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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 12/11/2024 10:54
Imagen del planeta Urano tomada por la sonda espacial Voyager 2 de la NASA en 1986. Urano experimentó un fenómeno de clima espacial poco común que comprimió su magnetosfera justo antes de la llegada de la Voyager 2 (NASA/JPL) Una de las naves más prolíferas que el ser humano ha enviado al espacio es la Voyager 2, que en 1986 visitó el planeta Urano, ubicado a 3000 millones de kilómetros de la Tierra aproximadamente. Pero un análisis reciente de la información brindada por la sonda de la NASA, efectuada por científicos y especialistas en misiones espaciales, ha brindado nuevas respuestas sobre los misterios del séptimo planeta del Sistema Solar, el tercero de mayor tamaño, y el cuarto más masivo. Todo comenzó en 1986, cuando la misión de la sonda Voyager 2 de la NASA sobrevoló Urano, brindando a los científicos la única visión cercana de este enigmático planeta exterior que, a diferencia del resto, gira casi de lado. Este evento reveló a la ciencia un planeta peculiar, rodeado de lunas y anillos desconocidos, y además acompañado de fenómenos magnéticos incomprendidos. La Voyager 2 de la NASA sobrevoló Urano en 1986, proporcionando la única visión cercana de este planeta inclinado y planteando nuevos misterios para la ciencia. (EFE/John. S. Howard / Nasa/Jpl-Calte) Hoy, tras 38 años, el análisis de los datos recopilados en aquel sobrevuelo arroja nueva luz sobre estos misterios y resuelve algunas de las preguntas que desconcertaron a los investigadores. Los hallazgos, publicados en Nature Astronomy, podrían incluso transformar el conocimiento actual sobre la geología de las lunas de Urano y el comportamiento de sus campos magnéticos. El sobrevuelo de la Voyager 2 estuvo marcado por una particularidad inesperada: en los días previos a su llegada, Urano fue afectado por un fenómeno inusual de “clima espacial” que comprimió su magnetosfera, es decir, la burbuja magnética que rodea y protege al planeta de la radiación del viento solar. Según el investigador Jamie Jasinski del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, esta coincidencia cósmica ofreció a la nave una perspectiva única y excepcionalmente rara, una que solo se da el 4% del tiempo. “Si la Voyager 2 hubiera llegado unos días antes, habría observado una magnetosfera completamente diferente en Urano”, explicó Jasinski. Jamie Jasinski del Laboratorio de Propulsión a Chorro explicó que las condiciones observadas en Urano se presentan solo el 4% del tiempo, brindando una instantánea excepcional. (NASA) La compresión de la magnetosfera cambió significativamente las observaciones de la Voyager 2. En su paso, la sonda registró cinturones de radiación de electrones muy intensos, algo inesperado dado que el planeta carecía aparentemente de una fuente interna para sostener estos niveles. Este fenómeno dejó perplejos a los científicos, quienes también notaron una casi total ausencia de plasma en la magnetosfera, un dato desconcertante considerando que las cinco lunas principales de Urano deberían haber contribuido con iones de agua al ambiente magnético, como sucede en otros planetas exteriores con lunas heladas. Las magnetosferas son campos magnéticos que protegen a los planetas, incluido el nuestro, de las partículas cargadas y altamente energéticas que emanan del Sol a través del viento solar. Estas burbujas magnéticas funcionan como escudos, y su estudio es crucial para entender tanto los comportamientos de protección en la Tierra como en otros planetas. Los datos obtenidos por la Voyager 2 en 1986 proporcionaron una visión única de la magnetosfera de Urano y revelaron diferencias sustanciales entre el campo magnético terrestre y el de este planeta exterior. La magnetosfera de Urano, además de ser inusualmente intensa, resultó estar comprimida y sin el contenido de plasma esperado, lo cual creó dudas en la comunidad científica sobre el comportamiento del campo magnético del planeta. Sin embargo, esta reciente investigación sugiere que el viento solar podría haber jugado un papel fundamental en estos fenómenos. Durante la compresión de la magnetosfera, el plasma fue probablemente expulsado, lo que explicaría su ausencia en las observaciones de la Voyager 2. ARCHIVO - Esta foto facilitada por la NASA muestra el montaje del disco "Sounds of Earth" en la nave espacial Voyager 2 en el edificio Safe-1 del Centro Espacial Kennedy, Florida, el 4 de agosto de 1977. (AP Foto/NASA, Archivo) Uno de los hallazgos más sorprendentes del sobrevuelo de Voyager 2 fue la presencia de cinturones de radiación altamente energizados, cuya intensidad se compara solo con los cinturones de radiación de Júpiter. La nueva teoría indica que el viento solar podría haber intensificado temporalmente la dinámica de la magnetosfera, inyectando electrones energizados en estos cinturones. Este fenómeno ayudaría a explicar cómo se mantuvieron activos sin una fuente interna