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» Diario Cordoba
Fecha: 31/01/2025 15:35
Era septiembre del año 2000. Tras atravesar el túnel subterráneo de la carretera de La Coruña, accedí por primera vez al edificio de la Facultad de Estudios Estadísticos de la Universidad Complutense de Madrid. Para los que comenzábamos a estudiar Filología Clásica, aquel era el ‘Edificio C’. «¿Objetivo del primer curso? Aprobar todas las asignaturas para poder instalarse en el ‘Edificio A’», dijo el Sr. Floristán Imizcoz. Conseguimos la meta volante que marcara el hoy catedrático de Griego, disfrutamos de nuestra Facultad, pisamos las aulas del ‘Edificio B’ y, con el tiempo, conocimos que se había unido al entramado de inmuebles filológicos el ‘Edificio D’. Sin embargo, aunque perdimos de vista las paredes del bloque de cemento anexo a la casa del presidente del Gobierno, no conseguimos librarnos de la ‘Estadística’. De hecho, hace cuatro años, otro profesor nos dijo la fruslería de que «la Estadística se está comiendo a la Lingüística», devorando, así, nuestra por entonces mermada moral. Si bien nos resistíamos a aceptar como válido lo que considerábamos una futilidad, lo cierto es que los datos estadísticos nunca han dejado de acosarnos. Una tesis doctoral ¿de Lingüística? repleta de tablas con cálculos interpretables, telediarios con resultados que ofrecen conclusiones a gusto del analista interesado, la costumbre de que los logros de nuestros alumnos figuren en el último lugar de unas clasificaciones realizadas con base, de nuevo, a análisis estadísticos, y, el repóquer del hastío, claustros de profesores en los que se exponen porcentajes que anulan nuestra especialidad y, con ella, nuestro cometido: todo ello recuerda que, en efecto, la Estadística nunca ha dejado de perseguirnos.
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