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  • La sangrienta historia del último gran rey Zulú, que provocó la peor derrota que sufrieron los británicos en África

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/11/2024 05:30

    El rey zulú Cetshwayo En la espesura de la selva, Cetshwayo, el rey de los Zulúes, huía de la persecución de los británicos luego de su derrota en la decisiva batalla de Ulundi. Escapaba —como sucede con los reyes cuando son derrotados— hacia ningún lado, con un fantasmal séquito de fieles que las deserciones había diezmado. Creía que el bosque de Ngome, del que conocía hasta las raíces de sus árboles, le daría protección. No contaba con el arma poderosa que le asestaría el golpe final: la traición de un súbdito. Uno de los que suponía leales le había brindado a las tropas del coronel Baker Russell, su vencedor, la ubicación precisa de su guarida. El 28 de agosto de 1879, el cerco se estrechó hasta asfixiarlo. Ya sin posibilidades de eludirlo, se entregó mansamente, sin pelear. Lejos de su orgullosa estampa de guerrero, vestía andrajos y lucía demacrado por el hambre y el agotamiento. Sin embargo, todavía tenía un as en la manga: su astucia. Y usó esa carta cuando fue necesario. El nacimiento de un Rey Cetshwayo kaMpande, uno de los más temibles reyes zulúes, nació en 1826 en el kraal de su padre, Mpande, conocido como Mlambongwenya, cerca de Eshowe. Un kraal es la urbanización de las aldeas zulúes: un círculo de chozas con un espacio en el medio limitado por una empalizada donde se guarda el ganado. Mpande era el rey de los Zulúes. Gobernaba “Zululandia”, como llamaban los británicos al territorio de unos 46 mil km2 dominados por la nación nativa del noreste de la actual Sudáfrica. Era, además, sobrino del célebre guerrero Shaka Zulu, cuyas leyendas oscilan entre el heroísmo y la crueldad. Como sea, ambas muy lejanas de la versión que llegó a las pantallas de televisión con la serie Raíces de la década del ‘70. Shaka Zulu no fue capturado y llevado como esclavo a los Estados Unidos: murió asesinado por su propia familia en las luchas intestinas por el poder. Sin embargo, Shaka Zulu dejó una fuerte impronta en la organización militar de su nación. Dividió a los guerreros en regimientos y creó una táctica militar llamada “cuernos de búfalo”, en la que actuaba una vanguardia integrada por los guerreros más fuertes, dos flancos con los más jóvenes y ágiles y una retaguardia que actuaba para rematar la tarea. Así había sojuzgado a los clanes rivales. Cetshwayo tenía apenas dos años cuando Shaka Zulu fue asesinado. Otro de sus tíos, Dingaan, ocupó el trono. Su padre, Mpande, temeroso de ser muerto por este, llevó a su familia lejos del kraal principal. El territorio zulú, en esa época, mantenía una frágil independencia. Se enfrentaba a las tensiones que obligaban el avance de los colonos de las potencias europeas, los bóers holandeses y los británicos. Mpande era lo suficientemente hábil para negociar con ambos. Tejió una alianza con los bóers y derrotó a Dingaan en la batalla de Magongqo. Así, en 1840, alcanzó el reinado de los Zulúes. Su gobierno fue de equilibrio entre los colonos y la tradición de independencia de su pueblo. Antes que entrar en guerra, prefería ceder algunas tierras. Una de las primeras decisiones fue nombrar a Cetshwayo como su heredero cuando este apenas tenía 13 años, aunque luego quiso cambiar y optó por su hermano menor, Mbuyazi. En 1852, una terrible sequía asoló las tierras zulúes. La hambruna que siguió exacerbó la disputa entre los hermanos. Ya por entonces, Mbuyazi era el favorito de Mpande. Pero Cetshwayo —que difería con el estilo conciliador de su padre— tenía el apoyo de los guerreros. La chispa entre ambos explotó en 1856, cuando el rey le otorgó un vasto territorio a su hijo menor, que comenzó a hostigar a los seguidores de su hermano. Cetshwayo no soportó esa humillación, enfrentó a Mbuyazi en la batalla de Ndondakusuka y lo derrotó con un poderoso ejército. El nuevo líder fue brutal con los derrotados: no tuvo piedad ni con las mujeres ni con los niños. Su propio hermano murió en la contienda. Mapa británico del Reino de Zululandia A sangre y fuego No obstante la victoria militar, su padre continuó siendo el rey hasta que murió en 1872. De