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  • Cuando Arapy se transformó en Juliana

    » Elterritorio

    Fecha: 19/10/2024 13:24

    sábado 19 de octubre de 2024 | 6:00hs. Cuando hablamos del “Descubrimiento de América” en realidad hacemos referencia a la primera vez que exploradores europeos se toparon con este continente, para ellos desconocido, pero resulta que no se descubre lo que alguien no conoce, en todo caso se encuentra; a partir de la segunda mitad del siglo pasado y lo que va de este, la evidencia arqueológica e histórica encontrada es muy clara respecto a la presencia humana foránea en América, ya sea como parte de expediciones o como habitantes de asentamientos que datan del siglo X. El relato cronológico de la conquista de nuestro continente, el de mayor difusión y más arraigo, está construido por “el ganador” desde las cartas y crónicas de los primeros en pisar tierra del “Nuevo Mundo”, empezando por el mismo Cristóbal Colón y sus misivas a los Reyes Católicos donde describió el “paraíso en la tierra” como lo calificó, luego se sumaron otros como Garcilaso de la Vega, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Bernal Díaz del Castillo, Fray Bartolomé de las Casas y Felipe Guamán Poma de Ayala por citar algunos, ellos marcaron la perspectiva de la narración: los buenos, justos y compasivos eran los conquistadores y los malos, salvajes y despiadados eran los habitantes nativos; en los escritos de los dos últimos citados, la lectura “entrelíneas” es muy contundente y americanista… ponele. Cerca de dos siglos más adelante Juan Ruíz de Alarcón, Carlos de Sigüenza y Juana Inés de la Cruz fueron pioneros de un estilo literario protoamericanista; de todas maneras, hasta la actualidad, la fascinación por considerarnos “blancos puros” sigue tan viva como entonces; para el mestizaje guardamos alguna que otra mención académica y el concepto de sincretismo se impuso en la dialéctica de estos tiempos como una analogía pertinente. Ni que hablar de la presencia, participación y/o protagonismo de las mujeres en este proceso, las autóctonas fueron estigmatizadas como traidoras y entregadoras, fieles al “conquistador” -el mismo que luego se glorifica-, claro ejemplo de esta postura es la historia de Malinche -cuyo nombre era Malinali Tenepal-; por estos lares también tenemos lo nuestro, sin ir más lejos recordemos o conozcamos, a Juliana, una jovencita guaraní cuyo nombre verdadero posiblemente haya sido Arapy Esta historia comienza el 15 de agosto de 1537 cuando Juan de Salazar y Espinoza fundó el Fuerte “Nuestra Señora de la Asunción”, la niña y los suyos vivían en esas tierras, las armas desconocidas y algunas conductas novedosas para los lugareños indujeron a los sabios ancianos a concretar alianzas donde la entrega de mujeres fue la prenda de cambio, favoreciendo el cuñadazgo -como se denominó mucho después a esta práctica-, en la creencia que las relaciones familiares mixtas beneficiarían al “nuevo orden”… Un grupo de mujeres fueron entregadas a los españoles, la mayoría eran hijas y sobrinas de caciques influyentes como Cupirati, Moquirací, Mayrarú o Yvy-yocá, entre ellas estaba Arapy a quien renombraron Juliana; en honor a la verdad histórica también entregaron jóvenes guerreros, todos fueron esclavizados… sin excepción. Las escasas crónicas sobre este acontecimiento detallan que seis mujeres fueron regaladas a Juan de Ayolas, junto con “ocho venados, ciervos y otras salvajinas”, al resto de los soldados se les entregó dos mujeres “por cabeza” para “lavado y cocina”, según el propio Martínez de Irala “(…) los indios Guaranis […] sirven a los cristianos […] como con sus mujeres en todas las cosas del servicio necesarias y mando para el servicio mejor de los cristianos 300 mujeres para que las sirvan en sus casas y en las rozas(…)”. El trato inhumano que recibían los nativos y las muertes de cientos de ellos como consecuencia de esa violencia impulsó una revuelta en 1539, “descubierta mediante la india Juliana” -según Helio Vera- sierva de Juan de Salazar, apresados los cabecillas el castigo fue ejemplar, se ahorcó a diez caciques; todo empeoró luego, se incrementaron los castigos y azotes, las raciones de alimentos se redujeron sensiblemente, desaparecieron los escasos momentos de descanso y el privilegio de beber agua, encima las mujeres debían aguantar todo tipo de vejaciones por parte de “sus maridos”, los asesinos de sus padres y hermanos. Juliana soportó y soportó, sobrevivió a las “pringadas” -consistía en derramar grasa caliente sobre el cuerpo de la víctima-, a los tizones al rojo vivo apoyados sobre los pechos y la espalda -con manos y pies atados a la espalda-, a los azotes atada a un árbol, a las reiteradas violaciones con hierros ardientes, a jornadas interminables cavando con azadas destartaladas, a noches de hilado, a moler caña hasta desfallecer para lograr una cantidad de azúcar que nunca era suficiente, a acarrear leña con la espalda en llagas por las apaleadas… después de años, un día no pudo más. Se dice que Juliana preparó una “ponzoña” con hierbas del monte y envenenó a Nuño Cabrera -su amo/marido en ese momento-, depende del relato se afirma que lo apuñaló o lo ahorcó, fue detenida y liberada poco después, la tradición oral dio cuenta que ella se ocupó de incentivar a las otras mujeres nativas con la consigna “jajuka ñande ménape”, “matemos a nuestros maridos” en castellano, esos amos, dueños de la vida y la muerte eran los maridos. Para algunos estos hechos ocurrieron en el año 1539, para otros en 1542, lo cierto es que cuando Álvar Núñez Cabeza de Vaca llegó a Asunción en la última fecha, se enteró del suceso, ordenó su apresamiento y ejecución -no hay acuerdo en la forma de muerte, se baraja desde el desmembramiento, la decapitación y hasta la hoguera-, tampoco hay certeza de la fecha de su muerte. Muchos investigadores paraguayos se dedicaron a explorar esta historia, una calle de la ciudad de Asunción la recuerda, una historieta la popularizó; hace un tiempo María Cecilia Rodrigues, Florencia Aguirre y Laura Rodrigues Estévez publicaron un texto de producción artesanal y colectiva, se puede bajar de internet. A las Julianas de la historia, nuestro compromiso. ¡Hasta la semana próxima!

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