Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El día que Fangio fue secuestrado por la guerrilla cubana: el menú del cautiverio y el reencuentro con Fidel Castro

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/02/2025 04:40

    Juan Manuel Fangio estaba en la isla para correr el Gran Premio de Cuba de Fórmula 1 Fue un secuestro de amigos: hasta le pidieron disculpas por secuestrarlo. Pero le apuntaron con una pistola y se lo llevaron del hotel en el que se alojaba; secuestrador y secuestrado caminaron unos treinta metros hasta una esquina donde estaba estacionado un Plymouth negro con otras dos personas a bordo: el chofer y un muchacho muy joven con una ametralladora en las manos. Impasible, el secuestrado, que entendía de autos, calculó que el Plymouth al que subía tenía diez años de antigüedad, que era modelo 1947. Eran cerca de las nueve de la noche del domingo 23 de febrero de 1958 cuando el auto negro se perdió en la noche de La Habana, Cuba. Un par de horas después, los diarios y las agencias de noticias recibieron varias llamadas telefónicas anónimas que, palabras más o menos, decían lo mismo: “Habla el Movimiento 26 de Julio. Secuestramos a Juan Manuel Fangio a las 8 y 55 de la noche”. Fangio era entonces una celebridad deportiva mundial; se había consagrado quíntuple campeón mundial de la F-1, que entonces no se llamaba así, y su figura era querida y respetada. Por su parte, Cuba se deshacía bajo la dictadura de Fulgencio Batista, acechada por la guerrilla liderada por Fidel Castro y el argentino Ernesto “Che” Guevara, con base de acción en la Sierra Maestra. Batista había apelado a ese Gran Premio de Cuba, el segundo, el anterior en 1957 lo había ganado Fangio, para calmar las aguas de una isla empobrecida y saqueada. Cuba antes de la revolución En los años 50, Cuba era un satélite virtual de Estados Unidos que compraba a la isla casi toda su producción azucarera, mientras controlaba la producción y comercialización a través de once compañías. Las empresas norteamericanas manejaban el cuarenta y ocho por ciento de las tierras cultivables, el noventa por ciento de la electricidad y de las redes telefónicas, el setenta por ciento de la producción petrolera y el cien por ciento de la producción de níquel; cuatro mil personas eran dueñas de más de la mitad del territorio cubano, según un censo de 1945. La Mafia estadounidense manejaba los casinos, los burdeles y los hoteles de Cuba y también los dividendos que dejaban el juego, la prostitución y el tráfico de drogas. Cuba era, en frases de aquella época, el patio trasero de Estados Unidos. La liberación de Fangio en la tapa del diario Clarín Fidel Castro se había propuesto terminar con Batista, con su dictadura y con la corrupción que sacudía a Cuba. El 26 de julio de 1953, de esa fecha el nombre de su movimiento guerrillero, había intentado tomar por asalto los cuarteles militares de Moncada y de Bayazo: fue un desastre. Faltos de preparación militar, de armas, de dinero y de experiencia, los rebeldes sufrieron decenas de muertos. El resto, los que no fueron asesinados en la tortura, fue a parar a la cárcel, Castro entre ellos. Lo juzgaron, lo condenaron, le permitieron dar un discurso final que estremeció al continente y que terminó con una frase épica: “Condenadme, no importa. La historia me absolverá”, que luego fue imitada, en vano, por otros caudillos americanos. Castro aceptó su condena a quince años de cárcel y una posterior amnistía dictada en 1955. Se exilió en México, allí conoció a Guevara y en noviembre de 1956, a bordo de un yate, el “Granma, con el Che, su hermano Raúl y ochenta revolucionarios, desembarcaron en Cuba: fueron prolijamente ametrallados por las tropas de Batista. Un grupo pequeño se internó en la Sierra Maestra, sumó a mucha gente joven de la isla y enfrentó a la dictadura de Batista y a su ejército, que no era tal, sino más bien una policía militarizada. Todos estaban guiados, aun con matices, por el marxismo leninismo que iba a estremecer al continente y que en la revolución Cubana encarnaban Raúl Castro y el Che Guevara. Fidel jugaba sus cartas callado, se cuidó mucho de revelar sus convicciones, como admitió muchos años después al