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  • Antonia Merchán, toda una vida ganadera

    » Diario Cordoba

    Fecha: 19/10/2024 11:14

    Antonia Merchán Herruzo, a sus 84 años, sigue al frente de su explotación ganadera en Cardeña, en la pedanía de El Cerezo. Casi toda su vida, desde que tenía poco más de 20 años, ha estado ligada a la crianza del ganado que da vida al Valle de los Pedroches. Aunque nacida en Añora, desde joven se trasladó a Cardeña, donde hoy recibirá el homenaje de la Cofradía del Lechón Ibérico durante la feria de este excelente producto que se prepara de forma única en la localidad. Será nombrada cofrade de honor. Antonia recuerda sus inicios en la ganadería de manos de su padre, que trabajaba como pastor en una finca cerca de Cardeña. Vivía en el campo con su familia, «pero no estábamos desterradas allí, sino que veníamos al pueblo», rememora. Después «he estado 50 años casada» con un ganadero y desde que su marido murió, hace nueve años, «llevo yo la empresa». Lo hace con una energía incansable: «Me dedico a mandar, que mando bastante», dice con guasa a sus 84 años. La finca que posee Antonia en Cardeña cuenta con un cortijo y un huerto que Antonia cuida con esmero. Dispone de unos 400 cerdos, «200 grandes y otros tantos chicos», y unas 70 vacas. Ella ya no se encarga directamente de tratar con los animales, lo que sí hacía con su marido. De las labores en el campo se encargan dos personas que tiene contratadas, un hombre y una mujer de la zona, porque para este trabajo «da lo mismo un hombre que una mujer, y la mujer hace el mismo trabajo que un hombre». Antes contrataba peones por temporada, sobre todo durante la montanera, pero ahora prefiere contar con ellos todo el año. A diario Sea como sea, Antonia está a diario al frente de la finca, preocupada siempre por cómo está el ganado y dando las directrices que sean necesarias. Se desplaza casi todos los días hasta el terreno desde su vivienda en Cardeña, un ejemplo de esfuerzo y superación que ahora tiene una recompensa en su pueblo de manos de la Cofradía del Lechón. «Yo no tengo carné de conducir porque no me lo saqué en su día, así que me desplazo a la finca con los hombres, cuando van y vienen», apunta. Le gusta estar en el campo porque así «no estoy sola». Sus tres hijos tienen su vida hecha lejos del campo y la ganadería, pero todos le ayudan de un modo u otro, sostiene. «Cada uno me lleva una cosa y ellos me ayudan aunque estén trabajando. Los papeles de las vacas me los lleva una hija, los cochinos mi hijo para arreglarlos y pesarlos... Otra hija que tiene una asesoría me arregla los papeles», dice. Por el momento no piensa ni siquiera en la jubilación, bien ganada desde hace ya años: «Yo no estoy jubilada. ¿Cómo voy a llevar el negocio si me jubilo? Además, mis hijos no quieren que me jubile. ¿Qué vas a hacer en la casa?, me dicen». Demuestra su genio cuando afirma que «si quisiera jubilarme ya lo habría hecho, porque en mí no manda nadie. Pero mis hijos tienen mucho trabajo y no pueden dejarlo ninguno». Precisamente por eso el relevo generacional no está garantizado, un problema que sacude al mundo rural en cualquier parte. Pero eso, por el momento, no le preocupa a Antonia. Ella sigue al pie del cañón y, mientras, tanto su empresa funciona. Para trabajar en el campo uno tiene que sentir pasión por las labores, y así lo explica Antonia. «Si no me gustara no iba», indica. Allí, además del huerto, «me dedico a mandar, que mando bastante», repite. No es necesario que se dedique a guardar animales «porque ya no se guardan con las mallas, y para eso están los jornales». Sin cambios A pesar de llevar toda una vida dedicada a la ganadería en el mundo rural, Antonia cree que este trabajo apenas ha cambiado en 60 años. «No ha cambiado nada la ganadería y yo llevo la finca igual que mi marido». Si acaso, es posible que antes ganara más dinero con los cerdos y vacas, «porque mi marido trabajaba y sólo tenía un hombre contratado. Yo no trabajo y tengo dos jornales fijos. Pero de momento ahí está, la empresa no se ha venido abajo. De eso nada». Cuando se le pregunta por su edad, responde con gracia que ella no tiene 84 años: «¡Tengo 48!». Suscríbete para seguir leyendo

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