todos modos, el poder real lo ostentaba Cetshwayo. En 1861, su decisión de recuperar un territorio que Mpande había cedido a los bóers casi ocasiona una guerra. La intervención británica zanjó en parte las diferencias, aunque las tensiones continuaron. Estos últimos, aunque miraban con avidez las tierras de los zulúes —y luego, la de los bóers—, reconocían que los nativos eran un contrapeso para los colonos holandeses. Pero el estilo de conducción de Cetshwayo no les agradaba. En 1865, la autoridad británica de la provincia de Natal, hizo oficial el acuerdo entre Mpande y Cetshwayo. El primero tendría una autoridad simbólica. Mientras que el segundo gobernaría como monarca. Cetshwayo introdujo reformas militares al estilo de su tío Shaka Zulu. Pero además, creó verdaderas academias militares para que los guerreros, bajo un estricto código, entrenaran en el uso de las lanzas de punta de hierro y los escudos de cuero de vaca. Al mismo tiempo, recuperó el poder central que Mpande había comenzado a perder a manos de los jefes territoriales, llamados izikhulu. Uno de esos conflictos los tuvo con un jefe poderoso, llamado Zibhebhu, al que derrotó, pero que años más tarde cobraría las humillaciones recibidas. En 1873, un año después de la muerte de su padre, Cetshwayo fue coronado rey. La ceremonia siguió la tradición zulú, pero tuvo un condimento particular: fue organizada por el británico Theophilus Shepstone, Secretario de Asuntos Nativos de la Colonia de Natal. Esto le daba al nuevo monarca el reconocimiento oficial de la corona europea, pero al mismo tiempo, los británicos le marcaban la cancha. Shepstone, por ejemplo, le pidió a Cetshwayo que aceptara ciertos límites a su poder, como no castigar a sus súbditos con la muerte sin un juicio y limitar la cantidad de ejecuciones. Cetshwayo aceptó estas condiciones de manera formal, pero en la práctica, continuó ejerciendo su autoridad como le parecía. Su intención era reforzar la independencia y la soberanía del Reino Zulú. Sir Bartle Frere, el comisionado inglés en Sudáfrica que terminó con la independencia zulú En 1877 sucedió algo que cambió el frágil equilibrio de la región. Por un lado, arribó a Ciudad del Cabo, eje del asentamiento británico, al comisionado Sir Bartle Frere. Tenía una instrucción precisa: establecer una confederación de Sudáfrica bajo el total control de Londres. Esto obligaba al fin de la independencia zulú. Cetshwayo, a esa altura, se mostraba como un escollo para esas pretensiones. La guerra contra los británicos En diciembre de 1878, los británicos le presentaron al rey Zulú un ultimátum imposible de cumplir. Exigían, entre otras cosas, el desarme del ejército zulú y la disolución del sistema militar tradicional de amabutho, como llamaban a los cuarteles. Y el 22 de enero de 1879 estalló la guerra entre británicos y zulúes con la batalla de Isandlwana. Las tropas británicas, lideradas por el Lord Chelmsford, habían invadido las tierras zulúes y establecieron su campamento en Isandlwana, al pie de una imponente colina. Confiados en su superioridad tecnológica y su estrategia militar, los británicos no fortificaron adecuadamente su posición y se vieron sorprendidos por un ataque zulú coordinado. El ejército zulú, compuesto por unos 15.000 guerreros organizados en la tradicional formación de “cuernos de búfalo”, rodeó y atacó a las fuerzas británicas, que consistían en unos 1.800 soldados. La táctica zulú envolvió al enemigo, atacándolo al mismo tiempo por los flancos y el frente. Batalla de Isandlawna, donde los zulúes arrollaron a los británicos Los británicos disponían de un armamento moderno, compuesto por fusiles Martini-Henry que podían disparar hasta 10 o 12 disparos por minuto y tenían un alcance efectivo de 400 metros; cañones de campaña de 7 y de 9 libras, que disparaban proyectiles explosivos y de metralla; algunas ametralladoras Gatling, que podían disparar hasta 600 disparos por minuto; revólveres Adams.450; sables y bayonetas. Pero en esa ocasión, la velocidad del ataque zulú los abrumó. Unos 1.300 británicos, la mayor parte de las tropas, murieron en esa batalla. Tras la victoria en Isandlwana, los zulúes lograron algunos éxitos menores, pero la maquinaria de guerra británica se reorganizó rápidamente. Con refuerzos llegados de otras