periodista francés Ignacio Ramonet para su “Fidel Castro – Biografía a dos voces”. En 1958, para dar un golpe publicitario mundial, para que las andanzas del “26 de Julio” fueran conocidas fuera de Cuba, decidieron secuestrar a Fangio. La orden era no tocarle un pelo, tratarlo como a un hermano, retenerlo un día y horas para impedirle disputar el Gran Premio de Cuba, y liberarlo luego con las consabidas disculpas. Contaban, sin tener evidencias, con la buena voluntad del quíntuple campeón mundial. Ese domingo 23, Fangio había disputado las pruebas de clasificación en un circuito callejero de ocho kilómetros que recorría parte del célebre Malecón de La Habana. Había conseguido el mejor tiempo de clasificación a bordo de una Maserati 450S, de color azul con una banda central blanca, que era propiedad del millonario estadounidense Temple Buell, un arquitecto millonario, empresario inmobiliario y constructor, que había diseñado más de trescientos edificios en el estado de Colorado, entre ellos, en 1949, el primer centro comercial de la historia. La captura de Fangio La Maserati del millonario andaba como la mona. Había una notable diferencia en las trochas, las distancias entre las ruedas del mismo eje. Fangio relataría luego: “En las pruebas me di cuenta de que el auto era ingobernable, yo había manejado modelos similares y nunca había tenido problemas. Pero allí, cada vez que tomaba la avenida costanera, me veía al borde del desastre. Después los mecánicos descubrieron que había cinco centímetros de diferencia en la trocha entre las ruedas de un lado y del otro.” Al atardecer, el campeón mundial regresó a su hotel en La Habana, el Lincoln, se dio una ducha en su habitación, la 810, que es hoy un museo para turistas, y una vez que se sacó la pista de encima bajó al lobby para charlar con sus mecánicos y sus amigos. Recordaría luego: “Les estaba hablando del problema de mi coche cuando veo entrar un muchacho con una pistola en la mano preguntando por mí. Yo me di vuelta y él me reconoció de inmediato. Me dijo que era del Movimiento 26 de Julio y me explicó que lo iba a tener que acompañar. Además, me advirtió: ‘Si alguno se mueve, las consecuencias serán para usted’. Yo tenía un custodio personal, pensé que éste iba a dispararle y entonces yo me arrojaría al piso, como en las películas. Pero no pasó nada de eso...”. El custodio de Fangio hizo nada, pero dos pilotos, el argentino Alejandro De Tomasso y el británico Stirling Moss, amagaron moverse y el muchacho de la campera de cuero los paró con un gesto. “Don Juan –dijo a Fangio– usted va a tener que venir conmigo”. Juan Manuel Fangio, en el coche del embajador argentino en Cuba, Raul Lynch, habla con los periodistas a su llegada a la embajada argentina en el barrio de Miramar, después de su liberación (EFE/Archivo) Según un cable de la agencia americana United Press del 24 de febrero, el guerrillero que se llevó a Fangio del Hotel Lincoln vestía “Una chaqueta de cuero. El desconocido llevó a Fangio con el arma en la espalda hasta la esquina de la cuadra del hotel, donde los estaba esperando un automóvil en el que había dos o tres individuos”. El propio campeón mundial recordaría con los años aquellos momentos: “Me subieron a un Plymouth negro, que yo calculé que sería modelo 47. Allí vi al chofer y a un muchacho con una ametralladora que fue muy claro conmigo: ‘Señor Fangio, nos resulta penoso causarle este disgusto, pero quédese tranquilo que no le haremos ningún daño’. Yo me achiqué todo lo que yo pensé que me llevaban a Sierra Maestra, a la montaña. Sabía que existía todo eso porque algo había leído.” El muchacho de la campera de cuero que le apuntó a Fangio era Manuel Uziel. Se había unido a los dieciséis años a la lucha contra la dictadura cubana y fue un miembro activo de la guerrilla castrista. Hasta su muerte vivió en New Jersey, Estados Unidos. El chofer del Plymouth era Arnold Rodríguez Camps. En 1992 Camps visitó la tierra natal de Fangio, Balcarce, para la celebración del sexto aniversario de la creación del Museo Fangio. Murió en 2011. Al secuestrado campeón no lo llevaron a Sierra Maestra, sino a una casa que tenía un único acceso por una escalera de incendios y lo hicieron pasar a un