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  • Evangelio de hoy 7 de febrero, 2025 – SinLimitesGalvez

    » Sin limites

    Fecha: 12/02/2025 03:48

    Celebración de hoy San Tobías, Siervo del Señor sanado por San Rafael Arcángel San Tobías fue un personaje bíblico cumplidor de la ley Dios, tuvo un hijo llamado Tobías, a quien se le apareció el Arcángel Rafael dándole la sanación Coronilla a la Misericordia Coronilla a la Divina Misericordia de Hoy Viernes y Consagración Por la Pasión de nuestro Señor, invocamos la Misericordia de Dios por la paz del mundo y en los hogares. Oramos por tus intenciones Lecturas del día Maria, hoy observamos que Herodes Antipas, a pesar de su autoridad, se siente inquieto por Juan el Bautista, quien con valentía proclama la verdad. Esto nos muestra el contraste entre el poder humano, basado en la corrupción y el miedo, y la autoridad profética, fundada en la verdad de Dios. Aunque el poder mundano parece fuerte, la voz de la verdad sigue resonando en los corazones. Presta atención a las lecturas de hoy. Hebreos 13,1-8. Hermanos y hermanas: Perseveren en el amor fraternal. No se olviden de practicar la hospitalidad, ya que gracias a ella, algunos, sin saberlo, hospedaron a los ángeles. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes lo estuvieran con ellos, y de los que son maltratados, como si ustedes estuvieran en su mismo cuerpo. Respeten el matrimonio y no deshonren el lecho conyugal, porque Dios condenará a los lujuriosos y a los adúlteros. No se dejen llevar de la avaricia, y conténtense con lo que tienen, porque el mismo Dios ha dicho: No te dejaré ni te abandonaré. De manera que podemos decir con plena confianza: «El Señor es mi protector: no temeré. ¿Qué podrán hacerme los hombres?» Acuérdense de quienes los dirigían, porque ellos les anunciaron la Palabra de Dios: consideren cómo terminó su vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será para siempre. Salmo 27(26): El Señor es mi luz y mi salvación. (R). El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién he de temer? El Señor es el refugio de mi vida, ¿a quién he de temer? /R. Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no temerá; aunque se me haga la guerra, entonces confiaré. /R. Porque él me esconderá en su morada en el día de la angustia; me ocultará al abrigo de su tienda, me pondrá en alto sobre una roca. /R. Tu presencia, Señor, busco. No escondas de mí tu rostro; no rechaces con ira a tu siervo. Tú eres mi ayudador: no me deseches. /R. Marcos 6,14-29. En aquel tiempo, el rey Herodes oyó hablar de Jesús, pues su fama se había extendido, y la gente decía: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos; por eso actúan en él poderosos poderes.» Otros decían: «Es Elías»; y otros: «Es un profeta como cualquiera de los profetas». Pero cuando Herodes se enteró, dijo: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Herodes fue quien mandó arrestar a Juan y atarlo en la cárcel a causa de Herodías, la esposa de su hermano Felipe, con quien se había casado. Juan había dicho a Herodes: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano». Herodías le guardaba rencor y quería matarlo, pero no pudo hacerlo. Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo tenía detenido. Cuando le oía hablar se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharle. Herodías tuvo una oportunidad un día en que Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete para sus cortesanos, sus oficiales militares y los principales hombres de Galilea. Su propia hija entró y ejecutó una danza que deleitó a Herodes y a sus invitados. El rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo concederé». Incluso le juró muchas cosas: «Te concederé todo lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Ella salió y le dijo a su madre: «¿Qué debo pedir?» Su madre respondió: «La cabeza de Juan el Bautista». La muchacha se apresuró a volver a la presencia del rey y le hizo su petición: «Quiero que me des, de inmediato, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista». El rey se sintió profundamente afligido, pero debido a sus juramentos y a los invitados no quiso faltar a su palabra con ella. Así que envió rápidamente a un verdugo con órdenes de traer su cabeza. Se fue y lo decapitó en la prisión. Trajo la cabeza en una bandeja y se la dio a la chica. La chica, a su vez, se la dio a su madre. Cuando sus discípulos se enteraron, vinieron, tomaron su cuerpo y lo pusieron en una tumba. Palabra del Señor.

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