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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 04/02/2025 04:36
Andrés Parra, sincero y descarnado: “Un ser humano libre es muy peligroso” Andrés Parra dice que se liberó, que se despertó, que ya no es el mismo. El lenguaje de la autoayuda se cuela en su discurso, pero no es eso, o no es solamente eso. Critica “la búsqueda del éxito” y al “manicomio de producir, producir, producir”. Habla de un “viaje hacia adentro”. Usa la palabra libertad. Iluminado por el sol del mediodía, en su casa de Bogotá —”mi casita”, dice—, se conecta a un zoom que atraviesa Sudamérica y sonríe. “Viajamos mucho en noviembre, pero ya terminamos, ya estamos aquí, quieticos”. La conversación es del año pasado, faltaban las fiestas, las vacaciones, el calor. Ahora volvió al ruedo y esta noche presenta en el Teatro Broadway de Buenos Aires Venga que si es pa’ eso. Conocido por interpretar a Pablo Escobar en El patrón del mal, pero activo en la actuación durante más de tres décadas —fue Hugo Chavez en El comandante, por cita apenas un ejemplo—, un día decidió barajar y dar de nuevo. ¿Qué pasó? ¿Qué evento paradigmático lo marcó para siempre? “El origen...”, dice Parra y sus pupilas buscan algo en el cielo. Recuerda una entrevista. Agosto de 2023. En La Divina Noche de Dante, programa conducido por el argentino Dante Gebel, cuenta, casi tangencialmente, su divorcio, pero de pronto dice que “fue morir y renacer”. Se viralizó, una productora olfateó la cena y contrató tres teatros. “No tenía nada escrito”, cuenta y se ríe. Bueno, algo había: un tímido libro en proceso. “Estrené sin director, estrené sin probarlo. Nadie lo había visto. Yo no había hecho un ensayo abierto, nada. Me mandé sabiendo que esto podía ser un fracaso o funcionar. Y funcionó”. Claro, fue cambiando, incorporando nuevos temas, nuevos textos, otras variantes: “el show del principio ya no tiene nada que ver con este”. “Yo estaba muy, muy asustado. Y la respuesta del público fue contundente. Había un sold out de un show que nadie sabía qué iba a ver. Yo tampoco sabía muy bien de qué se trataba el show. Me acuerdo de esa sorpresa y esa tranquilidad de ver que el espectáculo había nacido vivo. Si funciona ahora tienes que crecer, y a partir de ahí el show empezó a crecer”, cuenta. "Me mandé sabiendo que esto podía ser un fracaso o funcionar. Y funcionó” Mezcla de stand up y espectáculo teatral, Parra lo define como “una cosa tragicómica, porque hay mucha risa, pero también mucha angustia”, que ”busca confrontarnos, hacernos preguntas incómodas”. Son muchos los casos de humoristas que pasan al drama. La búsqueda de prestigio tal vez. Acá es al revés. “Lo que pasa es que cuando yo decido hacer el show estoy en un punto de mi vida en el que el prestigio me da igual. ¿El prestigio para qué? ¿El reconocimiento para qué? Por eso es un show muy íntimo y muy honesto. Es como abrirme por la mitad, sacar mis tripas y ponerlas ahí. Aquí no hay pudor ni vergüenza. Esta es mi verdad y la vengo a compartir. Una cosa catártica mía”, dice. Un divorcio, dijimos. Parra acelera: “Hay un momento en la vida en que uno colapsa. Y el colapso trae una apertura. Yo colapsé, me rompí. Y cuando uno se rompe, la mente se dispone a recibir una información que ahora sí puede comprender. Como si las instrucciones de la vida las hubiera empezado a entender. Me las venían diciendo hace mucho tiempo, pero no entendía nada. De repente llega la comprensión, ahí ya el juego cambia. Antes yo era mi profesión. Después del colapso uno empieza a cuestionarse muchas cosas. La separación produce el colapso, y el colapso significa tener que enfrentar el mayor de mis miedos. Fue como emprender el viaje hacia adentro”. “Cuando uno enfrenta al mayor de sus miedos y sobrevive, empieza a darse cuenta de que todo no es tan grave ni tan importante, que todo es parte de una ilusión. Ahí se viene abajo todo, se derrumba. Y eso es muy sabroso. Todo por lo que te hacías matar ya no vale nada. Tu proyecto de vida ya no vale nada. Ahí cae la profesión, todo. Y eso es una belleza”, dice y agrega: “Es dejar de ser esclavo de tantas cosas. La libertad tiene que ver con la capacidad de perderlo todo. Si usted no está dispuesto a perder algo, usted no es libre. Es esclavo de ese algo. Llámese trabajo, religión, familia, matrimonio, plata, prestigio”. Y agrega, tajante, serio: “La libertad es un ejercicio de estar dispuesto a perderlo todo”. Andrés Parra como Pablo Escobar en "El patrón del mal" —Hay una línea delgada entre la búsqueda de la identidad y el individualismo. Son épocas donde el egoísmo aparece con mucha fuerza. ¿Dónde ponés el límite para que tu búsqueda personal no se convierta en eso? —Lo que pasa es que nos vendieron una idea del egoísmo muy retorcida, donde no eres egoísta. En la medida en que te sacrifiques por los demás, ahí eres una buena persona. Yo entiendo hoy en día el egoísmo como el ejercicio de ponerme primero para poder dar siempre la mejor versión de mí. Eso acaba con las relaciones hipócritas. Eso acaba con la falsa caridad. Eso acaba con un montón de cosas. Somos muy falsos, muy