cuarto en el que había una mujer y un chico. Por alguna razón, Fangio pensó que en una habitación vecina había un hombre herido, o enfermo. La mujer le pidió un autógrafo para el chico y Fangio lo firmó, con dedicatoria y, debajo, la fecha. Luego lo trasladaron a otra casa en “El Vedado” la parte comercial y suntuosa de la capital. Nunca le vendaron los ojos, así que el secuestrado vio siempre las caras de sus secuestradores y la ruta que seguían en sus traslados. En esa casa, Fangio notó dos cosas: había mucha gente y una tensión muy grande. Hace muchos años, 1977 tal vez, el autor de esta nota entrevistó a Fangio para la revista “Gente”, en una agencia de Mercedes Benz, que si la memoria no traiciona, era vecina al Parque Lezama. Fangio era un hombre sencillo, afectuoso, expresivo, astuto, que recordaba el episodio de su secuestro con ese humor que dan la experiencia, la sabiduría y los ojos que han visto mucho. A todo eso recurrió aquella noche, frente a sus secuestradores, en aquel clima tenso e imprevisible: “Felicítenlo al que me secuestró: lo hizo muy bien”. Entonces los guerrilleros se abrazaron unos con otros, la tensión dejó de existir y Fangio aprovechó para confiarles que tenía hambre: el menú fue papas fritas y huevo, servidos en grandes platos en una mesa puesta en uno de los patios de la casa. Repercusión en Argentina En Argentina supieron poco de todo aquello. El país estaba en otra cosa y el Gran Premio de Cuba no merecía atención alguna. Ese día, diez millones de ciudadanos mayores de dieciocho años iban a votar en 41.361 mesas para elegir un nuevo gobierno en reemplazo de uno que no habían elegido. La llamada Revolución Libertadora había convocado aquellas elecciones después de derrocar a Juan Perón en 1955 en un violento golpe de Estado. Con el peronismo proscripto, el triunfo, que se conoció el lunes, fue para Arturo Frondizi, un radical que se había escindido de la vieja Unión Cívica Radical para formar la Unión Cívica Radical Intransigente. Los diarios del lunes reflejaron los resultados electorales, recién los del martes 25 mencionaron que Fangio había sido liberado por los rebeldes cubanos. Al secuestrado campeón no lo llevaron a Sierra Maestra, sino a una casa que tenía un único acceso por una escalera de incendios y lo hicieron pasar a un cuarto en el que había una mujer y un chico El quíntuple campeón mundial durmió vigilado, tal vez hasta mimado, por sus secuestradores. A la mañana siguiente, durante el desayuno supo que la noticia de su secuestro estaba en los diarios de toda la isla, que no eran muchos, y, pensó con acierto, en los de casi todo el mundo. Uno de los guerrilleros, Faustino Pérez, que estuvo a cargo de todo el operativo secuestro, le dijo que iba a comunicarse con su familia para decirles que estaba bien, y le confesó que le habían seguido los pasos el año anterior, cuando ya habían planeado secuestrarlo. Le dio detalles: dijo que no habían podido hacerlo porque la noche fijada para su captura, Fangio había ido al cine a ver una película que protagonizaba Gary Cooper. Después, una bandada de jóvenes, chicas y muchachos, todos seguidores de Castro y de su guerrilla, lo rodearon para explicarle, para confraternizar también, por qué luchaban: “A uno, el gobierno de Batista le había matado a un hermano; a otro, a un pariente, o a una novia”, recordaría Fangio. Después, se sentaron a ver el Gran Premio de Cuba por televisión. La carrera fue un desastre. La Maserati que debió ser de Fangio cayó en manos del francés Maurice Trintignant. En la sexta vuelta, el cubano Armando García Cifuentes, al mando de una Ferrari Testa Rossa con el número 54, dio un giro, salió del trazado y atropelló a casi un centenar de espectadores: murieron seis personas y otras treinta quedaron heridas, entre ellas García Cifuentes a quien, en medio del caos, llevaron al hospital sobre el capó de otra Ferrari, la número 56, del Cuba Racing Team. Las autoridades dieron por ganado el Gran Premio, del que contabilizaron sólo cinco vueltas, al británico Stirling Moss. Fangio vio todo por la tele y dijo a sus secuestradores, al recordar lo mal que había circulado su Maserati en las pruebas de clasificación: “A lo mejor ustedes me