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» El litoral Corrientes
Fecha: 19/01/2025 07:02
No se trata de algo que haya brotado en esta ocasión por primera vez, aunque quizás en esta oportunidad insistir con esa huella tan singular puede traer consecuencias dramáticas para los obstinados o simplemente alargar sin necesidad un proceso que podría ser bastante más breve con una reacción atinada y sensata. Algo profundo subyace en la cultura lugareña con esta actitud reiterativa. Se repite hasta el cansancio ante cualquier coyuntura. Una catarata de sentimientos negativos aflora inexorablemente ante una circunstancia compleja o inusual que mueve la estantería en cualquier dirección o altera una regla de juego que formaba parte de la rutina. Esa postura de negación, casi natural en cualquier duelo, por estas latitudes se cronifica, se prolonga invariablemente, como si esa intensidad o extensión pudieran generar por sí mismas soluciones mágicas. Ese descontento que se manifiesta con potencia entra en un círculo vicioso sin sentido y en ese espiral solo produce crispación improductiva por doquier. Ese esquema casi interminable, en algún instante se convierte en una nueva fase, la de la búsqueda inagotable de culpables. Eso que ha mutado tiene seguramente responsables. En ciertas crisis son fáciles de identificar casi con unanimidad, pero a la polémica original se le puede agregar la de polarizar el señalamiento de responsables. Unos dirán que eso paso gracias a esos y otros sostendrán que en realidad los malos de la película son los anteriores. Lo cierto es que la trayectoria continúa y ahora germina la etapa de perder tiempo. A pesar de los escalones previos se avecina la dilación secuencial, esa que invita a la parálisis esperando que alguien haga algo al respecto. Imaginan que, como producto de los airados reclamos, las políticas públicas que demandan a gritos para beneficiarse, cualquiera sea el sector del que se hable, se implementarán ya que no hay otra salida visible a su juicio. Cuando se han superado todas las instancias, absolutamente ineficaces a todas luces, recién deciden iniciar la apertura hacia la adaptación. Tarde muchas veces, emprenden el camino e intentan hacer lo mejor que pueden dados los nuevos elementos disponibles a la vista. Algunos se han salteado toda esa demora estéril y han hecho buena parte de los deberes desde el comienzo. Los que entendieron lo que pasaba rápidamente pusieron sus energías donde debían, dejaron de lado el llanto y se pusieron manos a la obra para lidiar con un nuevo contexto, tan desafiante como incierto. Tal vez haya que aceptar que hay que aprender de una vez por todas de las tantas malas historias vividas a lo largo de décadas. No es aceptable que no se haya asumido nada después de convivir con tantas debacles económicas y políticas en muy pocos años. Algo debería quedar de esos vaivenes y sobre todo de aquellos trances tan traumáticos en lo personal, familiar, profesional o empresarial. No es razonable que con tanto entrenamiento ni siquiera se hayan fortalecido los reflejos que deberían servir como antecedente para reaccionar con celeridad y enfoque. Nunca las vueltas interminables, ni la infructuosa catarsis han servido demasiado para encaminarse hacia lo correcto, ni para ajustar las velas o corregir la trayectoria de los acontecimientos. Al contrario, solo han logrado alejar las chances de acomodarse al modelo emergente con la eficiencia que semejante eventualidad requiere. Hoy los individuos, las comunidades y los emprendedores atraviesan una situación con características muy particulares. Los más pícaros y astutos ya encontraron el sendero. Vieron lo que ocurría e hicieron lo debido para adecuarse a los flamantes vientos. El máximo esmero fue invertido en comprender las directrices generales, estudiar vertiginosamente y luego acelerar hacia la nueva meta, esa que ha surgido de un análisis sereno, de un diagnóstico apropiado y de una estrategia planteada con convicción y profesionalidad. Mientras tanto el resto sigue deambulando entre la bronca y la impotencia, entre la necedad y los dislates, entre la ausencia de pragmatismo y una conducta irracionalmente disparatada. Cuando la fuerza se dispersa el efecto neto es bajísimo. Hay que registrar los ejes y entonces, sin postergaciones ni distracciones, concentrar todos los bríos para restablecer el rumbo perdido. Sin esa hoja de ruta será difícil primero sobrevivir, y segundo crecer con sustentabilidad. La nueva hora requiere de mucho coraje, pero también de inteligencia, perspicacia, visión y perseverancia. Con lo que se llegó hasta aquí no alcanza. Si se quiere superar lo que viene hay que prepararse apresuradamente. Ya no queda margen para distracciones. Hay que recalcular para pasar a la acción con un plan y con la tenacidad que este momento precisa.
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