y el público está ahí, mirando, respirando lo que tú les cuentas. Yo creo que nunca, nunca morirá el acto en sí del teatro, que es el acto de la comunicación. Alguien cuenta una historia y alguien la escucha y se ve transformado o transformada por esa historia. Yo creo que eso, que es lo que ocurre en un teatro, nunca morirá. .
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