colonias, las fuerzas británicas volvieron a avanzar, con una estrategia mejorada y más tropas. El 4 de julio de 1879, los británicos se enfrentaron a los zulúes en la batalla de Ulundi, la última gran batalla de la guerra. El combate tuvo lugar en la capital zulú, oNdini, donde Cetshwayo reunió a sus guerreros para un último intento de detener el avance británico. El ejército británico, compuesto por unos 6.000 soldados, logró mantener una línea de fuego constante para repeler una y otra vez los ataques zulúes. La diferencia de armamento y el rol de la caballería esta vez fueron decisivos. Al final del día, 1.500 guerreros zulúes yacían muertos. Muchos más, heridos. Los pocos sobrevivientes se dispersaron. Los británicos apenas tuvieron 26 fallecidos. La derrota en Ulundi marcó el fin de la resistencia. Y el reino Zulú fue desmantelado por los vencedores. Luego de la victoria, los británicos dividieron el antiguo reino en trece territorios bajo diferentes jefes para evitar cualquier concentración de poder que pudiera amenazar su dominio. Batalla de Ulundi, que terminó con la victoria definitiva de los británicos sobre el rey zulú Cetshwayo Volver para ser derrotado Luego de su captura, Cetshwayo fue llevado al Fuerte Marshall, y más tarde al puerto de Durnford, desde donde fue embarcado hacia la Colonia del Cabo donde fue alojado en Palm Tree Lodge, una residencia adaptada para recibir a prisioneros de alto perfil. En su exilio, fue tratado con respeto como un líder depuesto, aunque alejado de su tierra y su gente. La captura no solo simbolizó la derrota de un monarca, sino también la caída de una de las últimas naciones africanas que había logrado mantener su independencia frente a la expansión colonial europea. Pero, como dijimos al inicio, aun en su caída, la astucia de Cetshwayo no lo abandonó. Supo utilizar su situación para presentarse como un líder digno, buscando atraer la simpatía de los británicos hacia su causa. El monarca aprovechó cada oportunidad para destacar su disposición a cooperar y su deseo de ver una resolución pacífica a la situación en su tierra. Esta estrategia le valió el apoyo de algunos miembros de la sociedad colonial británica, que comenzaron a ver su restauración como una forma de estabilizar la región. En 1882, Cetshwayo fue autorizado a viajar a Londres, donde tuvo la oportunidad de reunirse con la reina Victoria. La soberana quedó cautivada por el robusto rey Zulú, que medía 1,82 metros. En su diario, escribió: “Es un muy buen hombre. Lo reconozco como un gran guerrero, que luchó contra nosotros, pero me alegra que ahora somos amigos”. Al final de la reunión, lo despidió como “un enemigo valiente”. Y le obsequió una copa de plata, además de encargarle a Carl Sohn, su retratista, que pintara un cuadro del rey. Cetshwayo vestido como un occidental. Así lo recibió la reina Victoria en Londres Durante esta visita, Cetshwayo logró convencer a muchos de la injusticia de su destitución y del valor de restaurar el orden en Zululandia con él como gobernante. La prensa británica también cubrió su viaje, presentándolo en ocasiones como un monarca noble en busca de justicia. Para finales de 1882 se permitió que Cetshwayo regresara a su tierra natal, aunque en términos muy limitados. Fue instalado como jefe de una porción central del antiguo reino, pero sin la posibilidad de reconstruir su ejército o controlar las regiones circundantes. Sin embargo, su retorno no salió como habían planetado. El norte de su territorio estaba controlado por Zibhebhu, su antiguo rival y colaborador de los británicos en la guerra que acabó con Cetshwayo cuatro años antes. El conflicto fue inevitable y estalló en pocos días. En enero de 1883, Zibhebhu atacó y derrotó a las fuerzas de Cetshwayo. Nuevamente, el viejo rey tuvo que huir. Pero en esta ocasión, había sido gravemente herido en los combates. Buscó refugio al lado de un británico, Henry Francis Fynn Jr. para reponerse. Once meses después, el 8 de febrero de 1884 y en forma sorpresiva, murió. Tenía 57 años. Siempre rondó la sospecha de que fue envenenado: esa mañana lo habían visto en buen estado. La muerte del último gran rey Zulú marcó el fin de la esperanza de la independencia para ese pueblo africano.

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