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  • Europa vive su peor pesadilla mientras EEUU busca negociar con Rusia el fin de la guerra en Ucrania

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/02/2025 12:39

    Trump busca negociar con Putin el fin de la guerra en Ucrania (AP Foto/Alexander Zemlianichenko) La semana pasada fue la más sombría en Europa desde la caída del Telón de Acero. Ucrania se está vendiendo, Rusia se está rehabilitando y, bajo Donald Trump, ya no se puede contar con Estados Unidos para acudir en ayuda de Europa en tiempos de guerra. Las implicaciones para la seguridad de Europa son graves, pero aún no han calado en los líderes y la población del continente. El viejo mundo necesita un curso intensivo sobre cómo ejercer el poder duro en una era sin ley, o será víctima del nuevo desorden mundial. En un discurso pronunciado en Múnich la semana pasada, el vicepresidente de Estados Unidos, J.D. Vance, ofreció una muestra de cómo el hogar de los buenos vinos, la arquitectura clásica y los cheques sociales se enfrenta a la humillación, al ridiculizar a Europa como decadente y antidemocrática. Sus dirigentes han sido excluidos de las conversaciones de paz entre la Casa Blanca y el Kremlin, que comenzaron oficialmente en Riad el 18 de febrero. Sin embargo, la crisis va mucho más allá de los insultos y las sutilezas diplomáticas. Trump parece dispuesto a alejarse de Ucrania, a la que culpa falsamente de la guerra. Tras calificar a su presidente, Volodymyr Zelensky, de “dictador”, Trump le advirtió de que “más le vale actuar rápido o no le quedará país”. Es posible que Estados Unidos intente imponer a Ucrania un alto el fuego inestable con escasas garantías de seguridad que limiten su derecho a rearmarse. Eso ya es bastante malo, pero la peor pesadilla de Europa es mayor que Ucrania. Trump pretende rehabilitar al presidente ruso, Vladimir Putin, abandonando una política de aislamiento que viene de lejos. Sin ningún beneficio geopolítico evidente para Estados Unidos, está intentando restablecer las relaciones diplomáticas. Es posible que pronto sea agasajado en una ostentosa cumbre. Al ofrecer concesiones en Riad, Marco Rubio, el secretario de Estado, habló de cooperación y de “oportunidades económicas y de inversión históricas”. (¿Torre Trump en la Plaza Roja?) El chantaje de Trump a Europa y su complacencia con Rusia han puesto en duda el compromiso de Estados Unidos de defender la OTAN pase lo que pase. Uno de los temores es que las fuerzas estadounidenses puedan ser recortadas o retiradas para dejar expuesta a Europa del Este. El problema no es que las prioridades del Tío Sam estén en Asia. El problema es que si Europa se ve atacada por Rusia y solicita ayuda estadounidense, el primer y más profundo instinto de Trump será preguntarse qué gana él con ello. La semana que viene se reunirá con el primer ministro británico y con el presidente francés. Pero no se tome esto como una señal de que se trata sólo de una charla inteligente de un negociador: la disposición de Trump a negociarlo todo es precisamente el problema. La disuasión de la OTAN se basa en la certeza de que si un miembro es atacado, el resto acudirá en su ayuda. La duda es corrosiva; deja a Europa peligrosamente expuesta. Volodimir Zelensky, presidente de Ucrania (TETIANA DZHAFAROVA/Pool vía REUTERS) Expliquemos la realidad a la que se enfrenta Europa. Es un continente endeudado, envejecido, que apenas crece y no puede defenderse ni proyectar poder duro. Las normas mundiales sobre comercio, fronteras, defensa y tecnología se están rompiendo. Si Rusia invade uno de los países bálticos o utiliza la desinformación y el sabotaje para desestabilizar Europa del Este, ¿qué hará Europa exactamente? Hasta ahora la respuesta es agazaparse a la defensiva. Tras la embestida del MAGA, un grupo de líderes europeos se reunió apresuradamente en París el 17 de febrero, pero sólo consiguió hacer públicas sus diferencias. Tres años después de la invasión rusa, Europa no ha aumentado el gasto militar lo suficiente. Está atrapada en una visión del mundo obsoleta de tratados multilaterales y valores compartidos. La tarea urgente de Europa es volver a aprender a adquirir y ejercer el poder; debe estar preparada para enfrentarse a adversarios y a veces a amigos, incluido Estados Unidos, que seguirá ahí después de Trump. En lugar de acobardarse, necesita una valoración objetiva de la amenaza. Rusia es una máquina de guerra con un vasto arsenal de armas nucleares, pero también una economía de tamaño medio en declive. Europa también necesita una valoración igualmente objetiva de sus propias fortalezas: aunque crece lentamente, Europa sigue siendo un gigante económico y comercial con grandes reservas de talento y conocimiento. Necesita utilizar esos recursos para revitalizar el crecimiento, rearmarse y afirmarse. ¿Qué significa esto? A corto plazo, Europa necesita un enviado único para hablar con Ucrania, Rusia y Estados Unidos. Debe endurecer su embargo a Rusia incluso si Estados Unidos suaviza las sanciones. Europa debería explotar unilateralmente los 210.000 millones de euros (220.000 millones de dólares) de efectivo ruso congelado en bancos europeos. Con ello se pagaría la continuación de la lucha o el rearme de Ucrania a medida que disminuyan los fondos estadounidenses. A medio plazo se necesita una enorme movilización de defensa. Si Europa no puede depender de Estados Unidos, debe tener sus propios aviones de transporte pesado, logística, vigilancia: todo. Deben iniciarse conversaciones sobre cómo Gran Bretaña y Francia pueden utilizar sus armas nucleares para proteger el continente. Todo esto costará una fortuna. El gasto en defensa tendrá que aumentar hasta el 4-5% del PIB que era normal durante la guerra fría. Un mayor gasto en defensa, sobre todo si se gasta en armamento estadounidense, puede convencer a Trump de permanecer en la OTAN, pero ahora hay que partir de la base de que el apoyo estadounidense no está garantizado. Pagar este rearme exigirá una revolución fiscal. El nuevo objetivo exigirá un gasto adicional de más de 300.000 millones de euros al año. Parte de ello deberá proceder de la emisión de más deuda común e individual. Para soportarlo, Europa tendrá que recortar el bienestar: Angela Merkel, ex Canciller alemana, solía decir que Europa representaba el 7% de la población mundial, el 25% de su PIB pero el 50% de su gasto social. Para aumentar el crecimiento, Europa debe seguir adelante con reformas obvias pero eternamente retrasadas, desde la unificación de los mercados de capitales hasta la desregulación. Un nuevo sueño para un viejo continente La pesadilla que han conjurado Putin y ahora Trump puede obligar a Europa a cambiar su organización. Su pedante obsesión por los procesos y las agrupaciones, como la zona euro, la UE y muchas otras, ralentiza la toma de decisiones, omite a actores clave como Gran Bretaña y da peso a países como Hungría, que quiere sabotear la defensa europea, o España, que duda en rearmarse. Todo esto suena descabellado. La OTAN ha sido la alianza más exitosa del mundo: su desaparición resulta difícil de imaginar. Pero lo viejo ha pasado; todo se ha hecho nuevo. Europa tiene que asumirlo antes de que sea demasiado tarde. © 2025, The Economist Newspaper Limited. All rights reserved.

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