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  • Luces y sombras de Los anillos de poder

    » Diario Cordoba

    Fecha: 12/10/2024 18:12

    La segunda temporada de Los anillos de poder ha venido acompañada de los ya clásicos choques en redes sociales entre incondicionales y detractores de la ambiciosa adaptación que Amazon Prime ha hecho de la obra de J. R. R. Tolkien. Unos y otros se echan los trastos a la cabeza proclamándose como los verdaderos expertos en el autor y, en medio del griterío, hay hordas de trolls que parecen salidos de la Tierra Media que se indignan por ver elfos y enanos de raza negra o a Galadriel dando espadazos. La serie no es ni la obra maestra que proclaman unos, ni el truño al que la rebajan los otros. Tiene sus puntos de interés y mejora a medida que avanza, pero es inevitable que a más de uno se le haga bola el momento previo a sentarse a maratonear sus capítulos de más de una de hora de duración cada uno, cuando las más de cuatro horas por película de la trilogía de Peter Jackson se nos pasaban en un suspiro. Y a ello no ayuda el que tengamos que esperar dos años entre temporada y temporada y que sus personajes carezcan del carisma de sus predecesores. Aunque da la sensación de que esta vez la serie ha hecho menos ruido que el que hizo su anterior entrega, los números han dejado satisfechos a los responsables de la plataforma, que están dispuestos a hacer no solo la tercera temporada, sino llegar a las cinco que tenían previstas. A diferencia de El hobbit o El señor de los Anillos, partimos de un material inacabado basado en los centenares de manuscritos que el escritor dejó y que su hijo se encargó de ordenar y reinterpretar y que, aunque hay otros libros, se recopilaban en El Silmarillion. Los productores de la serie no tienen los derechos de toda la obra de Tolkien, ni siquiera de ese libro que es una especie de Biblia con la Historia de la Tierra Media. Solo podían llevar a la pantalla partes muy limitadas de la historia, apenas esbozadas en los libros, lo que también les daba mayor libertad creativa para introducir personajes y tramas que no estaban en ellos. La serie nos está contando la forja de los anillos de poder y el ascenso de Sauron como señor oscuro. Y para ello parece estar siguiendo la estela de otra clásica trilogía cinematográfica como es Star Wars, con aquellas precuelas denostadas en su día y hoy reivindicadas de nuevo. ¿Acaso son los pelosos los nuevos Jar Jar Binks? A pesar de ser el villano principal de El Señor de los Anillos, poco se sabía sobre Sauron. Al repasar los malos de la saga, podemos recordar a Saruman o a Gollum, pero Sauron parecía más una presencia, un mal en abstracto, que no tenía más peso en la trama más que la aparición súbita de un ojo de fuego en las visiones de Frodo. Casi podríamos decir que donde más se le desarrollaba como personaje era en aquella parodia de la saga que hizo Jan en el cómic de Superlópez, El señor de los chupetes. Este concepto de mal en abstracto hizo que nunca me planteara que en la primera temporada pudiera ser un personaje real. El momento en el que se desvelaba su identidad fue una de las grandes sorpresas que se guardó la serie en el bolsillo. En el arranque de esta segunda temporada se juega con el hecho de que los espectadores sabemos ya quién es Sauron, con lo que somos capaces de ver sus intrigas y manipulaciones desde las sombras para conseguir lo que quiere. Siguiendo los símiles con otras franquicias cinematográficas, Sauron sería como una especie de LokQUEEEEEEi, el dios de la Mentira, que con sus engaños va consiguiendo la confección de los codiciados anillos. La actuación de Charlie Vickers como el Señor Oscuro es uno de los aspectos más destacados de la serie, menos histriónico pero igual de retorcido que el Emperador Palpatine de la franquicia galáctica de George Lucas antes mencionada. ¿Veremos en la tercera temporada la forja del Anillo Único? Así como en la trilogía, Sauron era una mera presencia; tampoco conocimos más anillos que aquel que tenía el propósito de controlarlos a todos. La serie nos guarda muchos homenajes y guiños a los fans de las películas de Jackson, aunque las cámaras hayan abandonado los paisajes de Nueva Zelanda para irse a emplazamientos más económicos. Hemos visto cómo iba asomando la patita el Ballrog desde las profundidades de las minas de los enanos para tener una aparición estelar en el final de la segunda temporada; y en las profundidades del Bosque Negro apareció una araña gigante, que hay teorías sostienen que es Ella-Laraña, el bichejo que puso en apuros a Sam y a Frodo en su viaje al Monte del Destino. A algunos les habrá rechinado la aparición de Tom Bombadil, un personaje que, como esta serie, levanta antipatías y adhesiones. Conozco a muchos que dejaron de leer el libro en la parte donde aparece. Así que después de lo llovido, parece como si los showrunners se hubieran intentado dar un tiro en el pie con su inclusión en la trama. Mantenemos el misterio de si el Extraño, ese viajero barbudo sin memoria que llegó a la vez que Sauron, es o no Gandalf. Pero a este personaje se le ha sumado otro mago, del que tampoco sabemos si es Saruman. Mi teoría es que no lo es, puesto que los anillos que causaron su corrupción empiezan a existir ahora y el personaje que aparece en la serie ya está corrompido. Pero el gran momento de esta temporada lo hemos tenido en los dos episodios finales, con la batalla de la ciudad de Eregion, la ciudad donde se forjaron los anillos. Un enfrentamiento épico y brutal que no tiene nada que envidiar en espectacularidad a otros mostrados en las películas. De hecho, hay quien ve paralelismos entre esta batalla y la del Abismo de Helm de la segunda de las películas de Peter Jackson. Aunque esta tiene una particularidad, con lo que hay que ir enciendo la alarma de los spoilers. Aquí ganan los malos. De no ser por esas fobias, no habría duda de que este capítulo sería elegido como uno de los momentos televisivos de este año. La caída de Eregion supone un gran golpe moral para los elfos de la Tierra Media, que en esta serie están viendo cómo se acercan a su declive. Del mismo modo, que sabemos que Numenor, otro de los reinos emblemáticos de la saga, está destinada también hacia su desaparición en futuras entregas. Momentos que nos hacen presagiar un viaje épico en estas tres temporadas que nos quedan, si las audiencias se mantienen. Puestos a seguir comparando con Star Wars, esperamos que esos odios no terminen por provocar la cancelación prematura de la serie, como le ha pasado a The Acolyte. No vaya a ser que la serie se acabe convirtiendo en otro título de Tolkien distinto al que se pretendía adaptar, Cuentos Inconclusos.

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