31/01/2025 18:54
31/01/2025 18:53
31/01/2025 18:52
31/01/2025 18:51
31/01/2025 18:50
31/01/2025 18:49
31/01/2025 18:48
31/01/2025 18:48
31/01/2025 18:47
31/01/2025 18:46
» Corrienteshoy
Fecha: 31/01/2025 15:12
Mons. Castagna: "El Niño crece y se fortalece" El arzobispo emérito de Corrientes destacó que "el desarrollo de aquel jovencito se constituye en modelo del crecimiento de todo ser humano", y puntualizó: "Redime, y enseña a vivir como redimido". Monseñor Domingo Castagna, arzobispo emérito de Corrientes, recordó que, después de la Presentación del Señor, a los ocho días de su nacimiento y cumplido el rito de la circuncisión, la Sagrada Familia vuelve a Nazaret. "En esa ocasión, san Lucas ofrece una lúcida descripción del misterio de la Encarnación: 'El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él'", destacó, en sus sugerencias para la homilía de este domingo. "La gracia, o el poder de Dios, se pone al servicio del crecimiento del hombre. El desarrollo de aquel jovencito se constituye en modelo del crecimiento de todo ser humano", consideró, y fundamentó: "Redime, y enseña a vivir como redimido". El arzobispo aseguró al respecto que "Cristo es el Hombre que el Diseñador divino quiere de todos y cada uno de los hombres", y sostuvo: "Otros proyectos, que se opongan al de Dios, terminan en fracaso". "La historia es una exposición de ese triste resultado", lamentó. "Puede ser evitado si el Evangelio es recibido como el principal 'regidor' de la vida humana. No es imposible. Cristo lo hace posible, al convertirse, para todos los hombres, en el Hombre Nuevo y el proyecto realizado del 'hombre que Dios quiere de los hombres'", concluyó. Texto completo de las sugerencias 1. Reconocimiento de Simeón y Ana. María y José, ocho días después del nacimiento de Jesús, y en cumplimiento de la Ley, presentaron al Niño para celebrar su circuncisión e imponerle el nombre, previamente inspirado a José por el Ángel. Hoy, 2 de febrero, la Iglesia recuerda aquel acontecimiento. Escena impregnada de hondo significado profético, que trasciende el humilde rito sagrado, para abarcar toda la historia humana. El anciano sacerdote Simeón, y la profetisa Ana, identifican al Mesías en aquel recién nacido, arropado en los brazos de su Madre Virgen. Con qué ternura, el anciano sacerdote, lo contempla entre sus manos temblorosas y agradece a Dios conocerlo antes de morir. La mirada profética de Simeón no deja de recorrer la vida de ese Niño, hasta su culminación en el drama de la Cruz. Ve en el corazón de su Madre una espada que lo atravesará: "Este Niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón" (Lucas 2, 34-35). Por ello, esta fiesta recuerda la importancia de María en la Redención de los hombres. Ciertamente María, por voluntad de Dios, ocupa un lugar subordinado y protagónico en el Misterio de la salvación de los hombres. Así lo vive y expresa el mundo católico, marcado por una inocultable presencia mariana. Una interpretación diminuta y sesgada de la Palabra divina, desaloja a María del rol que Dios le ha concedido como Madre de Cristo y de los hombres. Hechos, históricamente innegables, le devuelven su subordinada misión en el Misterio de la Redención. María se hace cargo de la misma, hasta de manera singular y prodigiosa. Dios, que la ha llenado de su gracia, hace de ella una obra perfecta de santidad. De esa manera -única- se cumple el Misterio que lo renueva todo, y conduce a la humanidad a una nueva forma de vida. Los Apóstoles, y las primeras comunidades cristianas, manifiestan el valor de aquella convivencia, al presentarse en sociedad. La interacción Iglesia-mundo crea un clima espiritual y cultural irremplazable. 2. La misión de la Iglesia de preparar los corazones. Lo es hoy, como desafío y realización, y por ello, fundamento de toda obra evangelizadora. La llegada del Señor a los hombres, casi desconocida por quienes esperan, sin ser conscientes aún de lo que esperan. Es preciso promover, mediante la predicación, las disposiciones espirituales de Simeón y Ana, para el logro de un eficaz encuentro con Jesús, el Mesías anunciado. La acción evangelizadora de la Iglesia, incluye una intensa preparación para el encuentro con el Hijo de Dios, hecho Hijo del hombre por la Encarnación. Despertar el interés y buscar los medios más directos, que abran el espíritu para tal encuentro, es tarea continua y ardua, que abarca toda la vida y actividad de la Iglesia. Es inexplicable, desde una conciencia viva del carácter bautismal, no atender las necesidades de un mundo sumergido en su pecado. Todos son parte de ese mundo pecador, y, no obstante, anhelante del encuentro con su Salvador. Para identificar en Cristo "al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", es preciso escuchar a sus testigos acreditados. Son hombres y mujeres a quienes, desde el principio, Cristo