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» Diario Cordoba
Fecha: 22/01/2025 05:00
Ni soy Eduard Sola, guionista galardonado con el Gaudí por Casa en llamas, ni tengo su talento, ni siquiera su juventud. Mis abuelos no eran analfabetos, sabían leer y escribir pero también migraron, no de Andalucía a Cataluña como los suyos sino del Aragón rural al urbano, sin salir de la misma comunidad pero con el mismo sentimiento de desarraigo. Sus hijos, como los padres de Eduard, levantaron un país que salía de una dictadura empobrecedora, castradora de talentos y de deseos, que metió el miedo y la sospecha hasta los huesos. Esos ciudadanos pobres, si comparamos con los estándares de ahora, no con esa felicidad estúpida que Díaz Ayuso proclama, pero sí orgullosamente pobres, consiguieron a base de dignidad y esfuerzo colectivo que el guionista español más brillante de los últimos años y servidora hayan conseguido dedicarse a asuntos que sus padres no hubieran imaginado. Cada uno a su escala, no es que me haya vuelto loca, pero nos une a varias generaciones ese salto de haber accedido a estudios superiores o no, al arte, a la literatura, a la cultura en general. Esta España de museos, programaciones culturales, formación dual y grados universitarios con nombres desconocidos nada se parece, ni por asomo, a aquella en la que se crió mi padre, que me preguntaba si había aprobado Biología en lugar de Sociología. Él, que se sentaba arrastrándome a mí todos los viernes a ver La Clave, lector voraz de noticias, con la radio siempre de fondo, responsabilidad de mi madre, no llegó a leer estas columnas de opinión, ni a escucharme en la radio, que en mi casa era casi un altar. Y de manera mucho más pequeñita, la primera vez que hablé en un micro de esa radio de ámbito nacional, sólo podía pensar qué increíble le resultaría a él, que nunca tuvo esa oportunidad. Así que viendo a Eduard Sola emocionarse recogiendo el Gaudí, ese hombre que igual te hace el guion de, para mí, la mejor serie del año, Querer, que de otras dos de las mejores películas, agradeciendo lo que han hecho tantas familias, la suya, la mía y las vuestras, solo cabe unirse al entusiasmo por el progreso colectivo conseguido. De los que pelearon por las mejoras de las condiciones laborales, por la defensa de la educación pública, de la sanidad pero también del ocio, el deporte, la música subvencionada, a la que nunca hubiéramos tenido acceso de otra manera, de los políticos y los partidos que tomaron las decisiones y de tantos trabajadores públicos que hicieron posible ese salto en la equidad. Hay mucha gente esperando esas oportunidades, de otra raza u otra religión que han venido entre nosotros, hay mucho talento que se perderá por la cerrazón de solo lo nuestro. ¿De quién es lo nuestro? *Politóloga
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