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Parana » Uno
Fecha: 18/11/2024 16:54
La ciudad y la modernidad. De la batería al esplendor de la biodiversidad. Carlos Thays, el paisaje y la magia de la percepción. La condición de referencia del Parque Urquiza se plasma en sus conceptos urbanísticos novedosos para la época, y porque evidenciaban la pujanza y ansias de progreso sus prohombres. Paraná experimentaba un significativo crecimiento urbano, su puerto constituía un importante centro comercial, industrial y de transporte, y la cultura se nutría del aporte inmigratorio y de la educación pública. La apertura de la Alameda de la Federación en 1878 se constituyó como un frente de expansión edilicia de modernidad hacia la ribera. A partir del decenio de 1880, Entre Ríos comenzó a superar una década de notable conflicto e inestabilidad político-institucional que repercutió negativamente en la economía rural, y transformó desde entonces su estructura productiva con un aumento sostenido, sobre todo de la actividad agrícola. Sucedió, también, un cambio del patrón productivo, hasta ahí asociado fundamentalmente a la ganadería vacuna y lanar extensiva. El predio actual de 44 hectáreas y que incluye miradores, escaleras, cursos de agua, arbolado, el Rosedal, el anfiteatro Héctor Santángelo –inaugurado el 16 de diciembre de 1985–, el Puente de los suspiros, el Monumento a Urquiza, La Venus saliendo del baño, El yaguareté, La danza de la flecha y La columna del libertador, se inauguró como parque público en la nochebuena de 1895. Fue donado en 1894 por Dolores Costa, viuda de Urquiza, y eran terrenos denominados La batería –porque durante la Confederación se mantuvo allí una guardia de artillería de defensa ante posibles ataques desde el río. La carta de donación de Costa se encuentra en el Museo Histórico Martiniano Leguizamón. Parque Urquiza 01 Gentileza David Córdoba (1).jpg Parque Urquiza: un imponente predio para un gran arquitecto de la república Las tierras fueron cedidas al intendente –1892 y 1897– Jaime Baucis, con la condición de que se erigiera un monumento –inaugurado oficialmente el 11 de noviembre de 1920, fecha conmemorativa de la firma del Pacto de Unión Nacional. Fue construido entre 1901 y 1920 por dos escultores españoles y llegó en barco al país. Se inició en Génova el 18 de octubre de 1901 bajo la dirección del escultor Agustín Querol. Presenta un basamento en mármol y los laterales escultóricos con mármol de Carrara fueron realizados por dicho artista, en tanto que la imagen en bronce pertenece al escultor Mariano Benlliure. Otra donación, posteriormente, por parte de Ángela R. Palma amplió el terreno original. El objetivo de Baucis fue construir una plaza pública, en la costanera alta, que fue inaugurada en memoria del presidente de la Confederación Argentina, quien consolidó la constitución republicana, y la franca y libre navegación del río, “abriendo las puertas de sus canales a la civilización y cultura de todas las naciones del mundo”, según se manifiesta en la petición. La inauguración, con conciertos y festividades, tuvo lugar en la nochebuena de 1895, con una presencia masiva del pueblo. El Parque Escolar Mitre, en pleno parque, se inauguró el 7 de julio de 1916, y ocupaba el predio que hoy abarca el mástil, el rosedal, por el sur se extendía hasta calle Mitre y, al oeste, las arboledas de calle Mendoza, actual calle Intendente Bertozzi. Poseía pérgolas, bancos, hamacas individuales y grupales, toboganes, aparatos de gimnasia, una pista perimetral para que los niños disputasen carreras, cancha de futbol y de tenis, describe David Córdoba, un entusiasta investigador de lugares emblemáticos de Paraná. En 1929 se inauguró el Parque Escolar Enrique Berduc, en terrenos que había donado en 1927, y allí se destinaron los juegos infantiles y las estructuras de hierro del Parque Mitre. La crisis mundial de 1930 contribuyó a que, presidida por el filántropo Alberto Marangunich, se formase la Comisión Pro Desocupados, cuya colaboración monetaria, entre 1933 y 1934, hizo posible la ampliación del sector que ocupaba el Parque Mitre. El desarrollo del Parque Urquiza se extendió, por su complejidad hasta el 11 de noviembre de 1920, cuando se inauguraron las esculturas conmemorativas, y adquirió su fisonomía definitiva en los años 30, en la intendencia del ingeniero Francisco Bertozzi, con la incorporación del Rosedal y las costaneras baja, media y alta, sus respectivos desagües, calzadas, senderos, cercos vivos de tuya, ligustros, y se plantaron 413 especies de árboles y arbustos de distintas especies. El jardinero de la república El parque original fue diseñado por el destacadísimo paisajista francés Carlos Thays, quien fijó las pautas de crecimiento. El especialista en su obra, Julio Rebaque de Caboteau, destaca el conocimiento del francés, llamado “el jardinero de la república”. Hizo los parques de las principales capitales argentinas, con un concepto de jardinería moderna que mezclaba la herencia de los jardines franceses, barrocos y geométricos, con la tradición de los pintorescos jardines ingleses, de trazados libres, praderas y grupos de árboles, más el conocimiento botánico francés, evidenciado en la exuberancia vegetal del parque. “La utilización del agua, como elemento vivo, atraviesa la barranca y une, a través de vertientes, escaleras que serpentean por aterrazamientos sucesivos. Lo más interesante no es sólo su forestación magnífica y colorida sino también la creación de secuencias de percepción, desde zonas muy oscuras a praderas con sol”, apunta el arquitecto. Por eso ofrece paisajes distintos según la hora del día y sus variados colores que asoman desde los palos borrachos, tipas, aromitos, sauces y montecitos de aguaribayes. En esa biodiversidad sobresalen especies nativas y exóticas, con el objetivo de contar con sombras en verano y espacios soleados en invierno. “Thays desarrolló, por una parte, el diseño urbano que anhelaba el intendente mediante un bulevar de trazado geométrico que une Plaza Alvear con el río y que aloja en su eje el monumento a Urquiza. Por otra parte, un sector que incorpora las altimetrías y los cursos de agua naturales que ofrece la barranca, cuyas características pueden asimilarse al paisajismo romántico inglés, permitiendo que la vegetación crezca libremente sobre el territorio ondulante”, describe la especialista en patrimonio arquitectónico Mariana Melhem. El monumento más imponente por su calidad artística y simbolismo es el de Urquiza, que recorre las etapas transitadas para la conformación de la república, desde la batalla de Caseros y el Acuerdo de San Nicolás, hasta la jura de la constitución. Hace visible un modelo de país centrado en la instrucción pública, por una parte, sostenido por la agricultura, la industria y el comercio, por la otra. Otros recorridos descubren las provincias, los emblemas y alegorías patrios, la libertad venciendo a la tiranía y, coronando el conjunto, la estatua ecuestre del homenajeado con la frase que le pertenece “Ni vencedores, ni vencidos”, una máxima que la sociedad argentina nunca aprendió.
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