les encomienda la misión de dar fe de la Resurrección: como los Apóstoles y María Magdalena. Aquella Hora, como también la actual, abre nuevas perspectivas. La "Buena Nueva", que hoy también es "nueva", reclama la presencia activa de los sucesores de aquellos discípulos. Toda la Iglesia, fundada en los Apóstoles y en carismáticos discípulos y discípulas, se constituye en la transmisora de esa "Buena Nueva". A ningún bautizado le es lícito "mirar para otro lado" ante la dramática situación que padece el mundo. Presentar a Jesucristo, para cumplir en Él el rito sagrado de la circuncisión, posee un simbolismo de singular trascendencia. Así lo entendieron Simeón y Ana, cuando lo presentan para consagrarlo a Dios. Cristo, junto al Padre y el Espíritu, es la misma "consagración" del mundo a Dios. Como ocurrió en el bautismo, administrado por Juan, el Hijo de Dios, devenido Hijo del hombre, declara el fin del Antiguo Testamento, para iniciar el Nuevo, anunciado por el Bautista y los Profetas. Se ha iniciado el nuevo año litúrgico con la guía de la Palabra de Dios, para vivir de la fe que conduce a la santidad. Cuando hacemos referencia a la santidad, entendemos un compromiso bautismal que se expresa en la auténtica transformación del mundo. Sin dudas, muy lejos de cierto "pietismo" que no logra proyectarse en la vida personal, familiar y social. 3. Para muchos hombres y mujeres Dios no cuenta. Es preciso insistir en la santidad como animadora de la historia y, sin imponer pautas provenientes de cierto clericalismo, hacer de la vida concreta una auténtica religión. Que, sin mezclarlo todo, o pretender hacerlo, gravite en la vida de una ciudadanía continuamente desafiada a creer en Dios y darle el lugar que le corresponde en su cotidianidad. Se ha producido una extraña dicotomía, que aleja el misterio de Dios de la condición ordinaria de la vida humana. Para muchos hombres y mujeres Dios no cuenta, o reviste un significado puramente formal. Basta una mirada superficial para comprobar esta dolorosa realidad. El mal se manifiesta también en la ignorancia. En la base de muchos delitos se expresa la más supina de las ignorancias. La virtud recuperadora -que neutraliza la ignorancia y conduce a los hombres y mujeres a la verdad- es la humildad. Virtud indispensable para que "el pecado del mundo" sea definitivamente vencido. El pecado del mundo es la soberbia. El esfuerzo por transmitir conocimientos, y adecuar el comportamiento a la verdad que los contiene, es el objetivo de la educación. Nadie niega el perjuicio que se produce cuando la educación es descuidada o desconectada de la verdad. Para lograr una conveniente educación se deben contemplar todos sus aspectos: familiar, escolar, universitario y popular. En este último, están comprometidos los medios de comunicación social: el arte y los espectáculos que se inscriban en una sana concepción de la cultura. El llamado evangélico a la pobreza de corazón subraya la importancia absoluta de la humildad en quienes deciden seguir a Jesús. Es la primera de las bienaventuranzas: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos" (Mateo 5, 3). Como primera es fundamento necesario de todas las demás. Por ello, cuando falta, toda la espiritualidad cristiana pierde consistencia, hasta tornarse inasible. Es la virtud más difícil de practicar, porque exige la muerte voluntaria a la situación de pecado y a la aceptación de un doloroso renacimiento. La pérdida de sensibilidad espiritual, que afecta a la fe de tantos creyentes, se ha extendido como una atmósfera irrespirable en esta sociedad, autocalificada "cristiana". Un verdadero desafío para el ministerio, que toda la Iglesia debe ejercer. La Palabra de Dios, anunciada y testimoniada por la comunidad de los bautizados, posee la virtud de suscitar y renovar la fe. 4. El Niño crece y se fortalece. Después de la Presentación del Señor, a los ocho días de su nacimiento y cumplido el rito de la circuncisión, la Sagrada Familia vuelve a Nazaret. En esa ocasión San Lucas ofrece una lúcida descripción del Misterio de la Encarnación: "El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él" (Lucas 2, 40) .La gracia, o el poder de Dios, se pone al servicio del crecimiento del hombre. El desarrollo de aquel jovencito se constituye en modelo del crecimiento de todo ser humano. Redime, y enseña a vivir como redimido. Cristo es el Hombre que el Diseñador divino quiere de todos y cada uno de los hombres. Otros proyectos, que se opongan al de Dios, terminan en fracaso. La historia es una exposición de ese triste resultado. Puede ser evitado si el Evangelio es recibido como el principal "regidor" de la vida humana. No es imposible. Cristo lo hace posible, al convertirse para todos los hombres, en el Hombre Nuevo y proyecto realizado del "hombre que Dios quiere de los hombres".
Ver noticia original