15/01/2025 12:56
15/01/2025 12:55
15/01/2025 12:54
15/01/2025 12:54
15/01/2025 12:53
15/01/2025 12:52
15/01/2025 12:51
15/01/2025 12:49
15/01/2025 12:48
15/01/2025 12:47
» Elterritorio
Fecha: 15/01/2025 09:52
miércoles 15 de enero de 2025 | 6:00hs. Juan, el sacerdote jesuita y último sobreviviente en acompañar a Ruiz de Montoya en la construcción de los treinta pueblos misioneros, escribía a su hermana por etapas. En ésta le decía. Querida hermana Beatriz. Hoy 24 de diciembre 1690 prosigo: Ayer, uno de los visitantes, mostrándome una piedra con forma de crucifijo dijo: “Traigo este payé para que lo bendiga”. El payé es parte de una creencia ancestral y pagana que no logramos desterrar entre los guaraníes, puesto que la siguen practicando en forma clandestina; menos aún entre los más ancianos, como mi visitante de ayer que, por su edad, debe ser más viejo que yo. Asimismo, éste ha perdido la noción de la realidad, ya que parece confundirme con el Chamán. Aquél Chamán, antes de nuestra llegada actuaba como el curandero y el brujo que podía obrar entre el bien y el mal, anticipar acontecimientos, interpretar a dios, comunicarse con el diablo, e influir en el tiempo concediendo beneficios o males. Por todo eso a él también le decían “payé”, el hombre que sabe. En la tribu, donde comenzamos nuestra obra misionera allá en el Guairá, el Chamán, por encima de todo eso, era el gran consejero del Mburuvichá Ñaró Guazú, quien gobernaba con autoridad, prudencia y justicia por encima de todo orden terrenal. Al vencer Ñaró Guazú a todas las otras tribus en la larga guerra intestina, por consejo del Chamán no aniquiló a sus adversarios ni los esclavizó; los integró en una gran confederación tribal basada en la solidaridad y bajo un régimen de derechos y obligaciones. De esta manera, vivieron en paz y armonía hasta la llegada del hombre blanco. Así se comprende, hermana mía, que aquí en la selva como en la ciudad, los buenos gobernantes necesitan y deben tener sabios consejeros a su lado. Pero el payé, en creencia de los originarios, es un amuleto con poder sobrenatural que da suerte y éxito a quienes lo poseen. Puede ser confeccionado con todo tipo de materiales: pedacitos de madera, pieles y huesos de animales, uñas o plumas de aves, como las del caburé que son las más preciadas. Ahora bien, con el tiempo, y tras la catequización, los indios cambiaron estos talismanes por el santo rosario que llevan colgado del cuello. Con seguridad, quienes los usan son los que más visitan a las curanderas distribuidas en los barrios, las proveedoras usuales de este tipo de objetos. Ergo, la práctica de acudir a las brujas para hacer ritos malditos tampoco fue desterrada por la evangelización, contrariando nuestras prédicas. Así es, mi querida Beatriz: la brujería en la selva, como en la ciudad, tiene los mismos designios, utilizar ritos ocultos para causar males a una persona. Es un acto ruin, aunque distinto al payé y contrario a la magia. La magia, querida hermana, es el arte y la técnica de encontrar fluidos fuera de las leyes de la naturaleza con fines de producir sorpresas, alegrías, bondades y felicidades. La magia produce todos los actos donde la naturaleza se manifiesta en todo su esplendor; el canto de las aves, el nacimiento de las flores, el arco iris después del vendaval, la salida del sol, la luna en plenilunio, la paz, la hermandad y el amor. ¡Oh el amor!, hermana mía, es la máxima expresión de la magia. ¿Qué hay más mágico que el amor? El amor une; es el encuentro, y los hijos son obras mágicas producto del amor, y representan el presente y el futuro. Es mágica la continuidad de la especie, la hermandad entre los hombres y hacer el bien. Yo, mi querida, llegué al medio de la selva por amor a Dios, y en la selva encontré mi propia felicidad sirviendo a mis semejantes, y con esa felicidad me iré de este mundo. Por qué, en definitiva, todos los actos en la vida realizados con amor expresan el final sublime de la magia.
Ver noticia original