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» Diario Cordoba
Fecha: 03/03/2025 11:18
Amanece en el barrio de Fátima. El cielo está cubierto de nubes y el frío se deja sentir. Es jueves y la churrería frente a la calle Arcos de la Frontera permanece cerrada, lo que deja la calle inusualmente tranquila. Junto al estanco, Emilio Caballero lleva ya más de una hora vendiendo cupones. «Los jueves siempre son los días más flojos. La churrería no abre y no hay movimiento hasta más tarde», comenta con serenidad. Emilio ha sido reconocido recientemente como el mejor vendedor de la ONCE en Córdoba, superando a más de 400 compañeros de la capital y la provincia. ¿Su secreto? «Cercanía y saber escuchar», responde encogiéndose de hombros. A sus 50 años, Emilio lleva seis años vendiendo cupones. Comenzó en la ONCE tras sufrir una caída que le fracturó la espalda. Antes de este giro en su vida, desempeñó múltiples trabajos: albañil, repartidor, panadero y jefe de sección en un hipermercado. «Siempre me he buscado la vida», resume. Después de su lesión, decidió optar por un puesto que, como demuestra su premio, domina a la perfección. Comenzó en el Sector Sur y, un año después, se trasladó a Fátima. «Prefiero vender aquí. Es mi barrio de toda la vida y ya conocía a muchos clientes», explica. A diferencia de lo que se podría esperar del mejor vendedor de la ONCE en Córdoba, Emilio no es excesivamente extrovertido ni vende los cupones a viva voz. Se muestra tranquilo, con un gesto serio en reposo, y conquista a sus clientes con sencillez y buen trato. A algunos los saluda con efusividad y a otros les pregunta por asuntos personales. «Hay que estar atento a esos detalles», afirma. «A muchos los conozco de antes o los veo los fines de semana. Hay una relación más allá del cliente-comprador», comenta mientras se ajusta el característico chaleco verde y amarillo. Su jornada comienza alrededor de las 7.30 horas, cuando recorre algunos bares de la zona, donde desayuna y vende los primeros cupones del día. De 9.00 a 13.45 horas permanece en su puesto habitual. Tras un descanso, regresa por la tarde de 17.00 a 20.00 horas. Conforme avanza la mañana, el flujo de clientes se incrementa, hasta el punto de formarse una pequeña cola. Emilio revisa con rapidez en la máquina si los números están premiados y entrega con diligencia los nuevos boletos. Sobre el galardón que le reconoce como el mejor vendedor, Emilio mantiene la humildad que lo caracteriza. «No me lo esperaba para nada», confiesa. «Es un orgullo que reconozcan tu trabajo, aunque sé que hay compañeros que venden más y llevan más tiempo». Sin embargo, Emilio comprende que ser el mejor no se trata únicamente de vender más; se trata de un trabajo que va mucho más allá, basado en la confianza, la cercanía y la dedicación diaria. Suscríbete para seguir leyendo
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