hicieron un favor al impedirme correr esa carrera. No puedo menos que agradecerles”. A esa hora, sus secuestradores estaban envueltos en otro dilema: había que liberar al quíntuple campeón mundial. No era una tarea fácil. Rutas y caminos estaban cortados en un operativo de búsqueda de las fuerzas batistianas para dar con los secuestradores y, a ser posible, con el secuestrado. El quíntuple campeón mundial durmió vigilado, tal vez hasta mimado, por sus secuestradores. A la mañana siguiente, durante el desayuno supo que la noticia de su secuestro estaba en los diarios de toda la isla La liberación de Fangio El Movimiento 26 de Julio había logrado su objetivo principal: estaban en las primeras planas y en las bocas de buena parte del mundo. Pero temían. Temían que Batista los hallara, asesinara a Fangio y culpara luego a los guerrilleros de su muerte. Fangio entendió también los peligros que le esperaban en las siguientes horas que pondrían fin a su cautiverio. Las opciones que manejaban los guerrilleros eran la de liberarlo en un camino desierto, o en el interior de alguna iglesia. Fangio les dio la solución: “Les sugerí que era mejor dejarme en la Embajada Argentina”. Antes, el secuestrado concedió un reportaje: un detalle insólito más en aquel mar de sorpresas. En indudable acuerdo con la guerrilla, el mexicano Manuel Carmín, del diario “Excélsior” entrevistó a Fangio en uno de los departamentos de un tercer piso, con vista al mar. El testimonio está citado en el libro del periodista argentino Hernán Vaca Narvaja “Masetti - El periodista de la revolución”, que narra la vida de Jorge Ricardo Masetti, el hombre que fue a cubrir la Revolución Cubana y terminó integrado a la guerrilla de Fidel Castro. Vaca Narvaja cita así el testimonio de Camín: “Fangio entra a la sala. Sonríe. Está limpio y pulcro. Dice: ‘Se ve que las personas de esta lucha son gentes de bien, lo único que lamento es no haber corrido el II Gran Premio de Cuba. Lo siento también por mis mecánicos que velaron toda la noche para tener en condiciones mi automóvil, Por lo demás, he estado cómodo, con el magnífico trato que usted ve. Si mi captura puede servir para un buen propósito, como argentino estoy satisfecho”. Palabras más o menos repitió Fangio en sus posteriores conferencias de prensa. Faustino Pérez, Edma Montenegro y Arnold Rodríguez, todos armados, llevaron a Fangio en la noche del lunes hasta las puertas de la Embajada Argentina que, una picardía de la Revolución Libertadora, estaba a cargo, del contralmirante Raúl Aureliano Lynch Frías, primo del Che Guevara. La odisea de Fangio había terminado. Fulgencio Batista huyó de Cuba la noche del 31 de diciembre de 1958. Al día siguiente, los guerrilleros de Fidel Castro entraron triunfantes en La Habana. Faustino Pérez, el hombre que comandó el secuestro de Fangio, lo invitó a las ceremonias oficiales de asunción de las nuevas autoridades revolucionarias cubanas. Pero Fangio no fue a Cuba. Lo hizo en 1981, como presidente honorario de Mercedes Benz. Entonces sí lo recibió Faustino Pérez, que era ministro de Industrias. Castro suspendió sus audiencias para ir a abrazarlo y pedirle disculpas. Lo declararon huésped de honor y fue invitado especial en un almuerzo servido en la misma casa donde en 1958 había comido papas fritas y huevos. En el hotel Lincoln, de donde Manuel Uziel, con su campera de cuero, se lo había llevado a punta de pistola, hay hoy una placa que dice: “”En este mismo lugar fue secuestrado por un comando del Movimiento 26 de Julio dirigido por Oscar Lucero, el cinco veces campeón mundial de automovilismo Juan Manuel Fangio. Ello significó un duro golpe propagandístico contra la tiranía batistiana y un importante estímulo para las fuerzas revolucionarias”. La placa no menciona a quienes planearon y ejecutaron el secuestro: cosas de las revoluciones y los revolucionarios. Cinco meses después de su extraña odisea, el 6 de julio de 1958, Fangio se retiró del automovilismo y pasó a ser leyenda. Murió el 17 de julio de 1995, a los ochenta y cuatro años. Entre las flores que lo velaron, destacaron dos. Una decía “Fidel Castro”; la otra, “Movimiento 26 de Julio”.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por