de partículas energizadas, una explicación que los científicos estaban buscando desde el descubrimiento. Este modelo propuesto sugiere que las condiciones de Urano no son tan atípicas como se pensaba en un inicio, sino que podrían responder a la interacción entre el planeta y las variables del clima espacial. Como resultado, esta investigación reevalúa la naturaleza de los cinturones de radiación de Urano, revelando la importancia del viento solar como desencadenante de su actividad. Las lunas de Urano y sus misterios El potencial astrobiológico de las lunas de Urano justifica una misión. Más de un centenar de científicos han publicado un libro blanco que aboga por la visita de una misión espacial a Urano y sus fascinantes 27 lunas, que atesoran un potencial astrobiológico. (NASA) El comportamiento de las lunas de Urano ha sido otro de los grandes misterios. Inicialmente, los científicos concluyeron que las lunas principales eran inertes, ya que sus características no coincidían con las de otros sistemas lunares que producen plasma, como las lunas de Saturno y Júpiter. Sin embargo, al reevaluar la ausencia de plasma durante el sobrevuelo de la Voyager 2, el nuevo análisis sugiere una posibilidad diferente. La investigación actual plantea que las cinco lunas principales podrían ser geológicamente activas y que, en realidad, habrían estado emitiendo iones en la burbuja magnética de Urano de manera continua. La ausencia de plasma observada se explicaría por el efecto de compresión y expulsión provocado por el viento solar, lo que significa que, sin esta coincidencia cósmica, los datos habrían mostrado una presencia normal de iones. Esto abre la puerta a futuras investigaciones sobre la geología y la actividad interna de estas lunas, que podrían ser dinámicas y contribuir activamente a la composición de la magnetosfera de Urano. Los resultados de este análisis no solo resuelven algunos de los enigmas planteados desde el sobrevuelo de la Voyager 2, sino que también sugieren nuevas preguntas y áreas de investigación. Dado que este planeta ha sido priorizado como objetivo para futuras misiones de la NASA, el nuevo estudio aporta un contexto invaluable para los científicos que desarrollarán la tecnología y las metodologías necesarias para explorar Urano y sus lunas en mayor profundidad. En 1986, la Voyager 2 detectó cinturones de radiación intensos en Urano, que desafiaron la comprensión de los científicos sobre el magnetismo planetario. (NASA/JPL-CALTECH) Linda Spilker, una de las científicas involucradas en la misión de 1986, reflexionó sobre el impacto del sobrevuelo inicial, recordando la emoción y las incógnitas que surgieron tras el primer acercamiento al planeta. “El sobrevuelo estuvo repleto de sorpresas y buscábamos una explicación a su inusual comportamiento”, dijo Spilker, quien hoy en día continúa liderando investigaciones sobre esta icónica misión. A la luz de estos nuevos hallazgos, los científicos pueden reevaluar teorías anteriores y ajustar su comprensión sobre el sistema de Urano. “Este nuevo trabajo explica algunas de las aparentes contradicciones y cambiará nuestra visión de Urano una vez más”, agregó. A medida que la comunidad científica se prepara para investigar más a fondo los misterios de Urano, la historia del planeta parece estar tomando un nuevo rumbo. Los datos del sobrevuelo de 1986, analizados bajo una nueva perspectiva, confirman que la observación de la Voyager 2 fue solo una instantánea en el tiempo, una imagen congelada de un planeta en constante interacción con el entorno cósmico. Imágenes tomadas en 2021 de Jupiter, Saturno, Urano y Neptuno con el telescopio Hubble (BETHANY DOWNER) La Voyager 2, hoy en el espacio interestelar a casi 21.000 millones de kilómetros de la Tierra, continúa enviando información y recordando a los científicos los muchos secretos aún por descubrir en los confines del sistema solar. A través de esta nueva investigación, Urano emerge como un laboratorio natural para estudiar los efectos del viento solar en las magnetosferas planetarias, una oportunidad clave para entender los procesos que protegen a los planetas y sus lunas, tanto en nuestro sistema como en los mundos más lejanos. La exploración de Urano y el análisis continuo de los datos de la Voyager 2 ilustran cuán poco conocemos aún sobre los planetas exteriores de nuestro Sistema Solar. Los recientes hallazgos sobre su magnetosfera y la posible actividad geológica de sus lunas sugieren que, como un rompecabezas cósmico, cada nuevo descubrimiento ofrece una pieza que cambia la imagen completa. Con cada avance, los científicos se acercan a comprender mejor no solo a Urano, sino también los principios fundamentales que gobiernan los cuerpos celestes y sus interacciones. El misterio de este planeta que gira de lado sigue siendo una invitación a futuras misiones y estudios, que podrían transformar lo que sabemos sobre el Sistema Solar y nuestros propios orígenes.
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