mentirosos y se nos va la vida dándole gusto a los demás y poniendo la felicidad de los demás por encima de la nuestra. Cuando uno renuncia a eso, se empieza a ir mucha gente. Es la gente que se relaciona contigo desde un lugar transaccional: yo te doy si me das. Y se empieza a quedar muy poca gente que te ama de verdad. Entonces tus relaciones se vuelven muy sanas, muy bonitas. ¿Es egoísmo que tú pretendas ponerte por encima de mi felicidad? Sí. Entonces la línea no es ni delgada ni gruesa. ¿Quieres ir a mi cumpleaños? Puedo decir que sí, pero también puedo decir que no. Si nuestra relación no está basada en el dame y te doy, no pasa nada; seguimos siendo amigos. Si nuestra relación está basada en que yo vaya a tu cumpleaños, pues seguramente esta amistad se va a acabar. Por lo tanto, eso no era una amistad. Está perfecto que se acabe. “Hay un momento en la vida en que uno colapsa. Y el colapso trae una apertura" “Todo dejó de ser importante. Y entonces usted me dice: ¿qué es lo importante? Lo importante soy yo. Lo importante es saber quién soy yo. Lo importante es entender que mi felicidad no puede seguir dependiendo de algo que pase o deje de pasar. Y eso es muy bonito”, dice Parra y habla de un “viaje hacia el autoconocimiento”; “es un viaje muy solitario”, dice. “Ahí no puede haber nadie más. Pero eso no te convierte en una mala persona. Al revés: te convierte en un tipo que todo lo hace con mucho gusto, con mucho amor. Te hace más honesto, menos falso, menos hipócrita. Y se acaban muchos conflictos porque al final estás rodeado de gente que no te está manipulando ni amenazando ni castigando”. El actor avanza a la sentencia: “Nos acostumbramos a las relaciones de castigo”. Y sigue: “Lo que he notado es que mis relaciones personales ahora son mucho más buenas porque vienen de un lugar de verdad. No vienen del miedo, ni del apego, ni del qué van a pensar. Nos convertimos en gente un poco peligrosa porque ya no andamos por la vida dando gusto; ahora hacemos lo que sí queremos hacer. Pero entonces la gente lo lleva al extremo. ‘¿O sea sea que si usted quiere coge un cuchillo y sale a matar?’ No, eso es una estupidez. Es un ejercicio que le hace entender que nadie tiene ninguna obligación con usted. Cuando uno entiende eso, se vuelve mucho más agradecido”. "Nos convertimos en gente un poco peligrosa porque ya no andamos por la vida dando gusto; ahora hacemos lo que sí queremos hacer" —¿Cuánto de todo esto que decís está ligado al contexto histórico que vivimos? Pienso en cosas que van desde el feminismo a la tecnología, pero ¿cuál es tu mirada de esta época? permite que plantees esto? —Siento que es una época bien extraña. Es la época en que el ser humano más cómodo está. Tenemos la tecnología a nuestros pies, ya no hay que salir a cazar. Pero curiosamente es la época en la que la salud mental está peor. Deberíamos estar muy bien y resulta que hay gente suicidándose, gente deprimida, gente jodida. Creo que la gente se empezó a hacer preguntas que antes no se podía hacer. Y aquí me voy a meter en un tema muy turbio: pareciera ser que la gente empezó a cuestionar sus religiones, sus políticos. Pareciera ser que la gente se empezó a despertar. Hay un sistema político, cultural, religioso que no nos dio la felicidad. Y no era verdad. Estamos en un momento en que la gente está muy defraudada, un poco estafada. ‘Pero marica, yo fui a misa todos los domingos, yo hice todo, y sigo mal’. ‘Yo triunfé, tuve éxito, dinero y sigo mal’. Nos engañaron. "Cuando usted se da cuenta que no necesita nada para ser feliz, ¿cómo sostiene este manicomio del producir, producir, producir, hacer, hacer, hacer, ganar, ganar, competir, ser líder?" “Andamos por la vida exigiendo atención, compromiso, deme, deme, deme. Y si usted no me da, es un egoísta. Y ahí nos tienen jodidos. Romper eso es muy difícil”, y agrega que “la búsqueda del éxito no era el camino” porque “usted puede tener todo en la vida y sentirse absolutamente miserable”. “¿Será que nosotros sí éramos libres y esta gente nos convenció de que no? ¿Será que es posible la vida sin tanto miedo? Lo que pasa es que eso significaría el colapso del sistema. Cuando usted se da cuenta que no necesita nada para ser feliz, ¿cómo sostiene este manicomio del producir, producir, producir, hacer, hacer, hacer, ganar, ganar, competir, ser líder? Entonces es muy peligroso”, afirma. De pronto Parra se sorprende de su verborragia, del desahogo, y larga una risotada al cielo. “Vamos a terminar siendo un poco hippies viviendo en la playa, marica. Nos vale verga. No queremos nada”. Sonríe. “Delicioso”. Y vuelve sobre sus pasos: “El sistema necesita gente miedosa y asustada que se va a ir al infierno y que allá se va a quemar con el diablo. Ese discurso, marico, es un discurso que nos ha tenido controlados a todos. Entonces cuando usted se sale de ahí se vuelve un peligro. Un hombre libre es muy peligroso. Un ser humano libre es muy peligroso”. De pronto hace un silencio y mira a la cámara con determinación. “Dígame, ¿hay algo más peligroso que eso?”, y deja en el Zoom su última sonrisa.
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