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» Diario Cordoba
Fecha: 06/03/2025 08:24
El día 22 se cumplirán veinte años de la publicación de Picaresque, el tercer disco de The Decemberists. Más o menos por esa época, cuando internet estaba cargada de petróleo fresco y abundante, que manaba en cuanto pulsabas su tierra; descargué un recopilatorio con doscientas o trescientas canciones, entre las que estaba The Legionnaire’s Lament, de su disco Castaways and Cutouts. Ese día la escuché cien veces o más. Desde ese momento supe que iba a tener que escuchar todo lo que compusieran, mientras lo compusieran. Era todo a la vez: la música limpia y vibrante, la pronunciación de Colin Meloy y sobre todo las letras. Cada canción es un cuento o una cita. En Picaresque todas las canciones son buenas. Las hay de princesas en cortes traicioneras, de suicidios por amor, de espías, de venganzas añoradas, de padres decepcionados por un mal partido. Era música que me decía cosas a mí, porque al final la afinidad es haber leído lo mismo, haber visto la mismas películas. Los he oído en horas interminables de ajedrez en línea, en kilómetros de entrenamientos, en viajes. Nunca los he visto en concierto, porque aunque algunas canciones hablan de España o Andalucía, no vienen mucho. Yo tengo veinte años más y las canciones siguen igual, como todo lo que se escribe para ser arte y no época. Como el teléfono se conecta al bluetooth del coche, y reproduce por orden alfabético, suele sonar al arrancar A Beginning Song. Mi hijo apostilla casi siempre: «Pon la que me gusta». Y la que le gusta es The Engine Driver, porque a veces el trabajo de padre también te lo hacen The Decemberists .
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